Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

viernes, 14 noviembre 2014

Redes sociales

NV-IMP883.jpg¡Cómo no se le había ocurrido antes! Seguro que iba a conseguir lectores por montón. Crearía varias cuentas con seudónimo en las redes sociales. Se inscribiría en todos los grupos literarios existentes. De manera sistemática escribiría notas en cada uno de ellos hablando bien de su novela, tratando de conseguir que los demás miembros fueran a leer la página web donde se vendía, haciéndose amigo de cuantas personas fuera posible en especial escritores, editores, traductores, periodistas, libreros, críticos literarios. Así al poco tiempo tendría miles de ciberamigos y sería miembro de miles de grupos de interés literario. Vendería tantos libros que se volvería rico. Para atraer más seudoamigos, comentaría elogiosamente todo lo que los demás pusieran en la web aunque no leyera nada.

Se sintió más solo que nunca en medio de miles de personas que probaban las mismas estrategias. Era como si estuviera en una inmensa plaza pública llena de gente donde cada individuo estuviera gritando a los cuatro vientos lo bueno que era sin que nadie se enterara. Como si estuviera charlando con alguien pero que esa persona no le pusiera cuidado y más bien hablara al mismo tiempo. La avalancha de mensajes hacía inaudible la información. Además no le quedaba tiempo para nada más. Se dio cuenta de que era ilusorio tratar de darse a conocer, que no tenía sentido, que era mejor volver al anonimato del que nunca había salido y nunca intentaría salir.

Decidió desconectarse del ciberespacio para siempre. Volvió a escribir en secreto como siempre sin que nadie lo leyera. Seguro de que sus textos eran intrascendentes e idénticos a miles de textos que otros clones escribían automáticamente, destruía cada escrito, cada cuento, cada novela apenas los terminaba sin releerlos ni corregirlos. Seguro de que escribía siempre lo mismo o sobre temas recurrentes, decidió tratar el mismo cuento desde todos los puntos de vista imaginables, como esos pintores que pintan el mismo cuadro con diferentes colores y sombras, pero siempre el mismo. Así vivió feliz en su laberinto sin llegar a encontrar ni vencer al minotauro de la escritura. Y colorín colorado este escritor frustrado terminó acabado.

23:03 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (2) | Tags: ficción, escritura, anonimato

domingo, 17 agosto 2014

Lovelly Blogs Award o mis amigos blogueros

NV-IMP876.jpgA ver, Nora. Mis primeros intentos de escritura literaria fueron como a los dieciséis o diecisiete años con unos cuentos que no guardé. Pasaron muchos años hasta que a comienzos de los noventa, cuando compré el primer PC para mi casa, probando los diferentes programas, lo que hice con el procesador de textos fue escribir el comienzo de un relato imaginario. Me gustó el intento y en 1995 mi primer cuento completo fue publicado en una revista interna de mi trabajo en Ginebra, Suiza.

De autores favoritos, los que más me han marcado serían García Márquez, Cortázar, Borges, Vargas Llosa, Sábato, Sepúlveda, Bolaño, Cervantes, García Lorca, Delibes, Pérez Reverte. En otros idiomas, tengo a Proust, Balzac, Alejandro Dumas, Julio Verne, Edgar Alan Poe, Georges Orwell, Aldous Huxley, Hemingway, Graham Green, Somerset Maugham, Chejov, Pushkin, Thomas Mann, Orham Pamuk, Khaled Al Khamissi. Son autores que he leído, a menudo en su idioma original, y que recuerdo a menudo.

Sin embargo, no me considero buen lector. En un buen año, leeré como una decena de libros literarios. Todo depende de la época. A veces leo mucho, a veces mis otras ocupaciones me acaparan y no abro un libro de ficción durante días o semanas. De pronto leo poesía, pero no es mi lectura favorita. Ahora con la Internet, pierdo tiempo en cosas que no hubiera leído y no siempre son interesantes o valiosas. Hay buenas sorpresas por fortuna, pero no se puede calcular el número de páginas o libros que representan. El tiempo dedicado a la escritura también va en detrimento de la lectura.

He publicado en algunas revistas, pero sobre todo con Ediciones Irreverentes y M.A.R. Editor: una novela corta, un libro de relatos y otro de microrrelatos. He participado con mis relatos en varias antologías de múltiples autores. Fui editor literario de un cadáver exquisito muy entretenido.

