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lunes, 21 septiembre 2009

Detrás de un título

NV-IMP509.jpgEscribir un relato a raíz de un título es novedoso para mí. Es raro. En general pienso un relato, se me ocurre un título provisional y cuando termino de escribir el texto completo, releo el título varias veces y lo cambio hasta quedar satisfecho. A veces el título definitivo no tiene nada que ver con el provisional; otras veces cambio muy poco o nada.
Pues bien, a partir de diecisiete títulos de relatos negros, me inventé o armé uno solo, demasiado largo para un libro y que dice:

Remordimiento, terapia, corrección, evasión, destierro y muerte a disparos de la familia del matarife Matrix en el mundo sin identidad en tiempo de robo una noche de tinta negra en manos de Sor Furcia

Ahora me tocaría escribir el relato que se esconde detrás de ese título tan largo, sin verbos, pero que no tenga nada que ver con los diecisiete cuentos, que sea independiente. Ya hay dos personajes: el matarife Matrix y Sor Furcia. Un matarife es ya alguien que mata animales, un ser violento. Una monja es normalmente todo lo contrario. Sor Furcia, ¿roba, mata o simplemente utiliza la tinta quizás para escribir?
Aquí por ejemplo hay muerte a disparos y de una familia, quizás toda la familia. ¿Padres, hijos, nietos, tíos, primos? ¿Asesinato, venganza, accidente? Se ve que es una familia que sufre pues pasa por etapas de remordimiento (¿De qué? ¿De maldades hechas o de palabras pronunciadas?), terapia (¿física o sicológica?), corrección (¿Cárcel, castigos, golpes o simples amonestaciones y consejos?), evasión (De nuevo, ¿física o mental o las dos? Huida y persecución), destierro (pienso en guerras, amenazas, desplazamientos forzados, viajes).
En qué orden hacerlos recorrer esos estados y cómo lograr que pasen de uno a otro naturalmente o sorprendentemente. Un mundo sin identidad puede ser un lugar universal, es decir unos hechos que no se identifiquen con un pueblo, una cultura o un país; un lugar cualquiera. Tiempo de robo podría ser la noche facilitadora y protectora o la guerra con sus saqueos y violaciones. La tinta negra podría ser el color de la noche o las manos de la monja.
Me encuentro al pie de un árbol frondoso para escalarlo y cada bifurcación de las ramas es una posibilidad de escritura hasta llegar a cada una de las hojas que serían al fin y al cabo tantos cuentos o desenlaces. Un título es importante para un libro o un relato. Debe despertar la curiosidad. Debe dar ganas de seguir leyendo.
La imaginación nos hace viajar a lugares remotos en instantes. Ya veo al matarife Matrix de joven siendo el novio de Furcia que por despecho se ha metido de monja después de matar por celos a la amante secreta de Matrix, un luchador mexicano enmascarado y justiciero. La familia de Matrix podría ser mafiosa y rica o, al contrario, honesta y pobre, aunque mafiosa pobre u honesta rica sería más original. Muertes y más muertes. Es un tópico muy común en la ficción. ¿Hay novelas sin muerto? ¡Ay!, muertos sin novela.

jueves, 13 agosto 2009

Duelo de celulares

NV-IMP479.jpgNo sé muy bien por qué me gusta esta foto que tomé en un parque de Lausana el fin de semana pasado. Las dos personas que caminan parecen tener un teléfono celular en el oído. Parece que se estuvieran llamando mutuamente y hablando sin verse. Podría ser la madre y el hijo. Las tres personas sentadas en el banco son testigos de ese encuentro y desencuentro. No se ve que ellas estén hablando entre sí, sino más bien pensativas con sus mentes en otros mundos. Cinco personas físicamente en el mismo espacio y sin embargo como si no estuvieran ahí.
Recuerdo imágenes de películas de vaqueros en las que dos pistoleros se encuentran en una calle polvorienta y solitaria en pleno sol mientras los testigos se esconden detrás de las cortinas de las casas y cantinas. El sheriff contra el bandido o dos bandidos entre sí.
Aquí el duelo es con teléfonos. Se acercan desde lejos cargando las ondas electromagnéticas de la incomunicación. Dentro de unos instantes se detendrán, se darán cuenta de que están frente a frente, se reconocerán y apuntarán certeramente sus teléfonos en dirección del otro, apoyarán en el gatillo del botón off para hacer desaparecer a su adversario como se cambia de canal de televisión con el control remoto. Serán tan certeros que los dos irán a desaparecer dejando atónitos a los tres testigos del banco. Los espectros se materializarán a kilómetros de distancia en casas ajenas, transformados por la teletransportación sin recordar muy bien lo sucedido. Las tres señoras se mirarán sorprendidas y se levantarán rápidamente para tratar de olvidar esa visión extraña de ciencia ficción sacada de la cabeza del fotógrafo que desde lo alto de una colina guardará como un tesoro la prueba del duelo de los celulares.