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jueves, 20 mayo 2010

Fin de año escolar

¡Uf! A ver si respiro un poco. Hoy tuve el examen escrito de árabe y el martes próximo será el oral para terminar el año escolar. Después, durante dos o tres meses no tendré clase, aunque espero sacar tiempo para revisar. Claro, por andar preparándome para los exámenes, no pude escribir estos últimos días y me hace falta. En realidad no puedo estudiar regularmente como se debe por tantas ocupaciones en que las que me meto.

El vocabulario es tan distinto al de los idiomas que conozco que cuesta trabajo memorizarlo. La gramática tiene sus dificultades y particularismos a los que no me acostumbro todavía. Por ejemplo eso de tener tantos pronombres personales es un rompecabezas. No les basta con el yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos, pues tienen un tú masculino y otro femenino, hay un pronombre para dos personas, además si son dos mujeres, es otro. Las cosas y animales cuando son en plurales funcionan como si fueran en singular femenino. Es como si uno dijera un libro abierto, pero unos libros abierta. La mayor parte de los plurales son irregulares y no como en español que en general con añadir una ese basta. La raíz de las palabras está formada por tres letras y en el diccionario las palabras aparecen agrupadas por la misma raíz y no por la primera letra. Mientras en nuestro idioma la palabra libro, librería, biblioteca, escritorio, escritor, autor están el los capítulos correspondientes a las letras ele, be, e, y a, en árabe están en la entrada KTB que es la raíz común.

Creo que en vez de inscribirme a otro semestre en septiembre, voy a ver si me voy a pasar quince días en El Cairo en un cursillo intensivo. Así al menos me podré dedicar al idioma (sin olvidar el turismo) con la esperanza de ganar tiempo. Otra posibilidad sería dejar de estudiar árabe y empezar a aprender chino y después, derechito al manicomio. ¡Ja, ja!

Aquí les dejo una versión árabe de la conocida canción Quizás, quizás. Me gustaría encontrar la letra. Lo único que he descifrado es que en lugar de quizás dicen al contrario. Curioso, ¿no?

18:08 Anotado en Lengua | Permalink | Comentarios (0) | Tags: árabe, clases, idioma

jueves, 21 enero 2010

¿Qué hora es?

NV-IMP594.JPGDe pequeño no me interesó mucho aprender a leer la hora. La noción del tiempo tomó cierto tiempo en entran en mi cabeza. No sé a qué edad uno es realmente conciente del tiempo. Me gustaban los fines de semana o las vacaciones pues no había hora, solo juego. Claro, había que terminar tareas y estudiar, pero pasar una tarde jugando con los amigos y no darse cuenta del tiempo sino hasta que llegaba el atardecer o cuando a uno le daba hambre y había que ir a comer algo me encantaba.

Creo que fue uno de mis hermanos o alguna tía quien insistió en enseñarme a leer la hora. Lo bueno fue descubrir que con la tabla de multiplicar del cinco todo se simplificaba. Si hubiera sido la tabla del nueve, la del tres o la del siete, hubiera sido más complicado para mí.

Llegó el cumpleaños (octavo o noveno) en que me regalaron un reloj de pulsera y con él la responsabilidad de dar la hora en la calle cuando un desconocido me lo pedía. Era un reloj de cuerda con todos los números escritos y sus tres manecillas. Los relojes digitales no habían aparecido en esa época; en todo caso, no en Colombia.

Allá se usa la hora a la moda estadounidense con a.m. y p.m. No creo que sea así en todos los países hispanohablantes. Lo de cinco para las dos y no las dos menos cinco era lo que se usaba. (Ahora no estoy tan seguro, pues el uso mayoritario de una u otra forma cambia según el país.) Cuando alguien me decía las tres y treinta y cinco o cuarenta, me desestabilizaba un poco. No se usaba tampoco lo de las trece o las dieciocho horas. El día en el trópico está muy bien definido con doce horas de día y doce de noche. Decir las ocho de la tarde por lo tanto suena raro.

