martes, 28 septiembre 2010
La primera vez que...
Había oído hablar mucho de ella, la había visto en libros, revistas, cine y televisión pero nunca había estado tan cerca personalmente. Tenía unos diecisiete años de edad, siempre había vivido en el interior del país y aunque tenía ganas de conocerla, no se me había presentado la oportunidad. Ese primer día por fin sentía su presencia imponente y cálida. Dicen que es muy ambigua. Unos dicen que es ella, otros que es él, pero nadie conoce a ciencia cierta su verdadero género, pues no tiene sexo. Creo que fue en Cartagena o en Santa Marta donde nos encontramos. Era un día de sol tropical, estaba con un grupo de jóvenes de mi edad, unos costeños, otros cachacos. El primer contacto físico fue a través de mi piel que sintió su calor que me abrasaba. Si nos hubiéramos encontrado aquí en Europa, las cosas hubieran sido diferentes. La segunda sensación me la dio mi lengua y mi boca, fue un contacto con sabor a sal. Luego vinieron los empellones fuertes y los revolcones que me dio por sorpresa tirándome al suelo y cubriendo todo mi cuerpo con su enorme masa. La oía rugir desde la ventana de mi hotel, la sentía en la humedad del aire y en la brisa que me traía sus olores salados. Le tenía respeto y todavía se lo guardo, pues no he sido muy buen nadador. Fue como sentirme flotando en una sopa caliente, con algas nadando a mi lado en medio de olas espumosas. Esa noche oscura desde la ventana de mi hotel vi su espuma como de perro rabioso que acariciaba la playa de arena y el rumor de su arrullo de gaviotas me quedó grabado para siempre en la memoria.
viernes, 26 marzo 2010
Jardines
Ayer o antier, saliendo del estacionamiento de mi trabajo me sorprendió el agua que caía sobre mi cabeza ya que era un día soleado y relativamente caliente para un comienzo de primavera en el que no se esperaba la lluvia. Miré hacia arriba y me di cuenta de que lo que pasaba era que estaban regando una plantas en la terraza del edificio. Mi mente volvió de repente a los primeros meses que pasé en Francia recién llegado hace más de treinta años. Me habían hablado de los jardines y de las mangueras automáticas que los regaban por doquier. De esos aparatos no había en Colombia cuando yo me vine. Son esos artilugios que con la presión del agua van girando poco a poco hasta cierto punto desde donde se devuelven velozmente para volver a empezar un nuevo ciclo sin cesar. Lanzan sus chorros más o menos lejos. Los jardineros solo tienen que cambiarlos de puesto y reorientarlos regularmente. Cuando yo llegué, varias veces me vi lavado por sorpresa por no haber calculado el movimiento para pasar entre las gotas. Era casi un juego esperar un rato para pasar corriendo en el momento preciso. También era gracioso ver a los demás tratando de escapar al juego de agua. Dentro de poco volverán a «florecer» esas mangueras por estos jardines que gracias a ellos son tan verdes.
08:00 Anotado en Naturaleza | Permalink | Comentarios (2) | Tags: agua, plantas, mangueras