Está por salir una antología de relatos eróticos con el tema del voyerismo donde va uno mío. Tengo una novela terminada reposando para releerla con nuevos ojos para ver qué habría que pulir y dos novelas empezadas que no he tenido tiempo de terminar, además ideas para otros escritos siguen madurando inconscientemente en mi mente.

Escribo en este blog, aunque ahora mucho menos que al comienzo (hace más de siete años). Con amigos escritores a veces nos ponemos retos literarios. En Facebook trato de animar el grupo Escritores Irreverentes con juegos de escritura.

Como muchos autores he escrito y enviado manuscritos a muchas editoriales. Algunas ni contestan, otras envían respuestas típicas negativas. Recuerdo una que me decía que mi libro sobre García Lorca no entraba en su línea editorial, cuando lo que yo había enviado no tenía nada que ver con ese autor. Si uno cree objetivamente que lo que escribe vale la pena ser publicado, hay que perseverar. Por suerte di con Miguel Ángel de Rus que trabaja seriamente a una escala humana y con una línea editorial seria, clara e interesante.

Seguro que tener un blog me ha servido mucho para practicar la escritura. No es lo mismo escribir en privado y dar a leer tus textos solo a familiares y amigos. Con un blog te obligas a mantenerlo activo y te encuentras con personas increíbles de cualquier lugar del mundo, algunas se convierten en verdaderos amigos y cómplices literarios. Es muy enriquecedor.

Como siempre lo he dicho, lo que me falta es tiempo para hacer tantas otras cosas que me llaman la atención, una de las cuales es la escritura.

Ya ves, no es muy original, pero gracias a tus preguntas, lo he puesto aquí por escrito.

martes, 22 octubre 2013

¿Cómo aprendí a leer?

aprender, lectura, escritura, idiomasMuy buena pregunta, Mayti. Antes de interesarme por la lectura y escritura, lo que me gustaba era dibujar. Con que me dieran papel y lápiz, yo era feliz pintando. Los elogios de mi familia me motivaban a dibujar más. A veces una tía o mi abuela me proponían que escribiera las vocales o palotes, pero me parecía aburrido. Me gustaba que me leyeran, sobre todo las historietas que salían en el periódico, en blanco y negro entre semana y en colores los domingos.

Recuerdo que en ese tiempo de feliz analfabeta encontré el cuaderno de tareas de mi hermano, cuatro años mayor que yo, tentadoramente abierto y me puse a dibujar en él. Llené dos páginas de garabatos. Por supuesto, me regañaron.

No sé si fue antes o después de esa pilatuna que un día que mi hermano estaba juicioso haciendo sus tareas y yo jugando a su lado, le pregunté qué hacía. Me dijo: «esta tarea; léela». Cuando cayó en la cuenta de que yo no sabía leer, se sorprendió y empezó a explicarme el sistema de las letras, vocales, consonantes y el desciframiento tipo mamemimomú. La lección no duró mucho pues él quería terminar su tarea para poder irse a jugar, pero me picó la curiosidad y las ganas de leer.

Aprendí en serio en la escuela con una cartilla llamada Alegría de leer. Fue la primera cartilla de muchos niños colombianos. Tenía una doble página por cada letra del alfabeto, desde las más fáciles a las más difíciles. Frases como «Mi mamá me ama. Amo a mi mamá. El burro va al molino» nos hicieron aprender poco a poco la lectura y la escritura. Con solo ver su carátula me recuerda mis años infantiles. El salón de clase era grande con muchos pupitres y niños. Los olores y sonidos reaparecen todavía muy vivos en mi mente. Recuerdo las numerosas manos levantadas para pedir la palabra y contestar a las preguntas de la maestra.

Cuando por fin supe leer, no paraba de descifrar cuanto letrero y aviso veía en la calle. Parecía una cotorra. Jugábamos con mis hermanos a decir una palabra que habíamos visto y los demás a descubrirla en medio de la selva de letras de las publicidades. En ese tiempo los anuncios de los almacenes eran perpendiculares a las fachadas y hasta el almacén más pequeño podría tener el aviso más grande.

Esa sensación de descifrar mensajes secretos con los primeros pasos de la lectura me encantaba y me sigue gustando. Quizás por eso disfruto aprendiendo idiomas extranjeros. Leer avisos en ruso o en árabe y descubrir palabras nuevas es maravilloso.