miércoles, 11 febrero 2015
Comme des nouveaux mariés
Depuis que j’ai quitté la maison de mes parents, j’avais meublé mes logements petit à petit. Au début j’ai habité dans des chambres d’étudiant meublées, puis j’ai profité du départ d’une famille vénézuélienne qui laissait un appartement avec pas mal de meubles que j’ai acheté d’occasion pour commencer à m’équiper. C’était la vie d’un étudiant boursier du Gouvernement français. En rentrant dans la vie active j’ai commencé à remplacer les vieux meubles d’étudiant par des nouveaux au fur et à mesure de mes économies.
Maintenant, nous avons repris notre appartement vide à Bogotá et il faut tout acheter presque d’un seul coup. Heureusement, lors de nos voyages précédents, nous avions commencé à regarder les prix et à choisir quelques objets comme par exemple les meubles du salon, de la salle à manger et de la chambre principale. Nous avions donc l’idée d’un budget global que nous avons mis de côté.
Nous voulons privilégier la production nationale. Pour les meubles, nous avons fait appel à des artisans qui ont fabriqué en bois local des jolis meubles traditionnels qui n’ont pas été très chers. Pour le reste, ça commence à se compliquer, car les marques traditionnelles colombiennes ont eu l’idée de s’approvisionner en Chine. Pour cela il a fallu plus de temps pour bien lire les étiquettes. On pense que c’est un produit local, mais en regardant de près l’étiquette, on découvre Made in China ou Made in R.P.C. Je n’ai rien contre les Chinois, mais si je peux aider un petit peu l’industrie colombienne, je serai plus satisfait. On ne comprend pas pourquoi on propose de petites planches en bois pour couper les aliments fabriquées en Chine ! Nous avons quand même acheté pas mal de produits chinois.
Pour l’électroménager, ce sont des marques étrangères qu’il a fallu prendre avec quelques exceptions. La surprise était le rendez-vous avec les installateurs. Le service concerné nous appelle pour dire qu’ils vont passer dans la journée, c’est-à-dire entre 7 heures du matin et 18 heures. On est bloqué à attendre ! C’est pareil pour les réparateurs du gaz ou le serrurier.
L’autre surprise était quand ils nous vendent un produit et qu’au moment de le livrer ils se rendent compte qu’il n’est pas en stock ou bien que pour installer l’Internet il faut attendre la résiliation du contrat du locataire qui est parti sans rendre les équipements, ce qui retarde tout. Au bout de dix jours calendaires, ma femme était « au bord de la crise de nerfs ». J’ai plus de patience. Maintenant nous avons accès à l’Internet à la maison et nous ne serons pas obligés d’aller dans les restaurants des environs pour utiliser leurs wifi.
15:12 Anotado en Elucubraciones, Viajes | Permalink | Comentarios (1) | Tags: colombia, compras
domingo, 21 octubre 2012
El calcetín rojo
En esa época del año Aquiles siempre estaba muy ocupado con su trabajo. Eran los meses en qué más dinero ganaba. Dormía casi toda la mañana, por la tarde salía de compras, al banco o a ver a su agente artístico para planificar sus contratos futuros. A veces se encontraba con amigos, pero prefería que fuera después de su espectáculo nocturno. Ese día llegó a su casa temprano con tiempo suficiente para prepararse física y sicológicamente a la labor cotidiana.
Cuando su mujer llegó, él estaba preparando la ropa sobre la cama. Ese ritual formaba parte de los preparativos. Era como vestir al torero antes de salir al ruedo o preparar a la novia antes de salir a la iglesia. Así se concentraba siempre.
Llevaban menos de un año de casados. Él, un viejo solterón que nadie creía capaz de estabilizarse con una sola mujer. Ella, una hermosa y joven exmaniquí de modas que había dejado de desfilar desde su matrimonio para dedicarse al hogar.
