sábado, 12 diciembre 2009
Encuentro fantástico (7)
Habíamos quedado en vernos temprano en el bar del hotel antes de que nuestros padres se levantaran y bajaran a buscar noticias de la apertura del aeropuerto. Nos habíamos entendido muy bien desde el comienzo. El destino nos hizo cruzar en esa ciudad y en esa fecha. Algo me decía que ese encuentro iba a dejar una huella profunda en nuestras vidas.
La primera noche cuando quedé a solas con mis padres me di cuenta de que no estaban contentos de haberse visto con sus viejos amigos, sobre todo mamá. Cosas que no se habían dicho frente a frente salieron a relucir a la superficie en nuestro cuarto. No era para menos, según sus mentes retrógradas.
Karina que se había peleado con Emilio, empezó a salir por despecho con Pedro que era el más alegre y divertido del grupo, pero para ella no podría ser el padre de sus hijos, no le veía seriedad ni futuro.
Pedro seguía sin entender lo que le pasaba. Quiso explicarse con Beatriz pero ella lo rechazó. No logró concentrarse en sus estudios y al final del semestre las malas notas no le permitieron seguir en la universidad. Tuvo que cambiarse a otra. Afortunadamente lo aceptaron en El Rosario. Ese distanciamiento terminó con su breve amorío con Karina.
Emilio, que estaba ya encartado con Gloria tras haberla conquistado, no sabía cómo quitársela de encima; ella trataba de llevarlo al matrimonio pues pensaba que haberle brindado su virginidad no tenía precio. El padre de Emilio, un importante importador de vehículos Volvo en Valencia, Venezuela, murió de repente al final del mismo año. Emilio tuvo que regresar a su país para encargarse de los negocios familiares sin haber terminado su carrera de administración de empresas. Prometió a Gloria que volvería por ella pero rápidamente la olvidó.
Sospecho que Ángela y Alejandro tuvieron alguna aventura pasajera pero no lo tengo muy claro.
Ángela y Gloria empezaron a estudiar contabilidad de noche. Ángela terminó esa carrera, pero Gloria se cambió a derecho y se graduó de abogada. Pedro terminó derecho y consiguió una beca en la URSS. Al regresar al cabo de tres o cuatro años trabajó con empresas rusas que querían poner un pie en Colombia, especialmente en la industria de petróleos.
Karina y Alejandro empezaron a salir juntos y su relación se afianzó. Ella terminó sicología y él economía. Se fueron a estudiar un posgrado a EE. UU. Alejandro obtuvo un puesto en el FMI y se quedaron a vivir en Washington. Allá nació Lucas. El hijo mayor de Karina se fue a estudiar a Suiza y se quedó a vivir en Ginebra.
Ángela se fue a probar suerte a Venezuela adonde una pariente que estaba muy instalada en Caracas. Cuando logró legalizar su situación, empezó con trabajitos cortos con varias empresas hasta que postuló a un puesto fijo en Valencia en una empresa que resultó ser de Emilio. Su parecido con Alejandro le sirvió para que Emilio la reconociera y la contratara. Con el tiempo se ennoviaron y de esa unión nací yo el mismo año que Lucas y Roberto.
¡Ah! Roberto es el hijo de Gloria y Pedro que se conocieron trabajando para los rusos y solo hasta la nevada en París se dieron cuenta de que se hubieran podido conocer antes en la famosa fiesta, pero no lo sabían.
Karina, Ángela y Gloria no querían que sus esposos reanudaran la amistad y volvieran a verse. Temían que los antiguos amores destruyeran su estabilidad conyugal a pesar de que ya no eran los jovencitos universitarios y ahora eran medio calvos, canosos, gordos y con arrugas nacientes. Pedro, Emilio y Alejandro sentían que ya no eran los mismos y que la vieja amistad se había esfumado, solo les quedaban los buenos recuerdos y unas vidas divergentes.
Ese lunes 6 de enero anunciaron por fin que el aeropuerto había abierto completamente y sus vuelos tendrían lugar. Casi quinientos vuelos fueron anulados y unas diez mil personas tuvieron que dormir en París ese fin de semana. Todos estábamos contentos de poder continuar nuestro viaje. Creo que fue Pedro que preguntó, casi al despedirse de Ángela y Alejandro: «Pero, ¿ustedes por qué son tan parecidos? ¿Son de la familia o qué?»
«Cuando conté en mi casa que había conocido a una joven de mi edad parecidísima a mí, mi madre no me creyó. Burlándose comentó que ella no había tenido gemelos. Mi padre se puso muy serio y cuando estuvimos solos me dijo que él de joven había sido muy mujeriego y que había tenido varias novias muy parecidas a mamá, que no era imposible que una mujer muy parecida a mí fuera mi hermana media, que era mejor evitar ennoviarme con una mujer así pues nunca se sabe qué hijos podríamos tener», dijo Alejandro.
