martes, 21 junio 2011
El hombre que se ríe de todo
Tengo el gusto de presentar un nuevo libro en el que participo. Es una antología de relatos de humor. Cuando el editor nos propuso el tema recordé un cuento que escribí hace tiempo sobre los excesos que el purismo lingüístico nos podría hacer sufrir en manos de políticos poderosos. Parece que al editor también le gustó pues ahora está en papel con otros cuantos relatos. Espero que lo compren, lo lean y se rían también; es bueno para la salud física y mental.
EL HOMBRE QUE SE RÍE DE TODO
(es que todo lo desprecia)
Antología
(Narrativa, 90)
El hombre que se ríe de todo, es tener claro que la cumbre del humor fue pisada por primera vez por genios como Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura, antes de que Wodehouse, Musselman y Achille Campanille se convirtieran en la versión descremada de estos clásicos de la literatura. El humor de Jardiel Poncela y de Miguel Mihura va más allá del chascarrillo, del pasatiempo, araña la condición humana, profundiza, hasta convertirse en la cicatriz de nuestros males.
Jardiel Poncela y Miguel Mihura son los estandartes de este libro de Ediciones Irreverentes lleno de clásicos de la literatura de humor y la ironía como Karel Capek, Jules Renard, Oscar Wilde, Huysmans, El Vizconde de Saint-Luc, Antón Chejov, Saki y Bierce; el humor hispanoamericano está representado por el colombiano Nelson Verástegui, el nicaragüense Arquímedes González y el venezolano Norberto José Olivar; y la mejor literatura de humor española aporta nombres como Alonso de Santos, Miguel Ángel de Rus, Eduardo Mendicutti, Alberto Castellón, Ignacio del Moral, Cristina Fallarás, José M. Fdez Argüelles, Gonzalo López Cerrolaza, Francisco José Peña, Andrés Fornells, Joseba Iturrate, Elena Marqués, Salvador Robles, Joaquín Lera, Javi J. Palo, Andrés Sopeña, Sara Gª-Perate, Francisco Legaz, Julio Fernández, Félix Díaz González, José Mª Fernández Álvarez, Álvaro Díaz Escobedo, Rosario Martínez e Izara Batres.
¿Los temas? Los de siempre: amor y desamor, un muerto por error que se queja a Dios, un cura descreído que está predestinado a salvar a la humanidad, una tienda en la que alguien (parece una anécdota apócrifa) compró un libro; un ciudadano español que presenta formalmente sus credenciales como futuro rey de España; dictadores que han perdido el equilibrio psicológico. El hombre que se ríe de todo, es el mejor libro de humor desde hace medio siglo, incluyendo los tratados sobre el Fin de la Historia y los comunicados de la OTAN. Más saludable y efectivo que los antidepresivos y los ansiolíticos.
264 páginas • 15€
ISBN: 978-84-96959-97-2
http://www.edicionesirreverentes.com/narrativa/Humor.html
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domingo, 19 junio 2011
Dando palos de ciego
Fue en la estación de metro Príncipe Pío en Madrid por allá en el 2005. Siempre que me tocaba pasar por ahí me ponía muy nervioso desde que me habían asaltado una noche regresando del trabajo. Cada vez era peor. Me ponía a sudar y me perdía en los corredores en medio de tanta gente.
Antes era muy fácil a pesar de que habían construido muchos edificios del nuevo centro comercial con tantos almacenes y restaurantes. Lo peor eran las escaleras automáticas para ir a los andenes y los escalones para bajar y subir desde la calle. Mi mujer me había explicado muy bien cómo iba quedando todo a medida que las obras avanzaban y en mi cabeza tenía construida una réplica exacta del laberinto arquitectónico.
Quedé desamparado el día que murió por culpa de un loco que la empujó en el andén de otra estación en el momento en que llegaba el metro. ¡Cómo pueden dejar suelta por las calles gente así! Fue un tiempo muy difícil para mí acostumbrarme a vivir sin ella, sin su compañía, apoyo y ayuda. No tuvimos hijos y como fuimos hijos únicos, ya no queda nadie de la familia con quien contar. Total, al poco tiempo me atracaron en esa estación y el mapa que tenía impreso en mi cabeza se esfumó.
En el camino hacia la calle llegaba a un punto donde me perdía y entonces entraba en un bucle infernal. Ni olores de la comida de los restaurantes que caracterizaba el tipo de comida tan diferente que vendían, ni los ruidos de los almacenes tan distintos entre una farmacia, una tienda de perfumes, otra de juguetes o de ropa me orientaban como antes. No veía el camino. Además los puestos temporales que ponían en medio de los amplios pasillos en nuevos lugares cada semana me despistaban más.
Para que nadie notara mi nerviosismo trataba de buscar la salida por mis propios medios. No me atrevía a pedir ayuda a nadie en ese lugar. En otra estación o en otro tiempo hubiera sido diferente. Sabía que había un puesto de revistas y de flores cerca de la entrada donde se formaban tumultos entre los que paraban a comprar, los que esperaban a alguien y los que entraban y salían. El viento se colaba por las puertas y se formaba una corriente de aire por la diferencia de temperatura del interior y del exterior.
Mi brújula interna estaba fatal. Cuando oía a la vendedora de periódicos, me iba tranquilizando. Llevaba tantos años pasando frente a ella a la misma hora que me reconocía pero se había dado cuenta de que algo iba mal. Desde hacía varios días había empezado a perderme en el mismo lugar; era casi siempre ella la que me indicaba la salida.
