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domingo, 10 enero 2010

Más cara (1)

NV-IMP588.JPGTenía patas de gallo y mucha labia. El disfraz le quedaba genial. Verla con las plumas de colores y sus patas que se hundían en la nieve daba risa. Nadie quería parar a recogerla, pero ella no perdía los ánimos pues el frío era intenso y el autobús estaba atrasado. No podía ir en su carro ya que el frío no lo había dejado arrancar. ¡Qué idea la de Patricia de haber organizado una fiesta de disfraz en enero con este invierno tan crudo! Como era su cumpleaños, no había otra fecha. Por una vez que el cumpleaños caía en sábado y sus amigos podrían ir. Un alma caritativa se apiadó del gallo que echaba dedo en el paradero del bus y se detuvo. Ni corta ni perezosa, Carmenza no esperó a que el conductor le preguntara para dónde iba. Abrió la puerta y se instaló cómodamente, aunque con el disfraz fuera difícil. El chófer era un joven que le parecía conocido.

«Si me deja cerca de Grand-Saconnex, le agradecería mucho, señor. El autobús no llega y me estoy muriendo de frío», dijo mientras se ponía el cinturón de seguridad. «Bueno, lo que yo quería era saber cómo se va a Ginebra. No hace mucho que vivo por aquí y con esta nieve, no reconozco el camino. ¿Cómo supo que hablo español?», contestó el joven. «Por la placa de su automóvil. Yo también soy de Madrid. Bueno, en realidad no soy de Madrid, pero vivo allí. Creo que nos conocemos, ¿no? Le muestro el camino. Siga derecho», dijo Carmenza. «Me llamo Antonio. Trabajo en la pescadería del supermercado. ¿Será ahí que me ha visto?», contestó. «Claro. Ya me decía yo que lo conocía. Esta mañana le compré pescado y aquí lo llevo preparado. ¿Se acuerda? Voy y vengo de Madrid según el trabajo que me salga. Tengo una fiesta de disfraz esta noche. Si quiere venir conmigo, no hay problema», explicó Carmenza sin parar de hablar.

Le contó en pocos minutos toda su vida como si fueran viejos amigos que no se habían visto hacía tiempo y quisiera ponerlo al corriente de todo lo sucedido en esos años. Las calles blancas, la nieve que caía sin parar y la circulación lenta hicieron el recorrido más largo. Antonio no entendía cómo una persona podía ser tan confiada en un desconocido. «Tengo que comprar un regalo para mi hermano que está de cumpleaños y quiero enviárselo por correo el lunes próximo. ¿Dónde queda Balexert?», explicó Antonio. «Ya es demasiado tarde. Aquí los almacenes cierran más temprano los sábados. No te queda más remedio que venir conmigo a la fiesta de disfraz. Te presto una capa y un antifaz que tengo en este bolso y listo», replicó Carmenza.

El joven no sabía muy bien qué hacer pero al fin se dejó convencer con tanta labia de su pasajera. Se estacionaron cerca de unos edificios altos de apartamentos. Se puso la capa y el antifaz que era en realidad una pañoleta negra con unos huecos para los ojos. El gorro con visera encima del antifaz lo hacían parecerse al Zorro de estilo moderno o juvenil. La nieve en las aceras les dificultaba el paso. Por fin llegaron a la entrada, tomaron el ascensor y subieron al penthouse. «¡Qué bueno el calor!», dijeron los dos. Al abrirles la puerta y entrar, se sintieron como en medio de un circo: payasos, cazadores, robots, animales, fantasmas, brujas y todo tipo de disfrazados se divertían bebiendo, comiendo y hablando.

08:00 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ficción, fiestas, disfraz, nieve

sábado, 26 diciembre 2009

Encuentro fantástico (9)

NV-IMP578.JPGLo que sí hemos logrado averiguar, atando cabos sueltos e investigando cada uno por nuestro lado en nuestras respectivas familias, es que en realidad Alejandro y Ángela tienen grandes probabilidades de ser hermanos. No gemelos, pero sí hijos del mismo padre y de dos hermanas gemelas.

Resulta que José Alfredo, el padre de Alejandro, es decir el abuelo de Lucas, trabajó de joven como representante de productos médicos en toda la Costa Atlántica colombiana. En esa época estaba de novio de Isabel, la madre de Alejandro pero en sus viajes de negocios no perdía un momento para conquistar mujeres y dejar novias en cada ciudad donde pasaba. Había un tipo de mujer que lo volvía loco y el modelo perfecto era Isabel. Cuando conoció de casualidad a Teresa, la madre de Ángela en Barranquilla por allá en los años cincuenta, la encontró tan cercana a su modelo de belleza que se enamoró y la aventura fue más allá de la cuenta: su novia barranquillera quedó embarazada de Ángela. De regreso a Bogotá Isabel, la madre de Alejandro, le anunció que estaba embarazada, pero él no sabía que pasaba lo mismo en Barranquilla. José Alfredo al darse cuenta de la situación, lo obligó a que se casara inmediatamente con su hija y exigió a su nuevo yerno que empezara a trabajar con él en su empresa de transporte. En esta nueva situación dejó de viajar a la costa y nunca más supo de Teresa, su otra novia barranquillera. ¡Estas dos mujeres eran gemelas y huérfanas! Las habían adoptado familias diferentes y habían crecido sin conocerse.

