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domingo, 02 septiembre 2012

Bodas de coral (carta para iniciados)

NV-IMP817.JPGUstedes que recuerdan lo que era un galponazo, un café en la Mandrágora, un brownie con gaseosa en la plazoleta de ingeniería, broncearse en los jardines cerca de la estatua del bobo y de la facultad de economía bajo la protección de los enormes eucaliptos.

Ustedes que conocieron los teléfonos de disco, los computadores IBM 360, las tarjetas perforadas, el concierto de Piero en medio de una huelga de estudiantes, la biblioteca central con su hemeroteca y el silencio de sus cubículos del último piso en épocas anteinterneteras.

Ustedes que frecuentaron las clases de química con Matamala y que durmieron siesta en ellas después de almuerzo escuchando entre sueños el método de igualación del ion-electrón.

Ustedes que madrugaron en maxirruana a clase de geometría descriptiva a las siete de la mañana para adivinar desde lejos lo que la profe dibujaba en un tablero invisible.

Ustedes que casi se electrocutan en laboratorio de física probando tubos de rayos catódicos o esquivaron la mirada del profesor Navas para no contestar a sus preguntas o disfrutaron de las clases magistrales de Abelardo Forero Benavides sobre Alejandro Magno o Rasputín o lucharon contra la lógica calculando matrices de AND, OR y NOT o escucharon la famosa fórmula mágica el CAR del CONS con el APPEND del CDR o algo por el estilo.

Ustedes que comieron las primeras pizzas hawaianas de Pizza O? recalentadas por el computador o las hamburguesas con fríjoles del Colombo-Americano o los tacos de la 19.

Ustedes que se burlaron de mi acento ibaguereño en primer semestre siendo que yo NO tenía acento y eran todos ustedes los que hablaban con acento bogotano, costeño o de otros lares.

Ustedes que conocieron el programa Yo y Tú o los primeros Sábados Felices o las primeras tiras cómicas de Mafalda.

Ustedes que montaron conmigo en la ciudad de hierro del parque nacional al final de un semestre o que recorrieron conmigo la carretera de Bogotá a Venezuela una semana de revisión.

Ustedes con quien pasé unas fiestas del bambuco en Neiva muy parranderas e inolvidables.

Pues bien, antes de que el alzhéimer nos ataque por sorpresa, ustedes deberían ayudarme a entender y aclarar unas cuantas dudas que me quedaron desde hace treinta y cinco años largos. Veamos:

  • ¿Cómo es eso de que en programación Fortran era obligatorio escribir todas las palabras clave en inglés (IF, GO TO, FUNCTION, INTEGER, DO, etcétera) pero sí era permitido darles nombres en cristiano a las variables (CASA, PERRO, GATO, INGENIERO = INGENIERO + 1, etcétera) y hasta poner frases completas entre comillas (‘Error: división por cero’)?
  • ¿Por qué un profesor me puso cero en un examen en el que preguntaba cómo se medía la altura de un edificio muy alto por medio de un barómetro y yo contesté que tirando el barómetro desde el último piso y calculando el tiempo de su caída?
  • ¿Alguien entendió esa aritmética loca de que 1+1=10?
  • ¿Quién puede contarme lo que había en la magdalena que Proust metió en el chocolate y le salió En busca del tiempo perdido en varios volúmenes?
  • ¿Quién logró subir las escaleras siguiendo las instrucciones de Cortázar?
  • ¿Alguien logró atravesar la calle sano y salvo con el primer algoritmo de tarea?
  • ¿Por qué cuando somos niños queremos ser adultos y cuando llegamos a adultos queremos volver a la niñez?
  • ¿Por qué cuando estoy aquí, ustedes me dicen: «estás allá», pero cuando llego allá ustedes me dicen: «ya estás aquí»?
  • ¿Por qué después de tanto tiempo los años universitarios parecen tan fáciles pero cuando los sufrimos no lo eran tanto?
  • ¿Cómo hicieron los astrónomos para averiguar que la estrella Arturo se llama así? ¡Es mucho más fácil calcular que está a 36,7 años-luz de la Tierra, es una gigante roja o que su temperatura superficial es de 4290 K!
  • ¿Y el inglés? ¿Cómo es eso de que amarillo es yellow, pero hielo es ice y eyes son ojos?
  • ¿Por qué a pesar de haber estudiado el algoritmo de los matrimonios estables de Knuth ha habido tantos divorcios en el grupo?
  • ¿Cómo es posible que hoy en día sigan buscándose programadores Cobol cuando se suponía que era un lenguaje de programación anticuado?
  • ¿Alguien entendió el teorema del punto fijo rebullendo el café al desayuno?
  • ¿Quién me explica que un taxi en Bogotá cueste hoy en pesos lo que uno ganaba de sueldo en un mes hace tres lustros?
  • ¿Sigue cantando el sapo cancionero durante las reuniones?
  • ¿De qué color es el guayabo negro?
  • ¿Qué hace que después de tantos años sigamos en contacto y con ganas de vernos a sabiendas de que hemos tomado caminos distintos y a veces tenemos opiniones radicalmente opuestas? Los unos ateos, otros agnósticos, otros religiosos, otros de izquierda, otros de derecha… pero siempre amigos.
  • ¿Por qué la primera vez en todo, cuando uno es novato, es tan difícil pero con la práctica todo parece fácil? El primer beso, el primer amor, el primer baile, el primer hijo. Visto desde lejos parece una bobada no haberse atrevido a decir a tiempo un «te quiero» o al contrario haberlo dicho demasiado rápido. ¡Qué vaina!

Y eso que me quedan más preguntas. Mejor haber nacido aprendidos, ¿no?

En fin, como le decía a María Cristina, a las siete de la noche de allá serán las dos de la mañana por aquí (otra cosa inexplicable); de manera que los acompañaré en sueños. Espero que se diviertan mucho y no hablen muy mal de los ausentes pues se nos pondrían las orejas coloradas y es incómodo.

Un fuerte abrazo para todos.

domingo, 15 julio 2012

Año nuevo

NV-IMP811.JPGAunque es muy trillado decir que el tiempo pasa volando, es otra forma de constatar que uno ha estado ocupado. Al contrario, un simple minuto de espera sin nada que hacer parece eterno.

Ahora empiezo el sexto año de escritura en blogs. El quinto fue menos intenso dado que precisamente le dediqué menos tiempo que al comienzo cuando escribía a diario aunque fuera una frase. Ganas no me faltaron de escribir más, pero a la larga fue imposible mantener ese ritmo tan intenso.

La naturaleza del blog ha cambiado, quizás porque yo mismo he cambiado. Seguro. Es más la falta de tiempo me impidió leer otros blogs e intercambiar así con la blogosfera. Lo interesante no es solo escribir y esperar comentarios, sino ir a leer y comentar otros blogs. Así se crean lazos y se suscitan mutuamente ideas de escritura. Sin embargo lectores fieles que no dejan comentarios, después personalmente me comentan de viva voz alguna nota que les llamó la atención. Es una razón más para continuar escribiendo.

Muchas visitas las generan motores de búsqueda. Las palabras clave que más atraen nuevos y efímeros lectores son: palabras que se escriben con nv, (un tema que he tratado en alguna nota y parece que hay tareas de ortografía que encuentran solución aquí). Otras son pisco (un ave americana que también se llama pavo) y turpial (un pájaro americano de los que hablé por aquí). La palabra Huitzilopochtli, nombre de un dios azteca, atrae curiosos. Llegan a veces buscando cuentos para niños o películas. Descubrí un aumento en las visitas de ciertas notas de cine, pero en realidad se trata de un sitio web de venta de DVD que ha enlazado fotos de carteles que he puesto aquí para ilustrar artículos.

