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jueves, 17 diciembre 2009

Cambio

NV-IMP571.JPGEl cambio tiene sus ventajas y desventajas. Al cambio lo vemos de manera diferente según la edad y la situación en que nos encontramos. Cambiar nos hace comparar lo que teníamos (quizás sin saber que lo apreciábamos) con lo nuevo que vamos descubriendo poco a poco o de repente. Lo nuevo puede en realidad ser antiguo pero es nuevo con respecto a lo que teníamos antes. Si nos acostumbramos a una situación y nos sentimos cómodos, no queremos cambiarla. Por eso dice el dicho: más vale malo conocido que bueno por conocer. O este más pesimista: salir de Guatemala para llegar a Guatepeor.

Vivimos en una época en que la gente quiere cambiar en permanencia y rápidamente se cansa de las cosas. Una sociedad de consumo que tira las cosas a veces aún en buen estado. Es como una ansiedad.

Sin embargo conozco mucha gente que no quiere el cambio, quiere que todo siga igual. Por eso con los años muchos se ofuscan con los jóvenes, con la modernidad, con el lenguaje nuevo, con los extranjeros, con la arquitectura que cambia el aspecto de sus ciudades, de sus barrios, de sus casas. Cambiar por cambiar no me parece buena idea. Me gusta cambiar pero también me gusta disfrutar de cada estado.

Los jóvenes que todavía no se han arraigado en un lugar, en una situación o estado, aceptan más fácilmente el cambio. Entre ellos están mis hijos que con sus sueños de juventud quisieran irse de año sabático a recorrer el mundo, no quieren aceptar que cambiar de la época de estudiante y de hijo de familia a la época de trabajador responsable de sí mismo tiene sus ventajas.

Cambios de gobierno, cambio de trabajo, cambio de ciudad, cambio de moda, vivimos en medio del cambio. La vida es un cambio, el tiempo se mide por el cambio. Sin cambio no hay tiempo. La eternidad debe de ser aburrida. Cambio de estado entre el trabajo a la jubilación o entre la edad adulta y la edad avanzada por usar un eufemismo para la vejez nos esperan. Ni hablemos del mayor cambio que nos lleva de la vida a la tumba. Cambio de pareja, cambio de PC, cambio de actividad, cambio de peinado. Me veo en medio de una máquina de estados finitos en las que salto de estado a estado matemáticamente según un cierto número de condiciones buscando el estado final sin querer encontrarlo. Cambios de carácter, cambio climático, cambio de salud, cambio de dinero, cambio de tema, cambio de velocidad. ¡Cambio y fuera!

jueves, 15 octubre 2009

Multiplicidad del presente

NV-IMP526.jpgA veces me siento como si estuviera recorriendo en paralelo un laberinto en compañía de toda la humanidad. Cada uno de nosotros estamos buscando una salida y seguimos caminos más o menos similares, más o menos diferentes, por ensayo y error. Cuando hablo con otras personas o leo lo que piensan o imaginan otros, me parece que estamos repitiendo una experiencia de laboratorio una y otra vez. El tiempo pasa y como en el Juego de la Oca tiramos los dados para avanzar o retroceder según la suerte. Uno ve a los demás y según su propia experiencia puede inferir lo que les va a suceder. Tenemos más o menos un camino trazado que nos esforzamos en seguir o en abandonar pero solo logramos reorientarlo un mínimo que por pocos milímetros que sean al comienzo pueden llevarnos a sitios muy distantes con el tiempo. Es como andar por las calles de una vieja ciudad europea que no tiene un plano rectangular como las grandes ciudades nuevas de América; si uno se equivoca de calle en una esquina al cabo de un rato se puede encontrar muy lejos del destino inicial.

En programación esas estrategias de búsqueda tienen nombre: heurísticas de barrido horizontal o vertical o en profundidad, a veces se combinan. Una manera por ejemplo de caminar un laberinto es tomar siempre el camino que se encuentra más a la izquierda: inevitablemente por ensayo y error, si se trata de un plano en dos dimensiones, se logrará llegar a la salida. Claro que si hay alguna trampa o un minotauro escondido en alguna de las piezas, se corre el riesgo de no salir con vida. Somos pues como clones que caminan estilo Pac Man en este mundo en busca de no sé qué. De vez en cuando, cual hormigas cargadas de hojas que se frotan las antenas al toparse en el camino, intercambiamos información para ganar tiempo y llegar más rápido al objetivo. Me siento como el aprendiz del brujo en el dibujo animado de Walt Disney que va cortando la escoba y cada nuevo pedazo se convierte en otra escoba que carga agua en un cubo hasta inundar todo sin control. Muy curiosa esa sensación de repetición infinita.