sábado, 03 octubre 2009
La crítica
Es delicado criticar, especialmente en público. El trabajo de los críticos de cine o de teatro o de arte y literatura en general puede destruir carreras o acelerar triunfos. Hay críticos que siempre quieren demoler y encontrar el defecto a toda costa. Los peores son los que critican sin conocimiento.
Me contaron de un crítico de cine de un periódico de Ginebra que había escrito un artículo negativo sobre una película que no había visto; no recuerdo cómo supieron que no la había visto, pero así me lo contaron. También está la crítica de los envidiosos que no pueden aceptar que otros tengan más éxito que ellos. Es mucho más fácil admirar a los grandes maestros de las artes que al común de los mortales o al principiante.
Recuerdo la anécdota de una amiga que metió la pata diciéndole a la madre de alguien conocido que el tejido o el bordado o no sé qué trabajo manual que estaba haciendo estaba muy bien «para ser el primero». Cuando terminó la frase y se dio cuenta, no supo cómo cambiar de tema o arreglar la situación.
En Colombia hubo una crítica de arte muy famosa, Marta Traba, que explicaba en la televisión con un lenguaje muy esotérico lo bueno o lo malo que era un pintor (http://es.wikipedia.org/wiki/Marta_Traba); murió en un accidente aéreo en España hace como treinta años. En Francia está el famoso programa de radio Le masque et la plume donde periodistas de diferentes sensibilidades y gustos debaten sobre literatura, cine, etc. Lo bueno es que se ve la oposición de ideas y así permite que uno tenga una mejor idea de las obras. Una amiga me decía hace años que para ir a cine ella y su esposo oían la emisión y como ya se identificaban con un crítico en particular, casi siempre su opinión coincidía con el gusto de ellos, gracias a lo cual veían películas que siempre les gustaba.
No me gusta que me pregunten directamente lo que pienso de esto o aquello. Por ejemplo las mujeres suelen preguntar si un vestido o un peinado les queda bien. En esos casos no me es fácil ser sincero y franco y contestar: no, te queda muy mal o te ves muy fea. ¡Sería realmente grosero y mal educado! Prefiero andar con rodeos explicando: te queda mejor aquel otro o prefiero este. Por eso mismo, muy rara vez pido la opinión sobre algo que he hecho yo, no porque tema que me digan algo malo, sino para no poner en bretes a mi interlocutor. Es mejor en ese caso que alguien que no tiene nada que ver con uno le diga lo que piensa.
No todos estamos dispuestos a recibir críticas, así sean constructivas. Creo que a la gente le gusta que le digan que todo lo que hacen está bien, que lo feliciten, que lo ensalcen y que hipócritamente lo alaben. Es una forma de aumentar el ego y protegerse. Supongo que hay tener un cierto grado de madurez para sobreponerse de las críticas, dejar que lluevan sobre nosotros como si fuéramos impermeables y relativizarlas. Por eso lo mejor es hacer las cosas primero por el placer que uno siente y no por las alabanzas y el éxito que espera tener ni por querer ser «mejor» que los demás. La única solución para no recibir críticas es no hacer nada. Solo los que actúan pueden ser criticados.
08:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (2) | Tags: examen, juicio, público, espectáculo, libros, obra artística