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domingo, 15 abril 2012

Raimundo, con erre de raro

NV-IMP801.JPGQuién sabe qué animal microscópico se le alojó en el oído para que Raimundo odie la música o qué canciones de cuna no le cantó su mamá para amaestrarle el tímpano. Debe de ser un bicho raro que le deforma los sonidos. No hay género musical que le agrade. Ni clásica, ni popular, ni folclórica, ni moderna, ni rock. Nada de nada. Siempre me pareció extraña su forma de hablar. Tiene una voz que no expresa sentimientos. Parece un cura viejo rezando o un payaso recitando. Eso sí, tiene una memoria infalible. Gracias a ello consiguió un puesto en un almacén de música. De algo tendría que vivir. Aconseja a los clientes dándoles todo tipo de detalles que ha leído y oído de especialistas. Sabe leer música. Cuando toma la partitura de una ópera oye todos los instrumentos en su cabeza a la vez y disfruta de la ingeniosidad y maestría de los grandes compositores, pero que no le vayan a proponer asistir a un concierto. Me lo imagino como a Beethoven sordo componiendo sus obras maestras al final de sus días. Cualquiera creería que es un melómano, pero lo que hace es repetir como un loro la opinión de los expertos. Tiene éxito. Es más convincente que los demás vendedores. Lo último que me contó en gran secreto es que está perdiendo el oído. Me dijo que es un proceso lento e irreversible. Espera con ansia el momento de paz en que no oiga más la música que tanto odia aunque también pierda el sonido de la voz de sus amigos o el canto de los pájaros en la cima de los árboles que interpreta como idioma y no música agradable a su alma. Está aprendiendo y practicando el lenguaje de signos para cuando quede sordo como un muro. Le propuse citas con los mejores otorrinolaringólogos del país, que yo le costeaba el tratamiento. Lo rechazó muy enfadado. Es que Raimundo es raro. Tan raro como cualquier personaje salido de una escritura automática y sin frenos como esta.

lunes, 12 diciembre 2011

La fiesta de las luces

NV-IMP788.JPGPor fin pude ir a la fiesta de las luces en Lyon este año. Hacía tiempo que veía en televisión los reportajes sobre las famosas iluminaciones de diciembre pero ya era demasiado tarde para conseguir un hotel cercano del centro. Este año aunque reservé en noviembre ya me tocó un alojamiento fuera de la ciudad.

Fuimos el viernes por la noche y regresamos el domingo a mediodía. El sábado estuvimos andando por el centro de la ciudad desde las doce hasta las once de la noche, para llegar al hotel, muertos de cansancio.

Hacía tiempo que no me encontraba en un lugar con tanta gente en las calles. En algunos lugares no se podía pasar. En otros tocaba forzar el paso o dejarse llevar por la masa de gente. A las seis de la tarde participamos en una visita guiada de dos horas recorriendo los espectáculos más importantes y accesibles. El guía era una señora austríaca que lleva más de cuarenta años viviendo en Francia. El grupo era de dieciocho personas que seguíamos el paraguas naranja de nuestra guía para no perdernos.

En la plaza Bellecour estaba la estatua ecuestre del rey LuisXIV con unos globos que parecía que se lo iban a llevar volando. En el río Saona habían iluminado varias iglesias con luces que cambiaban de colores y que con rayos láser comunicaban unos monumentos con otros. En la plaza de los Célestins estaba el que más me gustó: un juego flipper gigante que iluminaba el edificio mientras una persona jugaba desde un pupitre en medio de la plaza. El de la plaza de los Terreaux también estuvo muy bien hecho pues sobre los edificios se veían unos caballos que se escapaban de la fuente que queda en el centro de la plaza y la Garona los persigue. A veces daba la impresión de que el edificio se caía por pedazos. Había tanta gente que tocaba entrar por un extremo de la plaza y salir por el otro siguiendo unas flechas de luz que indicaban el camino. Desde lejos vimos un elefante gigante que se movía en medio de la multitud. Era imposible acercarse de tanto gentío.

Todo estuvo grandioso e impresionante. Almorzamos en uno de esos restaurantes típicos de Lyon que llaman bouchon y paseamos por los pasajes que atraviesan las casas por el interior que llaman traboules.

Hace un año estuve en Medellín, Colombia, viendo las iluminaciones que son muy bonitas pero nada dinámicas como las de Lyon. Vale la pena ir a ver estos espectáculos aunque sea una sola vez en la vida.

http://www.fetedeslumieres.lyon.fr/

jueves, 08 octubre 2009

Grabaciones de aficionado

NV-IMP522.jpgEl recuerdo más viejo que tengo de una grabadora es de un vecino del barrio que me sorprendió un día que yo iba para el colegio y él salió de su casa corriendo con un aparato debajo del brazo y un micrófono para entrevistarme. Eran como las seis y media de la mañana pues mi colegio empezaba clases a las siete. No entendí lo que quería ni lo que estaba haciendo y me quedé mudo. Era mayor que yo y en realidad más amigo de mi hermano. Devolvió la cinta y lo oí decir las mismas frases con que me interpeló segundos antes. Me imagino que me quería impresionar (y lo hizo) y luego siguió su camino. Creo que yo tenía entre nueve y once años.

Cuando aparecieron las grabadoras de casetes, uno de mis hermanos mayores compró una. Durante las vacaciones se divertía grabando las conversaciones de la familia o de nuevo entrevistándonos o haciéndonos cantar o recitar. Él tiene las grabaciones más viejas que conozco con la voz de mi padre o mi madre y quizás de mi abuelo y algunos tíos. Yo debía de tener unos doce o trece años.

La primera grabadora que compré para mí fue cuando tenía diecisiete años en San Antonio de Táchira, en la frontera con Venezuela. Era un aparato que solo grababa, pues no tenía radio. No me acuerdo para qué la usaba. Me imagino que grabé, además de las voces de amigos o de mi familia, programas de televisión o de radio. Me duró varios años y después de hacerla reparar un par de veces, no sé que pasó con ella.

Con mi hermano siempre teníamos un casete listo para grabar canciones que estaban de moda en Radio 15 o Radio Tequendama y que nos gustaban. Las grabaciones eran muy abruptas ya que, como no solían anunciar el título de la canción, saltábamos a oprimir el botón Record cuando reconocíamos el comienzo de la canción que nos faltaba. Al oír esos casetes el sonido saltaba del final de una canción al comienzo de la grabación de la siguiente sin intervalos y con un ruido seco comiéndose los primeros compases.

Esa costumbre de grabar se me fue pasando. Solo cuando mis hijos empezaron a hablar, de vez en cuando, me ponía a grabarles sus frases a media lengua, sus canciones infantiles, sus recitaciones o sus cuentos con esas vocecitas de niño chiquito. Casi siempre les pregunto qué edad tienen e indico la fecha de la grabación. Tengo varias que quiero copiar al PC pero nunca tomo el tiempo de hacerlo.

Ya no grabo nada. Perdí la costumbre. De pronto me sorprendo oyendo mi voz en un contestador telefónico. Me sorprende oír mi propia voz deforma sin la resonancia de mi propia cabeza. Me parece raro que uno pueda o no pueda reconocerse de esa manera. Tantas palabras pronunciadas en este mundo. Las palabras se las lleva el viento.

22:41 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: sonido, voz, memorias