domingo, 12 julio 2009
Trabajo alimenticio
Las dos jóvenes trabajaban en el mercado callejero dos veces por semana. Vendían frutas y legumbres durante el invierno para pagarse sus vacaciones de verano en el sur de España. Allá en la Costa del Sol habían conocido a unos gitanos muy guapos, pero lo malo es que se habían enamorado del mismo hombre. Se la pasaban hablando sin poner mucho cuidado de los clientes. Eso sí, los atendían y vendían, pero siempre en su mundo. ¡Ah! La juventud, la juventud despreocupada y soñadora. Todo el tiempo por delante.
«¡Naranjas! A mí no me lo vas a quitar. ¡Que se fijó en mí primero!», decía la una. «¡Qué guama! No sé cómo vamos a arreglarnos para seguir siendo amigas cuando yo consiga que sea mi novio y no el tuyo. ¡Qué guayabo que nuestra amistad se rompa por un hombre!», contestaba la otra muy burlona. «Es que apenas llegue el verano me voy a toda leche para allá y al pan, pan y al vino, vino. Yo no soy tan buena papa como te imaginas, querida», replicaba la primera. «Con azúcar está peor. Deja de ser zalamera. La vida viene con su sal y pimienta. Lo mejor es que lo arreglemos dándonos unas piñas, tortas y castañas. ¡Ja, ja, ja! Cuando quiero ir rápido, me voy echando leches, habladora», respondía la segunda. «En cualquier parte se cuecen habas. Los hombres de allá son como los de aquí. Ya nos estará poniendo los cuernos. Para qué estar como un fideo pensando en ellos. Me importa un pepino que te imagines lo que quieras. La realidad es otra. Ya verás que cuando me vea y te deje de lado será miel sobre hojuelas para mí», rezongaba la otra. «Ni qué cuentos ni qué pan caliente, querida. Tú no eres trigo limpio. Ayer te vi besándote con el Manuel a la salida de la fábrica. Que cuando le cuente todo al Luis, te deja de inmediato», reviraba la rival. «Mejor eso que hacerse una pera. Tampoco eres pera en dulce ni pan bendito. Para qué pedirle peras al olmo. De todas formas te pondrás como tomate cuando le cuente al Luis que tú andas por aquí con el Ricky ese del supermercado. El otro día cuando llovía y estaba hecho una sopa, él que es tan buena papa y es del año de la pera que parece una pasita, te estaba abrazando en el patio trasero y no te diste cuenta que los vi. Él sí me vio y se quedó más fresco que una lechuga», replicó la otra. «Tú lo que eres es mala leche y eres pan comido que con el primero que se te presenta ya te estás besando. Dejemos la bobada y ocupémonos de nuestros clientes, que si el patrón se da cuenta no nos paga y nos quedamos con los crespos hechos. Ya veremos quien se gana al gitano ese y quien se queda para vestir santos, querida. No pensemos más en eso. ¡Caramba!», concluyó la más viva y guapetona sonriéndole a un cliente nuevo.
07:00 Anotado en Juego de escritura | Permalink | Comentarios (3) | Tags: ficción, cuento, expresiones
miércoles, 08 julio 2009
Palanca de emergencia
Los trenes regionales en la estación de Toulouse Matabiau no funcionaban bien debido a un movimiento de protesta del personal de los ferrocarriles nacionales franceses. Afortunadamente el tren de alta velocidad que teníamos que tomar estaba anunciado sin retraso a las 14 y 37. Estuvimos esperando frente al tablero de salida de trenes hasta que anunciaron que el nuestro nos recogería en el andén número 6. En medio de una gran cantidad de viajeros empezamos a dirigirnos con nuestras pesadas maletas hacia el lugar señalado. El tablero de composición del tren nos indicó que nuestro vagón quedaría frente a la marca X. Apenas cinco o diez minutos, como máximo, antes de la hora de la salida llegó el tren lentamente y se detuvo con unos metros de distancia más allá de la marca X donde lo esperábamos. De nuevo todos nos amontonamos para subir rápidamente y sentarnos al fin en nuestros puestos reservados. Dos señoras mayores obstruyeron el paso subiendo e instalando sus bicicletas. Por fin arriba tras dejar la maleta más grande en el espacio previsto cerca de la puerta pudimos sentarnos en el vagón número 8, puestos 33 y 34.