Esa última vez debería de estar ocupada con sus clientes pues no me vio. Alguien se acercó hacia mí y me tomó del brazo. Mi miedo aumentó; me solté rápidamente. Era un hombre que me proponía ayuda. Desconfié. No contesté y traté de escaparme pero era cada vez peor. Por todos lados me estrellaba contra los muros y no encontraba escape. Mis oídos buscaban cualquier índice que me sacara de allí.
Cuando ya casi me iba a poner a dar manotazos y a golpear a quien se acercara con mi bastón, oí a la señora salvadora gritar: «¡Tranquilo! Espeeeeeere, espere que lo vamos a ayudar». Era mi ángel de la guardia cuya voz venía de mi izquierda y por lo tanto la puerta debería de estar hacia mi derecha. Golpeando y rozando el piso de un lado al otro con mi bastón blanco tomé la dirección de esa puerta invisible y por fin sentí la corriente de aire que se colaba y golpeaba mi rostro. Su voz familiar se acercó a mi oído derecho, su perfume barato me llenó la nariz y su suave presión en el brazo me acompañó hasta que atravesé la puerta principal y estuve al aire libre, sano y salvo.
De ahí a mi casa fue fácil llegar. Ese mapa no se me había borrado. Nunca más volví a pasar por Príncipe Pío; iba a otra estación así fuera más lejos. Una asociación caritativa me regaló un perro amaestrado y con él y mi bastón ya no me pierdo más.
08:00 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ficción, sentidos, desorientación
lunes, 06 junio 2011
Microantología del Microrrelato II
Terminé de leer esta antología en la que participé. Son cuentos cortos o muy cortos, desde un párrafo hasta máximo tres páginas. Hay de todo: unos para niños otros para adultos, unos recientes, otros viejos, tan viejos como Esopo o La Fontaine. Naturalmente no todos me gustaron igual. Muy pocos me dejaron indiferente. Si tuviera que elegir uno (qué difícil) me quedaría con El topo y el huevo de Marina Vishnevetskaya. A sabiendas de que ya todo está escrito, vale la pena ver las diferentes formas de tratar los temas.
Creo que este tipo de cuento se presta para motivar a la gente a leer, ya sean jóvenes o viejos, de lengua materna española o no. Un uruguayo que no conocía me compró uno para regalárselo a sus hijas, pero primero iba a leerlo. Quién sabe qué habrá decidido.
Microantología del Microrrelato II
(Narrativa, 84)
«Querido amigo, he hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta» —afirmó Blaise Pascal. Qué razón tenía. Hay escritores que dan vueltas en 800 páginas a una misma historia sin despertar emociones y otros en un relato breve, o en un microrrelato, nos hacen sentir, sobresaltarnos, emocionarnos. Estos últimos han sido cuidadosamente seleccionados para formar parte de la Microantrología del Microrrelato II. Como dijo David Lagmanovich los microrrelatos son «cuentos concentrados al máximo, bellos como teoremas que ponen a prueba nuestras maneras rutinarias de leer». No es de extrañar que nuestra vida cotidiana, con la rapidez del consumo, las modas y las tendencias en el arte hacia la búsqueda de lo conceptual y minimalista, preciso y contundente, lleve a los escritores a utilizar formas breves, compactas, y a los lectores a llenar sus aturdidos sentidos en escasos momentos de paz de esencias placenteras. Pero más allá del deseo de estar a la vanguardia lo que valoramos y lo que más nos impresiona en los microrrelatos es la brillantez en su brevedad.
Escrituras de corta extensión aparecen en todos los tiempos. Ya Esopo hizo obras maestras de la narrativa en tan sólo unas líneas; obras que no sólo siguen vivas, sino que continúan siendo insuperables. Algo similar sucede con Chuang Tzu, Heródoto, Platón, Pausanias, Juvenal, Fedro o Lucilio. Oros relatos breves nos llegaron por tradición oral. Reunida la tradición popular y la erudita, en el S.xx, encontramos el relato breve en su expresión más concentrada: el microrrelato, una narración concisa, precisa y de una gran intensidad expresiva, ya que no es un resumen sino una «esencia».
Hijos de esta estirpe son los prestigiosos escritores que reúnen sus obras más breves en este libro: Fernando Savater, Luis Mateo Díez, Joaquín Leguina, Horacio Vázquez-Rial, Fernando Sánchez Dragó, Alonso de Santos, Manuel Hidalgo, Miguel Ángel de Rus, Carlos Augusto Casas o Antonio Gómez Rufo, que se unen a autores como los rusos Anatoly Kudryavitsky, Marina Vishnevetskaya y Roza Husnutdinova, o a los más interesantes representantes de la nueva narrativa española e hispanoamericana, sin olvidar clásicos como Rubén Darío, Ricardo Güiraldes, Ryunosuke Akutagawa, Antón Chejov, Romain Rolland o Isaac Babel, entre otros.
Alrededor de 80 relatos para sentir placeres rápidos e intensos.
15€ - 164 páginas
ISBN: 978–84–96959–76–7
http://www.edicionesirreverentes.com/narrativa/microrrelato2.html
08:00 Anotado en Libros | Permalink | Comentarios (2) | Tags: cuentos, microrrelatos, ficción, españa, irreverentes