«Mi tía Mercedes me contó la vida difícil de mi madre que murió joven dejándome huérfana. Como ella era su mejor amiga, antes de morir le pidió que me criara. Parece que mamá tuvo una vida de bohemia y nunca se supo a ciencia cierta quién fue mi padre. Así es la vida», explicó Ángela.
Después supe, ya verán cómo, ninguno de los dos había contado todo lo que sabía.
viernes, 11 diciembre 2009
Desde una vitrina
¡Mira, mira! Ahí está de nuevo. Desde hace unos días viene a vernos. Estoy seguro de que viene a verme a mí. Pasan tantas personas frente a esta vitrina que ya no les pongo cuidado. Pocos se detienen y miran más o menos distraídamente lo expuesto. Aún menos se aventuran a entrar en la librería para ver las cosas más de cerca; con un poco de suerte, compran algo. En estos malos tiempos hay pocos clientes; casi nadie lee. Todos los libros se parecen. Todo está escrito. La ignorancia reina.
Quizás por eso me he fijado un poco más en los transeúntes. Esa mujer está un poco deschavetada, te lo digo. Primero, estuvo mirándome desde lejos. Poco a poco tomó confianza y empezó a acercarse mucho más observándome fijamente, descaradamente. Me dio un poco de miedo al comienzo. No se demoraba mucho, no decía nada y seguía su camino. A veces se ponía como a esperar que otros peatones se acercaran a nuestra vitrina y los observaba de reojo. Estaba pendiente de dónde iban a posar sus ojos. Si alguno se decidía a entrar, lo seguía. Me he dado cuenta de que viene más a mediodía poco antes de que cerremos o después de que abramos tras la pausa del almuerzo.
¡Mira, mira! Se fija en nosotros, se fija en mí. ¿Sabes? Sospecho que es una mujer angustiada, que está enamorada de mí, que quiere que tengamos éxito. Si pudiera ver mi contraportada, seguro que vería su foto y su biografía explicando cómo y cuándo me escribió, junto a un resumen de la trama, pero como soy un simple libro que tiene ojos en la portada, no en la espalda, unos ojos fríos de un cuadro del rey Carlos V, obligado a contemplar a los viandantes, condenado a tostarme y descolorarme al sol esperando que alguien me compre y con suerte me lea antes de que pase de moda, estoy jodido.
08:03 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ficción, libros, novela histórica
jueves, 10 diciembre 2009
Ambos
Hoy tuve el examen escrito de árabe de mitad de año escolar. Creo que no me fue mal. Poco a poco voy aprendiendo, a pesar de que no me queda suficiente tiempo para revisar las clases y memorizar el vocabulario. Sin embargo, preparándome para el examen, me he dado cuenta de que me hace falta dominar esa particularidad del árabe que es el número dual.
En castellano, tenemos: yo, tú (vos, usted), él (ella), nosotros, vosotros (ustedes) y ellos (ellas). En árabe, hay más: yo, nosotros, tú masculino, tú femenino, ustedes ambos, ustedes ambas, ustedes (tres o más) masculino, ustedes (tres o más) femenino, él, ella, ellos ambos, ellas ambas, ellos (tres o más) y ellas (tres o más). Es un lío, pues las declinaciones verbales, adjetivales y nominales cambian según la persona y el número.
¿Qué necesidad hay de distinguir cuando se habla de dos personas? Me dice un amigo que esta figura del dual se usa en griego y que en español, inglés y alemán quedan huellas en las palabras ambos, both y beide. En la Wikipedia, leo que muchos idiomas antiguos lo tienen (menciona el griego, el sánscrito y el árabe clásico) y que en algunos modernos quedan huellas o usos relacionados. Dice por ejemplo que el neither inglés es un resto de dual y que en latín existe ambo. Esto me hace caer en la cuenta de que en ruso el equivalente oba es también dual.
Cada idioma tiene sus peculiaridades, que hacen, por ejemplo, que cuando decimos en español «estaba» no se sabe si se trata de yo, él o ella, mientras que en árabe si uno oye a alguien decir tú por teléfono, se puede saber si el interlocutor es varón o mujer (aunque podría ser que se esté hablando de una tercera persona masculina).
Espero que logre automatizar rápidamente todos esos pronombres y sus correspondientes conjugaciones y declinaciones. Menos mal que al menos los plurales no animados se comportan como femenino singular y que no hay género neutro como en ruso o alemán, lo cual simplifica un poco la tarea.