miércoles, 14 diciembre 2011
Del cine de celuloide al digital
Me pareció interesante el número de noviembre de la revista francesa Cahiers du cinéma. Estoy suscrito desde hace tiempo pero no me queda mucho tiempo de leerla con calma. En general fuera de un par de artículos, el resto lo veo superficialmente. Esta vez leí todos los artículos del tema principal que era el paso del cine de 35 mm al cine digital. Ya casi todas las salas de cine en Francia están equipadas para la proyección digital y las proyecciones en 35 mm podrían desaparecer a mediano plazo. ¿Qué será de las cinematecas en unas décadas?
Nos ha pasado lo mismo con las cámaras de fotografía. Son muy pocos los que siguen usando las películas de carrete que hay que revelar y copiar sobre papel. Ahora casi todo el mundo anda muy campante con una cámara digital en el bolsillo. ¿Qué pasará con el libro en papel y el libro electrónico en este siglo? No me había puesto a pensar en el impacto de este cambio para el cine.
La revista trata todos los aspectos: el montaje, la conservación, la distribución, el material técnico desde el rodaje hasta la proyección, el impacto en la realización, las nuevas posibilidades, lo que se pierde, lo que se gana. Es cierto que esa parte de la industria cinematográfica no había cambiado mucho a lo largo de su historia. La revista compara esta revolución con lo que fue el paso de la pintura al oleo a la pintura acrílica.
Me recordó a los fervientes defensores de los discos de vinilo cuando aparecieron los discos láser. Me imagino que algo similar pasó a la llegada de la imprenta comparada a la copia de libros a la mano. Ahora que se ha democratizado la realización de cine, parece que estuviéramos en una situación parecida a la de la música cuando se popularizó la práctica de algún instrumento. Los músicos aficionados pueden ir a un concierto y apreciar mucho más lo que oyen pues conocen las dificultades. Quizás pase lo mismo con el cine o con la escritura o con el arte en general.
18:12 Anotado en Películas | Permalink | Comentarios (0) | Tags: revolución digital, películas, cine
lunes, 12 diciembre 2011
La fiesta de las luces
Por fin pude ir a la fiesta de las luces en Lyon este año. Hacía tiempo que veía en televisión los reportajes sobre las famosas iluminaciones de diciembre pero ya era demasiado tarde para conseguir un hotel cercano del centro. Este año aunque reservé en noviembre ya me tocó un alojamiento fuera de la ciudad.
Fuimos el viernes por la noche y regresamos el domingo a mediodía. El sábado estuvimos andando por el centro de la ciudad desde las doce hasta las once de la noche, para llegar al hotel, muertos de cansancio.
Hacía tiempo que no me encontraba en un lugar con tanta gente en las calles. En algunos lugares no se podía pasar. En otros tocaba forzar el paso o dejarse llevar por la masa de gente. A las seis de la tarde participamos en una visita guiada de dos horas recorriendo los espectáculos más importantes y accesibles. El guía era una señora austríaca que lleva más de cuarenta años viviendo en Francia. El grupo era de dieciocho personas que seguíamos el paraguas naranja de nuestra guía para no perdernos.
En la plaza Bellecour estaba la estatua ecuestre del rey LuisXIV con unos globos que parecía que se lo iban a llevar volando. En el río Saona habían iluminado varias iglesias con luces que cambiaban de colores y que con rayos láser comunicaban unos monumentos con otros. En la plaza de los Célestins estaba el que más me gustó: un juego flipper gigante que iluminaba el edificio mientras una persona jugaba desde un pupitre en medio de la plaza. El de la plaza de los Terreaux también estuvo muy bien hecho pues sobre los edificios se veían unos caballos que se escapaban de la fuente que queda en el centro de la plaza y la Garona los persigue. A veces daba la impresión de que el edificio se caía por pedazos. Había tanta gente que tocaba entrar por un extremo de la plaza y salir por el otro siguiendo unas flechas de luz que indicaban el camino. Desde lejos vimos un elefante gigante que se movía en medio de la multitud. Era imposible acercarse de tanto gentío.
Todo estuvo grandioso e impresionante. Almorzamos en uno de esos restaurantes típicos de Lyon que llaman bouchon y paseamos por los pasajes que atraviesan las casas por el interior que llaman traboules.
Hace un año estuve en Medellín, Colombia, viendo las iluminaciones que son muy bonitas pero nada dinámicas como las de Lyon. Vale la pena ir a ver estos espectáculos aunque sea una sola vez en la vida.
