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miércoles, 20 julio 2016

El general en su laberinto

 

Elgeneralensulaberinto.jpgSe trata de una novela histórica de Gabriel García Márquez publicada en 1989. Trata el último viaje de Simón Bolívar de Bogotá a Santa Marta donde murió en 1830 a los 47 años de edad. Tiene en común con Crónica de una muerte anunciada que uno sabe desde el principio que el general va a morir. Es un relato que le da vida al personaje histórico de una manera muy humana. Como este viaje no fue muy documentado, el nobel colombiano tuvo libertad para dejar volar su imaginación sin muchas restricciones. Lo hace tan bien que a menos de ser experto en historia bolivariana es difícil de distinguir lo inventado de lo cierto. Es hasta mejor no saber qué es imaginado, aunque a veces las exageraciones lo hacen a uno dudar como por ejemplo cuando dice que a Manuelita la visitó el «novelista Herman Melville, que andaba por la aguas del mundo documentándose para Moby Dick». ¿Será cierto?

El recorrido me recordó su otra novela El amor en los tiempos del cólera y su relato autobiográfico Vivir para contarla en las que habla de los viajes por el río Magdalena. Al mismo tiempo aprovecha el relato del viaje del Libertador para contar otros pasajes esenciales de su vida que completan el personaje, ya que la historia gloriosa pasada del Libertador está mencionada en paralelo. La cronología histórica de la vida de Bolívar que aparece en un apéndice ilumina al lector sobre los hechos que trata la novela.

Lo primero que impresiona es la lentitud de los viajes en esa época ya fuera a caballo o en barco y al mismo tiempo pensar que el general recorrió varias veces el territorio que va desde Bolivia a Venezuela tratando de controlar un enorme país que se le escapaba de las manos en contra de sus sueños de integración e independencia continental.

La idea inicial fue de su amigo el escritor colombiano Álvaro Mutis que publicó el relato El último rostro como un avance de una novela sobre este viaje pero que nunca terminó. Autorizó a García Márquez para que escribiera su propia versión.

Bolívar aparece enfermo y desilusionado por la falta de apoyo y de comprensión para su proyecto de unidad americana. Las traiciones de sus compañeros de lucha, como el general Santander, o el asesinato del mariscal Sucre lo han destruido moral y físicamente. La historia oficial es la de un hombre triunfante y querido por todos. García Márquez critica entre líneas la actitud de los políticos y militares actuales y de la época que no buscan los intereses de la nación a largo plazo sino su propio lucro inmediato.

El Bolívar de García Márquez parece más humano que el de Mutis. Está más al corriente de la vida del mariscal Sucre y hasta acusa de inmediato al general Obando del asesinato. El Libertador aparece igual de enfermo y grave en los dos relatos pero en el de Mutis parece menos interesado por los sucesos del país, habla de una manera más refinada y le queda más fuerza física. La fecha de la visita del coronel Naprierski en Mutis es antes de que Bolívar conozca la noticia de la muerte de Sucre y en la otra es después. La imagen del general viejo y enfermo en El otoño del patriarca tiene similitudes con el Bolívar de García Márquez. Quien sabe si ya estaba pensando en El general en su laberinto cuando escribía la otra.

El apéndice Gratitudes, que me parece fundamental para entender el trabajo y valorar aun más el resultado, muestra las dificultades que tuvo el autor con esta novela histórica pues dice que conocía más el río Magdalena que la vida de Bolívar. Necesitó el apoyo de muchos especialistas de varios países que lo ayudaron a meterse en la piel de un acompañante del Libertador durante su vida para describirlo con palabras de la época y con la forma de pensar de ese tiempo.

La esperanza de vida en Colombia a comienzos del siglo XIX era de 26,5 años, a finales de siglo era de 31. Bolívar está tan enfermo en 1830 que parece muy viejo a pesar de tener 47 años que hoy no son tantos ya que los avances en materia de salud han sido enormes. Sabe que va a morir y además no confía en los médicos. En las otras novelas se muestra más el envejecimiento por los estragos de la memoria como por ejemplo en El otoño del patriarca. En El amor en los tiempos del cólera se ve más la vejez por las enfermedades y la debilidad, como por ejemplo el estreñimiento o la impotencia sexual. Las arrugas, el pelo blanco o la calvicie y la decrepitud también aparecen en todos estos relatos. La decisión de escribir su testamento y de tratar de ayudar a sus acompañantes para que tengan cómo vivir después de su muerte es la prueba de que ya se ha dado por vencido. Los viejos de otros relatos ni siquiera piensan en escribir su testamento pues se creen eternos a pesar de sus achaques.

