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domingo, 29 abril 2012

Ubicuidad y microcosmos

NV-IMP802.JPGMe quedó en la memoria la música de Dave Brubeck con su inconfundible Take Five que ritmaba el caminar de la gente bajo sus paraguas en la noche luxemburguesa bajo la lluvia en esta primavera aguada mientras yo comía dentro del restaurante del hotel observando la Plaza de Armas del principado que tanto he visitado por el trabajo en estos treinta años.

Me quedó la imagen de los jóvenes participantes que me recordaban cómo veía yo el mundo hace un cuarto de siglo cuando todos me parecían viejos y ahora formo parte de los dinosaurios que dentro de un par de años los dejarán tranquilos discutir de ese futuro que ya no me interesa tanto como antes.

Me quedó el sabor de un vino tinto español con aromas de cedro y de la paella catalana que acompañaba bien aunque tenía más pescado que carne para merecer su nombre en un club europeo multicultural para funcionarios expatriados que quieren mantener los lazos con sus idiomas, bailes, teatros y actividades anexas tratando de olvidar que están ausentes de otros lugares más familiares para ellos.

Me quedó el olor de la lluvia, de tierra mojada, de viento húmedo, de mercados y ferias callejeros en preparación, de humo de cigarrillos, cigarros y pipas en las terrazas de los cafés y en las entradas de los edificios, el olor de un buen café o de un té caliente durante las pausas.

Me quedó la memoria táctil de las manos que tantos saludos estrecharon en estos días, del efímero contacto con el mundo a través de la Internet y un teclado dócil, la sensación de espacio que el cuerpo entero transmite al contacto con las sillas y sillones, con ascensores, con los adoquines de las calles empedradas, el frío colándose por mi abrigo de regreso al hotel.

Me quedo con la sensación de que la informática puede ser muy útil cuando se explota para lo que fue inventada inicialmente: el cálculo matemático, las estadísticas. Tratar de crear programas inteligentes está todavía muy lejos de la realidad del ser humano. Por más de que queramos codificar el pensamiento en algoritmos y programas, todavía estamos muy lejos del objetivo.

Me quedo con las huellas del paso del tiempo, de la imposible ubicuidad del ser humano a pesar de los progresos que las telecomunicaciones nos permiten dejando ver acullá lo que uno está diciendo aquí para gentes que nos siguen desde ciudades lejanas a través de pantallas de computador o proyectores murales conectados a la Internet; no haber podido ver a esos amigos que pasaron por Ginebra cuando estuve ausente o no haber asistido a ese espectáculo o torneo de Scrabble cuya fecha cayó mal.

11:39 Anotado en Recuerdos, Viajes | Permalink | Comentarios (3) | Tags: sensaciones, tiempo

domingo, 22 abril 2012

Oslo, 31. August

oslo31aout.jpgMe gustó esta película que se inspira libremente de la novela Le Feu Follet del escritor francés Pierre Drieu La Rochelle, publicada en 1931. Me dejó la curiosidad de leerla pues a priori no veo la relación entre el mundo actual en Oslo y la vida de un escritor francés entre las dos guerras mundiales. Quizás tengan en común la narcodependencia o el cuestionamiento sobre la vida.

Es interesante ver cómo a punto de terminar una cura de desintoxicación el personaje principal ve el mundo.

Quedé pensando en familias que conozco con hijos que han caído en la droga y padres que luchan por ayudarlos. Un drama de las sociedades modernas. El filme está bien hecho. Muestra un día decisivo en la vida del personaje. En el fondo el tema es ¿qué hacemos aquí?

Oslo, 31 août
Date de sortie 29 février 2012 (1h 36min) 
Réalisé par Joachim Trier
Avec Anders Danielsen Lie, Hans Olav Brenner, Ingrid Olava
Genre Drame, Nationalité Norvégien
Synopsis : C’est le dernier jour de l’été et Anders, en fin de cure de désintoxication, se rend en ville le temps d’une journée pour un entretien d’embauche.
L’occasion d’un bilan sur les opportunités manquées, les rêves de jeunesse envolés, et, peut-être, l’espoir d’un nouveau départ…
http://www.allocine.fr/film/fichefilm_gen_cfilm=192866.html

domingo, 15 abril 2012

Raimundo, con erre de raro

NV-IMP801.JPGQuién sabe qué animal microscópico se le alojó en el oído para que Raimundo odie la música o qué canciones de cuna no le cantó su mamá para amaestrarle el tímpano. Debe de ser un bicho raro que le deforma los sonidos. No hay género musical que le agrade. Ni clásica, ni popular, ni folclórica, ni moderna, ni rock. Nada de nada. Siempre me pareció extraña su forma de hablar. Tiene una voz que no expresa sentimientos. Parece un cura viejo rezando o un payaso recitando. Eso sí, tiene una memoria infalible. Gracias a ello consiguió un puesto en un almacén de música. De algo tendría que vivir. Aconseja a los clientes dándoles todo tipo de detalles que ha leído y oído de especialistas. Sabe leer música. Cuando toma la partitura de una ópera oye todos los instrumentos en su cabeza a la vez y disfruta de la ingeniosidad y maestría de los grandes compositores, pero que no le vayan a proponer asistir a un concierto. Me lo imagino como a Beethoven sordo componiendo sus obras maestras al final de sus días. Cualquiera creería que es un melómano, pero lo que hace es repetir como un loro la opinión de los expertos. Tiene éxito. Es más convincente que los demás vendedores. Lo último que me contó en gran secreto es que está perdiendo el oído. Me dijo que es un proceso lento e irreversible. Espera con ansia el momento de paz en que no oiga más la música que tanto odia aunque también pierda el sonido de la voz de sus amigos o el canto de los pájaros en la cima de los árboles que interpreta como idioma y no música agradable a su alma. Está aprendiendo y practicando el lenguaje de signos para cuando quede sordo como un muro. Le propuse citas con los mejores otorrinolaringólogos del país, que yo le costeaba el tratamiento. Lo rechazó muy enfadado. Es que Raimundo es raro. Tan raro como cualquier personaje salido de una escritura automática y sin frenos como esta.