-¡Mi amor! ¡Mira lo que me compré hoy! ¿Te gusta? No tenía qué ponerme.
-Sí, está muy bonito, pero tus armarios están llenos de ropa que apenas si te has puesto, ¿eh?- contestó el hombre con picardía dándole un beso.
-No entiendes a las mujeres. Nosotras necesitamos ropa que vaya con nuestro estado de ánimo y como cambiamos tanto, no nos vasta con lo que guardamos en el ropero. Necesitamos siempre novedades, sentirnos bonitas.
-Sí, sí, claro está.
-Eres muy poco detallista. ¿Ya estuviste en la cocina?
-No
-Vas a ver lo bonita que me quedó. La hice pintar de rojo. Me tenían aburrida los colores claros. Parecía un hospital.
-¡Vaya! Iré a verla antes de irme pues debe de haber quedado muy original. ¡Je, je!
-Sí, mañana vendrá un decorador para proponernos cambios en todas las habitaciones. ¡Ya es hora de que cambiemos de muebles! ¿Me oyes? ¿Qué te pasa? Te veo preocupado- inquirió la rubia despampanante.
-Pamela, estoy buscando un calcetín rojo para mi vestido. Llevo casi una hora y nada que lo encuentro. ¿No lo has visto?
-No, anoche te lo pusiste, creo. ¿Dónde lo dejaste?
-En el puesto de siempre. En el vestuario donde cuelgo mis vestidos de trabajo, junto a los zapatos amarillos.
-Pues ponte otros calcetines. ¿Tienen que ser los rojos? Ponte los verdes o los violeta. Da igual.
-No, señora. Necesito los rojos. Aquí hay uno. ¿Dónde está el otro?
La mujer puso mala cara y se puso a buscar con su marido. Miraron debajo de la cama, en el baño, detrás de las puertas, en todos los cajones y entrepaños de los armarios. Nada de nada.
-Tiene que aparecer. No puedo irme sin él.
-Mira. Te pones la ropa en el trabajo, ¿no? Te vas con lo que tienes, yo te compro un nuevo par de calcetines rojos y te lo llevo a tu camerino antes de que empiece tu función. ¿Vale?
Aquiles miró su cama, repasó la composición de su traje. Estaba el vestido completo, saco, chaleco y pantalón de colores verde, rojo y amarillo. Estaba la peluca roja y el neceser de maquillaje. Estaba el sombrero pepeado y el bastón torcido. Hasta la nariz y un calcetín rojos estaban ahí esperándolo. Los zapatos amarillos de cincuenta centímetros de largo no faltaban. Le iba a tocar ponerse medias de otro color o aceptar la propuesta de su esposa. De pronto ella cambió de tema.
-Se me olvidaba contarte dos cosas muy importantes. Ven conmigo al jardín interior.
Bajaron las escaleras y entrando al jardín salió a su encuentro un cachorro shai pei con su piel arrugada que vino alegre y juguetón a saludarlos.
-¿No está divino? Lo compré esta mañana mientras dormías. No me pude aguantar. Como tenías esa casilla de perro en el jardín desocupada, me pareció que teníamos que darle vida. ¿Qué te parece?
Aquiles quedó sorprendido. Recordó a su viejo perro Pulgas que lo acompañó en sus primeros años de carrera de payaso.
-Espera, espera. Voy a traerte la segunda sorpresa. Ya vuelvo.
-¿El perro estuvo en nuestro cuarto?
-Sí, un ratito solamente.
Mientras su mujer entro de nuevo a casa. Aquiles tuvo un presentimiento. Metió la cabeza en la casilla del perro y ahí estaba el calcetín rojo babeado pero entero. ¡Qué alivio! Lo sacó justo a tiempo. Lo metió rápidamente en el bolsillo de su chaqueta antes de que llegara Pamela.
-Lee lo que dice este análisis de laboratorio. Lee rápido.