Los temas del poder, la historia y el amor aparecen claramente en esta novela. Los dos primeros resaltan más, el último es más secundario. Bolívar no ha tenido un amor apasionado como el de Florentino Ariza y Fermina Daza sino más bien aventuras o amores pasajeros. Ni siquiera con Manuelita tiene un apego muy grande, es más bien ella la que por su carácter no lo deja escapar o eso intenta. Ella lo salva de la conspiración del 25 de septiembre. Se parece más al general de El otoño del patriarca que está más interesado por el poder a pesar de tener muchos amores. «O'Leary […] sabía que el general tenía razón. Pues era verdad que ella [Manuelita] se quedaba siempre, pero no por su gusto, sino porque el general la dejaba con cualquier excusa, en un esfuerzo temerario por escapar a la servidumbre de los amores formales.» La muerte prematura de la mujer del Libertador (a quien llama en esta novela, casi antes de morir, «un percance de mi infancia») lo hace cambiar de vida para dedicarse íntegramente a su lucha histórica quizás precisamente porque deja el amor en segundo plano. A todas les decía que las amaba «más que a nadie jamás en este mundo». Una de ellas le dice durante el viaje, a pesar de que no pudieron tener relaciones sexuales, «nadie es virgen después de una noche con Su Excelencia».

García Márquez explica que Bolívar se contradecía en sus declaraciones, discursos o cartas y no era fácil saber lo que pensaba realmente. Su desilusión y su sentimiento de estar vencido se ve cuando «empezó a dictarle a José Laurencio Silva una serie de notas un poco descosidas que no expresaban tanto sus deseos como sus desengaños: la América es ingobernable, el que sirve una revolución ara en el mar, este país caerá sin remedio en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos los colores y razas, y muchos otros pensamientos lúgubres que ya circulaban dispersos en cartas a distintos amigos».

Debo confesar que la geografía e historia no fueron mis materias favoritas cuando niño. Solo cuando tratábamos los temas colombianos me interesé más en ellas. Me pesa no haber aprovechado esas clases. Esta novela me dejó muchas ganas de leer documentos de la época o libros de la historia de América. Sería más interesante aprender historia a través de relatos tan bien ambientados como este que con los arduos textos que me tocó leer. Claro que no reemplazarían un buen profesor que capte la atención de sus alumnos.

 

lunes, 04 julio 2016

El amor en los tiempos del cólera

 gabriel garcía márquez, literatura, cursosEsta novela es un inventario de todos los tipos de amor a todas las edades de la vida pero sobre todo en la vejez. Como está situada entre los siglos XIX y XX, los códigos del amor eran diferentes. Sin embargo tiene mucha actualidad. El último capitulo es la continuación cronológica del primero. Los capítulos del medio cuentan en desorden con idas y venidas entre épocas y personajes todo lo que pasó antes del primer capítulo. El relato va girando alrededor del doctor Juvenal Urbino, su esposa Fermina Daza y el tercer lado del triángulo, Florentino Ariza, un Juan Tenorio caribeño. Otro personaje presente todo el tiempo es la escritura epistolar. Los temas del poder y la historia están presentes de manera secundaria.

Con su arte literario, García Márquez lo va metiendo a uno en la vida de estos tres personajes durante cincuenta o sesenta años pasando revista al mundo de cada uno de ellos. La exageración está en muchas partes, pero no tiene el realismo mágico de Cien años de soledad ni la pesadez de la prosa de El otoño del patriarca. Tiene muy pocos diálogos. Con un lenguaje claro y rico en vocabulario y expresiones describe muy bien la sociedad de ese tiempo con sus clases sociales, amores prohibidos, secretos, matrimonios oficiales y arreglados.