La hora en inglés fue mi primer contacto con otras costumbres. Eso de o'clock me sonaba muy raro. De por sí, llamar al reloj clock era muy onomatopéyico. La hora en francés fue un aprendizaje del bachillerato. Yo tendría como quince años cuando la estudié. Que los minutos fueran femeninos en francés y masculinos en español es una trampa, que al reloj se le llame «muestra» es sorprendente. Me tocó aprender ya aquí la puntualidad de los trenes y las horas contadas de cero a veinticuatro. Todavía me equivoco a veces al oír diecisiete horas y pensar en las siete. Lo de horas punta, tan español y tan ajeno a mis horas pico tan gringas, me tocó aprenderlo aquí. La hora en punto convertida en hora pila es otra curiosidad. Lo más fácil en caso de que a uno le pregunten la hora en un idioma que uno no domina bien es mostrar el reloj y dejar que la otra persona la lea.

El aprendizaje del ruso me trajo una manera de contar particular, pues en ese idioma cuando una hora está empezada ya uno está en ella. Así la una y veinte es ya parte de las dos y eso se nota en ciertas expresiones. En ruso también se llama igual a la hora y al reloj.

¡Pero nada tan complejo como las horas en árabe que estoy aprendiendo! Primero que todo las horas no son la una, las dos sino la primera, la segunda. Los minutos sí son cardinales: veinticinco minutos. Es decir sería la hora octava y veinte minutos. Nosotros tenemos cuarto y media hora, pero en árabe hay además la hora y tercio. Los números tienen género y número. Para complicar las cosas, existe el dual. De tres a diez si el sustantivo es masculino el cardinal es femenino y viceversa. Es como si uno dijera cuatra relojes y cuatro palabras. Los minutos se declinan y hay que ponerlos en acusativo singular o genitivo plural según que el número sea entre tres y diez o superior a este. Automatizar todo este sistema es un verdadero lío, pero me divierto tratando de aprenderlo.

22:21 Anotado en Lengua | Permalink | Comentarios (1) | Tags: tiempo, expresiones, idioma

miércoles, 09 diciembre 2009

Yucatán y extraterrestres

NV-IMP564.JPGMe comentaba un colega que vio en la televisión una película un poco futurista en la que un detective que se encuentra con un extranjero que habla un idioma desconocido para él, saca un aparato del tamaño de un teléfono celular y apuntándolo hacia la boca del otro recibe la traducción simultánea. Será una máquina mágica o milagrosa, pues es muy difícil programar un artilugio de ese tipo que conozca todos los acentos e idiomas con que se pueda uno topar por ahí. A mi juicio, faltan muchos años para que eso funcione así de fácil.

Hace varios años, durante una conferencia sobre lingüística computacional en Londres, demostraron un aparato que los militares, quizás estadounidenses, utilizaban durante la guerra en ex Yugoslavia. El militar que quería comunicar con un civil escogía la frase tipo y la maquinita la pronunciaba en el idioma del interlocutor; eso sí, tenía primero que escoger el idioma correspondiente. No sé qué haría cuando el otro le contestaba en su idioma y el militar no tenía un interprete a su lado.

Malentendidos entre gente que no habla el mismo idioma, imaginarios o reales, han dado lugar a etimologías fantásticas como por ejemplo la de Yucatán. En escritos del siglo XV y XVI aparece como una mala interpretación de la frase «no soy de aquí» o «no entiendo lo que me dice» que se supone el indígena contestó en su idioma cuando el conquistador español le preguntó: ¿cómo se llama este lugar? En esta página http://warexparty.wordpress.com/2009/03/04/yucatan-yokot%..., hay una explicación de este cuento y también una etimología más lógica que le da el significado de «la gente que habla yoko o choc».

Coincidencialmente, en la radio hablaban estos días de los problemas de comunicación con extraterrestres y en particular, de cómo se podría saber si a un ser de estos le gusta nuestra música, suponiendo que la pueda escuchar. Decían que lo mejor sería observar si este se movía siguiendo el ritmo de la música o bailando.

Estos problemas de comunicación siempre me han intrigado. Ya entre dos personas que hablan el mismo idioma a veces uno no se entiende, ¡cómo será con seres venidos de otro planeta!