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miércoles, 31 marzo 2010

Dos en uno

NV-IMP630.JPGNo sabía qué tema tratar en su nueva novela: los celos, la obsesión por la muerte, la misteriosa conjunción de muerte, azar y destino, la locura, la falsedad, la ensoñación, la crueldad, el incesto, el desamor inevitable, el cálculo interesado o el amor a primera vista. En realidad se había quedado sin inspiración desde que un editor la descubrió de chiripa por un error en el metro: en lugar de llevarse su maletín, se levantó y se fue con el de Antonia. Al llegar a casa se encontró con una serie de manuscritos interesantes que leyó saltando de uno a otro, picando como una gallina. Por fortuna su teléfono estaba en uno de los papeles. La llamó para explicarle el error de maletín, para darse una cita e intercambiarlos y para decirle que había leído algunos de sus relatos, que a su juicio valía la pena publicar en alguna editorial. Antonia sobrevivió de chiripa al descenso a los infiernos del reconocimiento público pues se dio cuenta de que el anonimato era mucho más confortable pues era menos exigente y la gente espera siempre algo mejor de lo ya escrito como si se pudiera escalar el éxito hasta el infinito. Se decía que al llegar a la cima de una montaña no había más remedio que bajar de nuevo para escalar una más alta. Se encontraron en el bar El Centro, en las afueras de la ciudad, en el ombligo del mundo. Cuando la vio llegar se dio cuenta de que era ella por la foto que había visto en el maletín. «Hola, Antonia. Soy Antonia. ¡Qué coincidencia! Aquí tengo su maletín con los manuscritos. Gracias por traerme el mío», dijo ella. «No está mal lo que ha escrito. Tiene calidad», contestó la otra. «Lo mismo digo yo, pero es mejor que olvidemos este encuentro y que la suerte nos haya hecho chocar. Mejor no habernos conocido nunca», se levantó, dejó unas monedas para pagar la cuenta, cogió sus notas para la nueva novela, su maletín y se alejó para siempre.

13:34 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ficción, ambigüedad, dobles

lunes, 29 marzo 2010

Mente recursiva

NV-IMP628.JPGCasi me quedo encerrado para siempre en un bucle infernal. Estaba en un restaurante con un grupo de amigos o colegas con los que aparentemente seguía un cursillo. Mi esposa también comía con nosotros y creo que uno de mis hijos. Habíamos pedido un plato y nos trajeron otro, la cuenta no cuadraba, se demoraron en servir. Era un mal restaurante o quizás un día de demasiados convives. Pagamos y nos fuimos, no sé si a pie o en carro. En cierto momento en medio de la conversación vi como si fuera una publicidad en segundo plano a la que no le había puesto cuidado que me encontraba metido en un televisor o en un cine y un chofer de una camioneta repartidora de mercancía decía algo a unos policías que lo iban a multar. No entendí muy bien pero le noté un acento español del Cono Sur. Estábamos en una ciudad blanca al borde del mar. Desperté y me di cuenta de que estaba en el cuarto de una casa extraña y lo que había visto era en realidad el sueño de un tipo que se acababa de levantar sorprendido. Fue a la cocina en la penumbra. Otra persona salió a su paso y claro me volví a despertar en otro lugar saliendo del sueño de otra persona. No sé en cuantos sueños estuve viajando pero al final afortunadamente me desperté de mi propio sueño. Vi la hora. Recordé que habíamos cambiado al horario de verano y me volví a dormir. No recuerdo haber soñado de nuevo, pero el susto que me di fue grande. ¿Habré salido completamente de esos sueños encajados como muñecas rusas o mesas nido o funciones matemáticas recursivas?

08:59 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (2) | Tags: pesadilla, cerebro, sueños

domingo, 28 marzo 2010

Tótem

NV-IMP627.JPGPor fin el ídolo misterioso estaba delante de mí listo a contestar la pregunta que cambiaría el rumbo de mi vida. Dije la formulación mágica aprendida del brujo Melburno: «¡Oh!, Tótem mágico poderoso, ¿dónde está mi media naranja, la persona perfecta destinada a vivir feliz a mi lado hasta que la muerte nos separe?»

La efigie tembló, sudó, abrió los ojos, levantó los brazos y exclamó en la lengua de los papús una frase incomprensible. De la jungla salieron indígenas con lanzas, arcos y flechas amenazantes. Me ataron manos y pies y me llevaron alzado a este pueblo perdido donde todos giran a mi alrededor cantando y bailando. Desde entonces me tienen encerrado en esta jaula donde las mujeres entran por la noche y satisfacen sus necesidades carnales conmigo sin misericordia. Envío este mensaje en la pata de esta paloma mensajera con la esperanza de que alguien venga a salvarme.