Las descripciones de la ciudad son geniales. La que más me gustó es la ida al mercado de Fermina y su criada. Uno se siente dentro del bullicio y los olores hasta culminar con el encuentro con Florentino y la decepción de Fermina.

La novela trata hasta de ecología cuando muestra la degradación del Magdalena entre los dos viajes de Florentino. Además es el principal enlace entre el mar y el páramo, entre el mundo de los costeños y el de los cachacos centralistas. El capitán está en contra de la cacería insensata que algunos de sus pasajeros ejercen desde el barco, pues es un mundo salvaje donde las reglas y leyes de la sociedad urbana no se cumplen como debieran. Es una concentración de diferentes medios sociales que se dejan llevar por el capitán, el único que manda durante el viaje. Paisaje, ritmo y clima influyen en la vida a bordo. Los pasajeros solo recuperan las riendas de sus existencias al bajar del barco. Dan ganas de ir a viajar en barco por el Amazonas o el Magdalena para sentirse un poco fuera del mundo convencional.

Fermina Daza vive bajo la vigilancia de su padre que quiere educarla para que sea aceptada por la sociedad de los ricos a través de un buen matrimonio; intenta liberarse al encontrar a Florentino Ariza. El alejamiento forzado la hacen cambiar hasta darse cuenta de que ese amor no tiene sentido. Cuando acepta al doctor Juvenal Urbino entra a la fuerza en el molde que le fabricó su padre y luchando contra las críticas y rechazos de ese nuevo mundo se impone en su familia y sociedad.

Florentino Ariza, a pesar del estigma de hijo natural para la sociedad de su época y movido por el amor por Fermina, se convierte poco a poco en una persona importante a pesar de no poder entrar al círculo cerrado de las grandes familias tradicionales. Sus pasiones amorosas de donjuán lo cambian profundamente y la larga espera le da una experiencia y sabiduría que permite reconquistar a su amada.

El doctor Juvenal Urbino quiere cambiar la sociedad gracias a la salud pública y su educación europea. Es católico practicante, metódico en su trabajo y rutinario en sus labores. Los dos se enamoran de Fermina por su belleza, temperamento y tozudez. Al final Juvenal Urbino ha logrado mejorar un poco la ciudad pero se da cuenta de que es imposible convertirla en París.

De los dos hombres de Fermina, uno es pragmático y objetivo, el otro es un poeta que vive de ilusiones.

Florentino sí busca mejorar su situación en la sociedad cuando se da cuenta de la enorme diferencia con su rival y de que si quiere reconquistar a Fermina necesita mejorar su posición en la sociedad. «El día que Florentino Ariza vio a Fermina Daza en el atrio de la catedral, encinta de seis meses y con pleno dominio de su nueva condición de mujer de mundo, tomó la determinación feroz de ganar nombre y fortuna para merecerla.»

El amor de juventud es impetuoso y asociado a la apariencia física. «La lectura no se interrumpió, pero la niña levantó la vista para ver quién pasaba por la ventana, y esa mirada casual fue el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después aún no había terminado.»

El amor de la vejez es calmado y asociado a la manera de ser y de pensar. «La memoria del pasado [...] fortalecía la convicción que Fermina Daza tuvo siempre de que aquel alboroto febril de los veinte años había sido cualquier cosa muy noble y muy bella, pero no fue amor. […] No: ninguna línea de sus cartas de antaño ni ningún momento de su propia juventud aborrecida le habían hecho sentir que las tardes de un martes pudieran ser tan dilatadas como en realidad lo eran sin él, tan solitarias e irrepetibles sin él.»

La cercanía de la muerte es clave en el amor. Los jóvenes se sienten eternos y quieren amar desaforadamente mientras que los viejos saben lo que han vivido y sin las apariencias superficiales de sus cuerpos buscan algo más fuerte y profundo sabiendo precisamente que pronto llegará el final del camino.

Mientras Fermina Daza tiene unas relaciones sexuales convencionales y más bien tristes con su marido, Florentino Ariza lleva una vida casi dedicada a las relaciones carnales aunque sin verdadero amor. Cuando por fin se encuentran las cosas no son tan fáciles como esperaba pues la edad ha hecho estragos en sus cuerpos.

