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viernes, 18 junio 2010

Escuela de Cine de Ginebra

NV-IMP651.JPGAnoche era la entrega de diplomas de la Escuela de Cine de Ginebra con la proyección de los cortometrajes que fueron los proyectos de grado. Fue una hora de visualización de ejercicios prácticos de ficción de buena calidad, pero inevitablemente con sus altos y bajos. Me parece que el punto común fue la sangre y la muerte violenta. Creo que el que más me gustó fue uno en el que, sin ser cine mudo, ningún personaje habla pero uno entiende perfectamente bien lo sucedido que interpreto como sigue: Una joven visita en la noche el lugar del accidente en moto donde un joven murió. Parece haber sido su amante. El espíritu del muerto se le aparece en el bosque, la lleva a ver a su familia y hasta la tumba de los dos, es decir ella y él. Al ver a su madre postrada ante sus fotos, cambia de idea, regresa al lugar del accidente y descarga su pistola con la que aparentemente había decidido suicidarse. Me pareció muy bien hecha en todos los aspectos. Hubo otras que me gustaron como la de un vendedor de hamburguesas, la de una joven que simula un suicidio para que la mujer de su padre, que no es muy claro que sea su madre, se suicide. Se nota que los jóvenes se divirtieron y trabajaron mucho.

http://www.ecole-cinema.org/

domingo, 13 junio 2010

Niebla oscura y confusa

NV-IMP649.JPGInspirada en una frase de Carlos Ruiz Zafón
en El príncipe de la niebla.

La decisión era terminante: partirían al amanecer del día siguiente. Hasta entonces, debían empacar todas sus posesiones y prepararse para el largo viaje hasta su nuevo hogar. Eran las seis de la tarde, les quedaban menos de doce horas para tener todo listo. Salma quería llevarse todo, Sigmar, abandonarlo todo. Ella sacó las dos maletas más grandes que tenía, él, un morral mediano. Patrick vendría a buscarlos en su camioneta azul. «Pondré mis álbumes de fotos, joyas, cartas de amor, diplomas, remedios, trajes, perfumes, maquillaje, libreta de direcciones, teléfono, cámara fotográfica, PC, libros favoritos, diccionarios. ¡No sé, no sé! Tenemos poco tiempo», decía en voz alta buscando sus cosas.

«Llevaré mis recuerdos en la cabeza, un lápiz, un papel, mi pasaporte, mi tarjeta de crédito, ropa para tres días, el dinero en efectivo que tengo en la caja fuerte, una pistola, barras vitaminadas y agua en una cantimplora. El resto sobra», comentaba él despreocupado mirando un partido de fútbol en la televisión. Salma empacaba sin parar. Cuando terminó el partido antes de medianoche, se levantó, puso lo anunciado en su mochila y se fue a dormir. Salma siguió dando vueltas sacando algo de las maletas para poner otra cosa de pronto más importante. Una niebla espesa invadió la ciudad ahogando todas las luces de ese invierno austral.

Sigmar abrió los ojos a las cinco de la mañana, se levantó como un resorte, se preparó sin prisa y salió al balcón para esperar a su amigo. La niebla apenas dejaba ver la entrada del edificio quince pisos más abajo. Salma dormía profundamente sobre sus maletas atiborradas y sin cerrar. Su compañero salió tranquilo, cerró la puerta sin llave y bajó al encuentro de Patrick. «¿Solo llevas eso? Vamos lejos. ¿Dónde está Salma?», preguntó el irlandés. «No necesito nada más. Lo dejo todo. Quiero empezar una nueva vida. Salma decidió quedarse. ¿Adónde vamos?», contestó Sigmar sin ninguna expresión en su rostro. «Allá ella si se quiere quedar. Al fin y al cabo es a nosotros a quienes quieren matar. Nuestra misión es llevar sano y salvo al hijo del rey de la mafia a su tierra natal en la isla del Príncipe de Galles en la península del cabo York al norte de Australia. Nos está esperando en un escondite a las afueras de Melbourne para recorrer más de tres mil kilómetros de sur a norte», explicó Patrick mientras se alejaban.

domingo, 06 junio 2010

Trapecio

Cuando vi al señor Knie esta mañana en su despacho, parecía más serio que de costumbre. Empezó a hablar del mal tiempo, de la situación económica difícil, de lo duro que era mantener a flote la empresa familiar que su bisabuelo había fundado y visto crecer y triunfar generación tras generación. Una empresa centenaria de las de antes. Ahora todo reposaba sobre sus hombros y tenía una responsabilidad muy grande. Creí que me iba a despedir. Llevo diez años trabajando con ellos y me siento un miembro más de la familia. Le pregunté directamente si quería echarme. Me calmé cuando me aseguró que yo era uno de los mejores y que sería de los últimos en abandonar. Le contesté que podía contar conmigo, que entre todos saldríamos adelante, que me explicara sus planes. Su idea era reducir drásticamente el personal guardando lo esencial, que como en mi caso éramos seis personas en dos equipos para el mismo trabajo, se quedaría con uno solo equipo de tres personas y que con el dolor del alma despediría al otro. Me pareció sensato y le aseguré que el mío era el mejor de los dos y no habría problemas. Me sorprendió explicándome que en realidad iba a formar un nuevo grupo escogiendo a tres de los seis: uno era yo, el más experimentado, el otro era Carmen la más simpática y disciplinada y el tercero era Pablo el más joven pero el que tenía más potencial para el futuro. Recibí la noticia como una patada en el estómago. «¿Cómo? ¿Quiere que trabaje con ese tipo tan petulante y majadero? ¡Se la pasa hablando mal de mí y de mi equipo, diciendo que él es el mejor y que va a tomar mi puesto. Es la única persona que detesto aquí», le grité. «Se equivoca. El equipo que ustedes tres formarán será mejor que los dos actuales y los resultados serán insuperables. Dentro de un tiempo me lo agradecerán y se los agradeceré. Será difícil pero no imposible. ¡O es así o se van ustedes los tres al carajo y punto!», contestó categóricamente. Me tocó aceptar. Lo complicado será tener confianza en ese mequetrefe. Soy consciente de que es buen trapecista y tiene talento, pero no sé cómo nos irá en el trapecio dependiendo el uno del otro a la fuerza de nuestros brazos. No sé si lo soportaré o él me soportará y si los deseos de dejarnos caer mutuamente desde lo alto de la carpa del circo será más fuerte que alguno de los dos.