12:00 Anotado en Espectáculos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: luz, sonido, diciembre, lyon, francia
domingo, 11 diciembre 2011
Ahorrar o derrochar, esa es la cuestión
El notario siempre los ponía nerviosos pues los citaba a una hora para atenderlos una hora después. Conocían la sala de espera de memoria. Se había convertido en un intermediario obligado desde que se pelearon definitivamente con Patricia hacía años. Había sido la hija preferida de sus ricos padres, quizás por lo excéntrica y original que fue desde niña, y había heredado la mayor parte de sus bienes. William y Benedicta sospechaban que había falsificado el testamento de sus padres o que los había envenado. La creían capaz de cualquier maldad. Esperaban por lo tanto que se muriera para recibir la parte que creían que les pertenecía. Como ella no tenía hijos ni esposo, todo les tocaría a ellos. Pedían cita con el notario una vez al año con ansias de que hubiera llegado el momento tanto deseado. Patricia no les dejaba llegar ninguna noticia. Lo peor era que los años pasaban y menos tiempo les quedaba para disfrutar de esa merecida herencia que con seguridad habría aumentado. Su condición de mellizos los había unido más de la cuenta.
Desde niña había sabido ganarse el primer puesto en el corazón de los padres, pero a escondidas, era una verdadera tirana maligna con sus hermanos. Nunca entendieron por qué. Cuando llegó la adolescencia los martirizó a toda la familia con sus crisis cíclicas de bulimia y anorexia que casi la matan. Benedicta y William estaban felices pensando que Patricia moriría joven y por fin los dejaría tranquilos.
Patricia pudo viajar sola al extranjero desde joven, mientras que ellos por enfermizos tenían que quedarse en casa todas las vacaciones. Ella se casó joven y se divorció muy pronto. Se casó y divorció varias veces. Después vinieron una serie de amantes de todo tipo con quien nunca se estabilizó. Su vida fue un desorden organizado hasta la muerte de sus padres. A partir de ese momento tomó las riendas de la empresa y se puso a trabajar como nunca alejando a sus hermanos de los negocios familiares y arrinconándolos a las mínimos espacios que le permitían la ley.
Los mellizos tenían dinero para vivir sin trabajar. Ese no era el problema. Lo que no soportaban era que Patricia los hubiera excluido así y que su hermana mayor los despreciara y los odiara a tal extremo. Por más de que contrataron los mejores abogados, Patricia siempre salió ganando.
El notario vino por fin a atenderlos. Entraron en su oscuro despacho decorado con muebles de madera antiguos y con pilas de documentos por doquier. Siempre se preguntaban cómo hacía para encontrar algo en semejante desorden.
- Por fin les tengo buenas noticias- dijo el notario-. Patricia murió hace unas semanas. Todo se ha mantenido en secreto según su voluntad. Tengo el testamento aquí en dos sobres sellados que solo puedo abrir en presencia de ustedes dos.
- ¡Gracias a Dios! Al fin nos llegó la hora- dijeron aliviados.
Los sobres de color amarillo estaban dentro de otro de plástico transparente y del mismo tamaño. Desde fuera no se podía leer nada pues las caras escritas estaban justamente en el interior una contra otra. Al romper la bolsa que estaba pegada herméticamente al vacío el aire infló el interior y el notario sacó las dos cartas con parsimonia. No tenía ni idea de lo que contenían. Uno decía «este sobre es válido si muero cuando esté de vacaciones» y el otro «este sobre es válido si muero cuando esté trabajando».
- ¿Cuál de los dos es el bueno?- preguntó Benedicta.
- Abramos primero este- contestó-. Tengo que contarles que desde hace años Patricia tomó una costumbre muy extraña. Pasaba casi todo el año trabajando sin cesar. Adicta al trabajo como si fuera el centro de su vida, como si fuera su único refugio noche y día sin descanso. Se comportaba como si no hubiera nada más que hacer. Durante el verano, exhausta de tanto trajín, tomaba dos meses de vacaciones para recuperarse. Me prohibió terminantemente que se lo contara a ustedes. Sabía que nos vemos una vez al año. Esas eran sus órdenes.
William y Benedicta se miraron sorprendidos e imaginándose lo peor. La carta decía simplemente: «doy todo lo que tengo a mis hermanos». Ellos se alegraron como nunca pero como el notario puso mala cara, empezaron a preocuparse. Les explicó que ese sobre era el que había que abrir si Patricia moría durante sus vacaciones y como no era el caso, el válido era el otro que decía simplemente: «doy todo lo que tengo a mis empleados y no le dejo nada a mis hermanos».
- Lo siento mucho- dijo el notario tras una larga pausa. Da igual. No sé por qué, pero Patricia se las ingeniaba para gastar todo lo que tenía durante sus vacaciones, despilfarrando, derrochando sin límites, regalando a quien menos uno se imaginaba, pero volvía como loca al trabajo hasta que recuperaba y acumulaba el dinero perdido. De cualquier manera, a ustedes no les hubiera tocado nada.
- Eso era lo que temíamos, pero lo peor es que nunca sabremos por qué lo hizo y por qué siempre fue tan mala con nosotros- contestaron los mellizos con una cara larga y triste.
11:19 Anotado en Juego de escritura | Permalink | Comentarios (1) | Tags: ficción, cuentos, herencia, odios, trabajólicos