¡Uf!, ya instalados presenciamos el ir y venir de los demás viajeros buscando sus sillas, poniendo maletas en los estantes superiores o discutiendo por un puesto ya ocupado. Una señora con dos bebés (uno de brazos y otro de unos dos años) se acercó a los puestos inmediatamente adelante de los nuestros con muchos paquetes y con un señor que la acompañaba (supuse que fuera su esposo) que puso en la parte superior una maleta grande y pesada, mientras ella convencía a una familia de que les dejara el sitio pues estaban en un vagón equivocado. Por fin se aclaró el error, la familia le dejó el puesto a mujer y bebés y justo en ese momento nos dimos cuenta de que el tren empezó a moverse con destino a Lyon.
La señora se sorprendió y le dijo a su acompañante: «¿Dónde está la otra maleta? ¿Se quedó en el andén? ¡Hay que ir a buscarla! ¡Están las cosas de los niños! ¡Tira de la palanca de emergencia!» Varios pasajeros protestaron, pero la señora y su acompañante no hicieron caso y se fueron en dirección de la puerta buscando a un controlador para que detuviera el tren. Estaríamos a doscientos metros de la estación cuando oímos una señal de alarma y sentimos que el tren empezó a frenar hasta que se detuvo. La señora regresó de mal genio diciendo que era el colmo que no le dieran más tiempo, ella con dos bebés y viajando sola; el acompañante no viajaba y tenía que bajarse del tren.
Al cabo de media hora, el tren pudo al fin emprender su viaje, pues por medidas de seguridad hubo que controlar muchas cosas antes de poder arrancar. Por los altavoces nos pidieron disculpas anunciando que fue un hombre muy excitado que había tirado la palanca de emergencia pero que la policía ferroviaria lo había detenido en la estación. La señora se rio y dijo que no era cierto. Al cabo de un rato la oí hablar por teléfono con el señor que la acompañaba pues le decía que habían dicho que él era un excitado y también le preguntó por la maleta. Los treinta minutos de atraso se fueron recuperando cuando el tren pudo viajar a alta velocidad. Esto permitió que llegáramos a Lyon con solamente diez minutos tarde y poder tomar a tiempo el tren de Lyon a Ginebra. Es la primera vez que soy testigo de un caso de parada de emergencia de un tren. Menos mal no fue nada grave.
viernes, 03 julio 2009
La ciudad y los idiomas (15 de mayo del 2001)
(El comentario de Fernando me recordó un chiste sobre un gringo y un mexicano. Lo estaba buscando en mi PC y me encuentro con el siguiente texto que escribí hace años en un foro sobre idioma. Si no encuentro el chiste escrito, lo escribiré de memoria, pero no hoy; no tengo tiempo.)
No sé si sea muy original al escribir estas líneas, pero se me ha ocurrido que las ciudades son como los idiomas. Me explico. Vivimos en una ciudad, así como vivimos en un idioma. Un idioma tiene importancia, como grande y conocida puede ser una ciudad. Ésta tiene su historia, sus barrios, sus gobernantes o sus delincuentes. Algunos viven en ella sin quererla y sin preocuparse por ella. Otros velan por su mantenimiento, restauración o embellecimiento. Si destruimos su casco histórico, la ciudad pierde la memoria y enlace con el pasado. Sin embargo, debe poder crecer y adaptarse a la vida moderna. Cada barrio tiene su carácter que lo identifica, pero todos forman parte de la misma urbe. Así pasa con los regionalismos y particularismos del idioma.
Hay barrios que preferimos visitar, otros que queremos olvidar y luego, está el barrio que escogemos para vivir y quizá, donde tenemos nuestras raíces.
Cuando visitamos otras grandes ciudades, siempre las estamos comparando con la nuestra. Algunas nos gustarán por un tiempo, pero no siempre remplazan a la nuestra. Hay ciudades abandonadas o en ruinas. Hay ciudades sin alma y otras que impactan por su personalidad. Cuando se deciden grandes cambios urbanísticos, siempre hay discusiones sobre la utilidad, oportunidad o costo que conllevan. La ciudad en que vivimos es diferente a aquella en que vivieron nuestros padres y a la que dejaremos a nuestros hijos, lo que dependerá mucho de los que allí viven, la cuidan o maltratan. También hay quien prefiere vivir en el campo o está por obligación en un lugar que no le satisface.
Bueno, esas son algunas ideas que me han surgido de repente. Quizá porque soy un citadino y amo los idiomas, quizá porque me he mudado de ciudad (o más bien, de pueblo) hace ocho días y he caído en la cuenta de que he dejado el lugar donde hasta ahora he dormido y soñado el mayor número de noches consecutivas, quizá porque he estado preparando una velada sobre la vida en las grandes metrópolis como México, quizá porque leo los mensajes de esta lista...
NV, 15 de mayo del 2001