Hace unos meses se me ocurrió añadir análisis estadísticos proporcionados por Google. El mapa de accesos por regiones es muy diciente. Lo he puesto para ilustrar esta nota. Muestra que la mayor parte de los visitantes vienen de Colombia, pero por otro lado sabiendo que más de 80% son nuevos y no regresan, los fieles lectores son relativamente pocos y no necesariamente de mi país.

Aprovecho para agradecerles a todos los que pasen por aquí su interés. A ver si interactuamos más, pero dependerá ciertamente del contenido de mis notas. Una nota semanal sigue siendo un buen ejercicio. Cada año me pregunto lo mismo: ¿continuar o parar? A ver si la inspiración me ayuda más este año.

domingo, 08 abril 2012

Contra el teatro

intolerancia, ostras, Voltaire, SchopenhauerLo digo con orgullo, casi sin pena: comer ostras me produce una aversión parecida a comer carne de caballo. Los amantes de las ostras se reúnen junto a una mesa llena de esos moluscos, hablan, comparten un cuchillo especial para abrirlas, las rocían de limón, se las tragan crudas, y yo siento el estómago que se me vuelve un ocho. Parafraseando a Héctor Abad Faciolince en una de sus últimas columnas en El Espectador: «Quiero salir corriendo. Parado junto a ellos no me meto en la acción: veo un espectáculo ridículo, caduco, un muerto en vida. Los que odian los sapos, los que no soportan siquiera su vista, reconocen que el sapo es un animal inocente, inofensivo, incluso útil. Si a veces destila una leche venenosa, ésta puede producir eczema, pero casi nunca es mortal.»

Sé que rara vez la gente se enferma o muere por comer ostras, a lo sumo sufren una fuerte indigestión y sin embargo me repelen. Prefiero comer pinzas de cangrejo o caracoles y si me apuran hasta ancas de rana, pero a las ostras no le veo el chiste. Dicho sea de paso, tampoco me atrevo a comer hormigas santandereanas.

En todo caso prefiero un buen plato de mejillones cocidos en su caldo acompañado de papas fritas a la francesa y un buen vino blanco frío. En Navidad y Año Nuevo se estila mucho comer ostras por aquí. A mi esposa le encantan pero rara veces le acolito sus antojos acompañándola al mercado de Ferney o al de Divonne para verla comer ostras mientras yo como otra cosa o me hago el tonto mirando a otro lado. Entiendo perfectamente que ella prefiera ir con gente que disfrute comiéndolas y no conmigo que lo que hago es incomodarla y hasta estorbar.

¡Ostras! No tengo nada contra los que comen esos animales inofensivos ni me molesta tocar un collar de perlas naturales. No me incomoda verlos vivos o en fotografía, pero ya en mi boca me cuesta mucho pasármelos. Lo intenté muchas veces y hasta logré comerme varias en una sola cena, pero no le saco gusto. No hay nada que hacer. También dejo claro que quiero y respeto a muchos aficionados a las ostras y no pido que piensen como yo. ¡No faltaba más!

No creo que gane muchos enemigos con esta nota, pues la gente acepta que por cuestión de gustos culinarios no hay disgustos. Otra cosa sería si escribo que no me gusta el teatro o las corridas de toros o los partidos de fútbol o las mujeres o el tango o las misas. Seguro que más de uno me trataría de ridículo, oportunista, insensato, provocador, utilitarista, ofensivo y hasta de pobre intelectual como he leído por ahí con motivo del artículo que mencioné al comienzo y que me inspiró esta nota.

Hay mucha intolerancia suelta, pero por más que a uno no le guste nada algo, siempre encontrará a otros que piensen lo contrario. En estos casos siempre recuerdo a dos personajes famosos: Schopenhauer y Voltaire. Al primero por un librito muy interesante escrito en 1864 que se titula Dialéctica erística o el arte de tener razón, expuesta en treinta y ocho estratagemas y al segundo por esta frase que se le atribuye: Je ne suis pas d’accord avec ce que vous dites, mais je me battrai jusqu’à la mort pour que vous ayez le droit de le dire.