Aquiles descubrió con más sorpresa la noticia de que su esposa estaba embarazada. Se puso muy contento. Se abrazaron con fuerza. Sin decir nada, pensaba en el calcetín rojo que había salvado de ser despedazado por el perro pues contenía unos rollos de billetes de cien euros que había escondido para que su esposa no se los gastara. Tendría que cambiar de escondite.
08:00 Anotado en Juego de escritura | Permalink | Comentarios (1) | Tags: cuento, dinero, perro, compras, sorpresas
domingo, 16 enero 2011
Para cada tiesto, hay su arepa
¡No sabes lo que te perdiste por no acompañarme a los saldos! Encontré la perla rara. Llegué a las siete de la mañana al centro comercial para ser la primera cuando abrieran las puertas. Ya había un grupo de unas veinte mujeres agresivas acampando frente a la puerta. Tenían termos con café y hablaban como si se conocieran hacía años. Me miraron feo. No les puse cuidado. Eran solo unas viejas gordas, feas y además envidiosas. Sabes que los tiempos son difíciles y con la crisis actual, no pude comprarme nada como antes para Navidad. Mi única oportunidad era lanzarme de primera a comprar durante las rebajas.
La puerta principal abrió a las ocho en punto de la mañana. El tumulto en la entrada estaba fatal. Por suerte estuve entre las primeras. Los guardias casi no pueden canalizar nuestra presión y entusiasmo. Todas corríamos como locas en busca de lo escogido días antes. Las mejores gangas estaban a 30% y 50%. Tocaba pelearse para poder quedarse con los mejores lotes.
A medida que entrábamos a los grandes almacenes las mujeres se fueron dispersando en diferentes direcciones para pelearse por perfumes, abrigos, collares, ropa interior y vestidos a la moda del invierno. Seguí decidida a la sección de hombres, pues ahí estaba lo que más me interesa. Lástima que se había agotado lo que buscaba. Tocaba escoger rápido y bien para no perder las mejores ofertas. Claro que quedaban los modelos menos interesantes: unos gordos, otros calvos, otros demasiado pequeños, grandes, jóvenes o viejos. Yo buscaba el amante latino o algo que se le pareciera que había visto en una revista. Encontré un moreno muy apuesto y fornido, pero al acercarme me olió a ajo. Un flaco risueño me llamó la atención, pero al acercarme resultó cojo y además tartamudo. Un barrigón viejo verde me picó el ojo, pero al acercarme le noté mucha grasa y caspa en el cabello. Lo dejé a un lado.
Viendo que mis competidoras iban escogiendo sin mucho escrúpulo lo que encontraban a mano, me decidí a probarme un par de los que más se parecían a mi ideal. Me llevé un moreno antillano muy divertido con unos ojos negros cautivadores que cantaba y tocaba guitarra y un blancuchento bogotano bigotudo que recitaba viejos poemas del siglo XIX. Las cabinas estaban llenas pero con paciencia encontré una libre. Los dos estaban buenos para mí, pero no me decidía por ninguno. Fue cuando vi colgado de un perchero un amante latino de sueño que alguien se había probado y no había vuelto a poner en su sitio. Indefenso me miraba con sorpresa y timidez pero era interesante. Tiré afuera a mis dos rebajas y me puse a probar el nuevo después de bajarlo del perchero. Me encantaron sus besos y sus abrazos. Me quedó a mi medida. Resultó una maravilla. No sé cómo lo dejaron las otras brujas que se peleaban por modelos menos interesantes. Seguro que les habría quedado grande o pequeño. ¡Me salió a 50% y tiene garantía de tres años! Con él podré estar hasta el verano, es decir cuando llegue la otra temporada de saldo. Vas a ver lo bueno que es. Eso sí, no vale la pena que busques otro igual; era el último que quedaba. ¡Te vas a morir de la envidia cuando te lo presente!
08:00 Anotado en Juego de escritura | Permalink | Comentarios (1) | Tags: ficción, cuento, compras