Teresa, la madre de Ángela terminó muy mal pues la desaparición del padre de su hija la iba volviendo loca. Desde ese momento su vida cambió y de depresión en depresión, cayó en el alcoholismo y la prostitución. Fue en esas circunstancias que su amiga Mercedes se hizo cargo de Ángela. Teresa enfermó y murió en muy poco tiempo.

Habría mucho que contar, hasta para escribir una novela, pero no es mi intensión. Son hechos pasados que nuestra curiosidad nos ha llevado a descubrir pero que vamos a tratar de olvidar. Hay cosas más importantes en este momento.

Este domingo llegan nuestros padres y de pura coincidencia el invierno ha llegado a Europa y la está cubriendo de frío y nieve como hace siete años. ¡Vamos a destapar la olla, vamos a abrir la caja de Pandora! ¡Je, je! Cuando les contemos que estamos juntos, vivimos un triángulo amoroso y que estoy esperando un nene (de uno de los dos, pero no sé de cuál y no me importa), se van a desmayar. Bueno... ¡Ojalá no les dé un infarto!

-FIN-

09:28 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (2) | Tags: ficción, dobles, espejos

sábado, 19 diciembre 2009

Encuentro fantástico (8)

NV-IMP573.JPGSerá porque cuando a uno le prohíben algo, le dan más ganas de probarlo, pero cuando nos despedimos en París y nuestros padres nos dijeron que no nos fuéramos a escribir con Lucas y Roberto, decidimos que íbamos a mantenernos en contacto por correo electrónico. Sospecho que si mamá y Alejandro tuvieron alguna vez una aventura ha debido de ser por la tentación a lo prohibido.

Es divertido, pues eso pasó hace casi siete años y ahora debemos de tener más o menos la edad de nuestros padres cuando estudiaban juntos en la misma universidad. Éramos unos adolescentes a pocos años de terminar bachillerato, vivíamos a miles de kilómetros de distancia, con pocas probabilidades de volvernos a ver. Volvimos a nuestras ocupaciones habituales en nuestros mundos respectivos. Nos conectábamos a menudo por MSN y también jugábamos en equipos en mundos fantásticos de la Internet, como World of Warcraft.

Ahora nosotros tres vivimos en Madrid, estudiamos en la Complutense nada menos que filosofía. Lo que menos se imaginaron nuestros padres que íbamos a escoger. «¿Por qué no estudias una carrera que te permita conseguir un trabajo fácilmente y vivir bien? ¿Piensas que vas a cambiar el mundo a punta de filosofía? ¿Lo haces para contrariarnos?», dijo papá cuando se lo anuncié. Algo parecido han debido de decirles a Lucas y Roberto.

Empezamos otras carreras en nuestras respectivas ciudades, pero hace como tres años a mí se me ocurrió que podríamos venirnos a Madrid, a terreno neutro, a estudiar lo mismo y así volvernos a encontrar, claro está, en secreto de nuestros padres. ¿Para qué les íbamos a contar? ¿Para que se negaran rotundamente? ¿Para que descubrieran que no habíamos obedecido sus órdenes? ¡No! ¡Ni tontos que fuéramos!

Primero vivimos en residencias universitarias, después conseguimos este apartamento que compartimos en el barrio de Lavapiés. Ellos han venido varias veces a vernos pero a cada uno de los tres de forma separada sin darse cuenta de quienes somos en realidad. Nos las ingeniamos para dejar tranquilo al que reciba a sus padres para no levantar sospechas.

A mí me gustaban Lucas y Roberto y no lograba decidirme con cuál quedarme. Al final me quedé con los dos y tenemos un «ménage à trois». No es tan complicado y tiene sus ventajas. Lo mejor de todo fue el día que a ellos se les ocurrió formar un grupo de rock. Lucas tocaba guitarra y Roberto batería. Me preguntaron si yo podía cantar y tocar al mismo tiempo la guitarra baja, que era fácil de aprender. Probé y cuando me oyeron cantar, se enamoraron de mi voz y dijeron que era increíble como cantaba. A mí me pareció que era una tomadura de pelo, que era para darme gusto, pero cuando tocamos por primera vez en una fiesta de la universidad, ¡fue la locura! Todos los amigos y demás estudiantes estuvieron súper entusiastas. Desde ese momento nos pedían que fuéramos a animar sus fiestas. Yo, que soy la que tiene el alma más poética, me puse a componer canciones con temas de nuestros estudios y con títulos muy elocuentes: Ontopraxeología de mi amor, Ciencia o realismo, Mentalidades colectivas, Dios y su problema del mal, Cuestiona mis fundamentales, Marxista moviendo a la obrera o Procésame mi lenguaje natural. Para completar nuestro grupo se llama Encuentro fantástico y el rock tiene toques de música colombiana, venezolana y neoyorkina. Ya nos salió un contrato con una empresa discográfica y vamos a empezar una gira por España. El primer concierto será el lunes próximo, 21 de diciembre del 2009. Hemos invitado a nuestros padres para que nos vean y de ñapa se encuentren otra vez y sepan de nuestra verdadera vida madrileña. Si con la música logramos vivir, no tendrán que preocuparse más de nuestra educación ni de nuestro futuro.

08:00 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: ficción, espejos, dobles