«[...]estaba avergonzado, furioso consigo mismo, ansiando un motivo para culparla a ella de su fracaso. Ella lo sabía, y empezó a provocar el cuerpo indefenso con caricias de burla, como una gata tierna regodeándose en la crueldad, hasta que él no pudo resistir más el martirio y se fue a su camarote. Ella siguió pensando en él hasta el amanecer, convencida por fin de su amor, y a medida que el anís la abandonaba en oleadas lentas la iba invadiendo la zozobra de que él se hubiera disgustado y no volviera nunca.»

Se ve por un lado la impotencia de Florentino en realizar el acto sexual que tanto había soñado como culminación de su amor eterno, por otro Fermina se da cuenta de que ellos se aman y quiere ayudarle pero teme que su burla excesiva y cruel acabe con todo. Los dos están tratando de adaptarse al otro y llegar a un compromiso que les permita vivir ese nuevo amor durante la vejez. Tanto el exceso de experiencia de Florentino como la falta de experiencia de Fermina no les ayuda en este momento.

Al final de la novela se ven claramente los perjuicios de la sociedad hacia el amor en la vejez. Eso es para los jóvenes, parece ser el reproche que le hacen a Fermina sus propios hijos. Cuando los pasajeros conocidos empiezan a aparecer en La Dorada, Fermina se asusta y quiere encerrarse en su camarote hasta el final del viaje. Una viuda tiene que recordar a su marido hasta su propia muerte y no reemplazarlo por otro hombre, parece decirle la sociedad.

Estoy disfrutando mucho la relectura de estas obras del nóbel colombiano a tantos años de distancia pues noto que también he cambiado mucho y las veo con otros ojos.

 

martes, 28 junio 2016

Fiesta de Voltaire

ferney-voltaire, fiesta, feriaLas previsiones meteorológicas eran dudosas: riesgos de lluvia y tormenta, cielo parcialmente cubierto. Al final, a pesar de momentos de brisa fresca, todo salió muy bien y sin una sola gota de agua para esta fiesta que reune millares de participantes el último sábado de junio desde hace como quince años. Cuando llueve mucho o hace demasiado calor no es tan bueno.

Por la mañana en el mercado callejero habíamos visto a Mario paseándose sobre Héctor, un mico marioneta enorme que se suponía estaba educando. Así estuvo enseñándole a saludar a la gente, aunque también asustó a varios niños. Los adultos nos divertimos con sus ocurrencias e improvisaciones callejeras y nos recordó que la fiesta iba a ser esa misma noche. Más adelante el trío Bluegrass Burger nos acompañó tocando música tradicional de los Apalaches con su contrabajo, banyo y guitarra. Los tenderetes estaban dispuestos en otros lugares alrededor de la alcaldía, pues las calles de siempre estaban reservadas para la fiesta. Nos cruzamos con JD y su pequeño de un año en coche y Cathy nos entregó el programa de la fiesta. Fuera de ellos las únicas caras conocidas fueron de algunos vendedores como el de comida vietnamita. Camino a casa con las compras hechas pasamos por el parque del abad Boisson donde los padres paseaban sus niños y un trío de trapecistas probaba el micrófono y terminaba de instalar sus cuerdas para las acrobacias aéreas.

Regresamos a la fiesta como a las siete y media por la plaza de la Comédie donde había varios espectáculos callejeros. La matracalada curioseaba por todas partes. Entramos a ver el espectáculo de la pulgas sabias dentro de una tienda para una veintena de espectadores. Fue muy divertido ver al domador de pulgas. Fuera de los niños, nadie las vio pero sí seguimos los efectos de sus acrobacias en el escenario. Saliendo de ahí reservamos sitio para el espectáculo de magia del doctor Troll que realmente nos asombró con sus alucinantes trucos de naipe que es mejor no tratar de entender para quedarse con la impresión de ser todavía un niño. Entre esas dos funciones tuvimos tiempo de comer empanadas argentinas con sangría en la tienda de Encuentro de Dos Mundos donde varios amigos estaban vendiendo a una larga fila de clientes famélicos. Muchísimos niños jugaban en los columpios del parque mientras los padres los vigilaban o se deleitaban charlando en corrillos. Hablamos con conocidos y nos aconsejamos mutuamente para escoger a dónde ir.

Nos encontramos con más amigos con quienes fuimos a comer al puesto de Contacts, Cultures et Cuisines que vendía nada menos que ajiaco, la famosa y deliciosa sopa colombiana. ¡Qué sorpresa! Por fin nos sentamos en los bancos instalados en la calle Voltaire frente a la estatua del filósofo compartiendo mesa con espectadores del ilusionista del naipe. Bebiendo vino rosado y charlando, la noche fue cayendo sin prisa. Conversamos sobre la vida de pensionado, pues varios estamos en esa época de transición entre el mundo laboral y el de jubilado, las elecciones en España, el Brexit, los hijos, los nietos, los viajes, las vacaciones pasadas y futuras y sin haber podido arreglar el mundo nos pusimos jerseys, pulóveres, suéteres o buzos para enfrentar mejor el frío de la noche y seguir viendo las representaciones.

El camino pareció más largo que en realidad ya que cada cinco metros nos parábamos a charlar con alguien nuevo. La música de un concierto frente a la alcaldía nos llenaba los oídos, la calle peatonal estaba vestida de lana con sus columnas y jardineras forradas de colores vistosos. El perro labrador de Bety tuvo éxito con niños que querían acariciarlo y que había visto en el espectáculo de las pulgas. Tres Voltaire con sus sillones y trajes de época en ruedas se paseaban por la calle acompañados por lámparas que iluminaban sus caras expresivas sin hablar pues eran mimos. Se sentarse a la cabecera de una mesa donde les dieron a beber vino.

Por la Grand'rue llegó un desfile de gigantes caballos blancos iluminados por dentro. La multitud los acompañaba rodeándolos para admirar sus bailes. Unos acompañantes los seguían o precedían con música y luces desde un carro con tres ruedas. Ya más de cerca descubrimos que eran manejados por hombres metidos en el disfraz incorporados con las patas traseras. Pasaron frente a nosotros como fantasmas o hadas. Estábamos metidos dentro de la fiesta multitudinaria.

Quisimos ver un espectáculo de danza llamado Fuego lento pero ya no había lugar. A través de las cabezas de los que sí veían bien una pareja vestida de negro bailaba, luchaba y jugaba con llamas al ritmo de una música que no era tango pero sí, cantada en español. Tocaba mirar muy bien el piso para no irse a caer con los obstáculos de las instalaciones eléctricas canalizadas en tubos plásticos. La mala posición nos hizo desistir de quedarnos más tiempo en esa incomodidad.

Volvimos al parque del abad Boisson que seguía repleto. Una araña gigante con patas de bombillos que caían en ocho columnas cercadas de luz apareció como un espejismo. Desde su cabeza un grupo de técnicos manipulaban un cañón de confetis que disparaban por sorpresa sobre el público. Por la calle de la iglesia entró un desfile de fanfarrias, personajes disfrazados caminando en zancos, los caballos de luz y otros saltimbanquis que llevaban antorchas con destellos de chispas rojas muy fuertes. La algarabía de los niños acompañantes llenaba el ambiente de alegría.

Era hora de volver a sentarse para descansar los pies. Aprovechamos para tomar champán con tarta de membrillo. El concierto de Vaudou Game de la región del Togo y Benín llenó la noche por encanto. A través de los árboles veíamos a sus cantantes y guitarristas con turbantes blancos que cambiaban de color por los proyectores. Los jóvenes bailaban cerca del escenario, los viejos seguíamos conversando.

Me di cuenta de pronto de que los amigos y conocidos que habíamos cruzado eran de la época en que estabamos muy implicados en las asociaciones de Ferney-Voltaire y que quizás en un par de años no vivirían aquí. Mientras regresábamos a la casa y la fiesta y su música se quedaba achicándose a nuestra espalda y los puestos y funciones iban cerrando sin que hubiéramos podido verlos todos, pensé que deberíamos volver a integrarnos en alguna asociación como CCC o crear una nueva para encontrar nuevos amigos sin perder los viejos en esta ciudad tan cosmopolita.