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domingo, 27 abril 2014

De monstruos y quimeras

NV-IMP867.jpgHace días que llevo pensando en esos seres mitológicos, fantásticos o de tradición popular que tienen formas monstruosas o poderes extraordinarios. No me explico bien la fascinación por ellos cuando aparecen en relatos inverosímiles que tanto pueden impresionar a niños y adultos. Parece que necesitáramos sentirnos en situaciones inconfortables a través de esos personajes. Imaginar el encuentro improbable con un dragón o un centauro o los mismos dinosaurios nos da miedo. Quizás tememos vernos frente a peligros similares o convertirnos en monstruos. Los éxitos de librería y cine como Harry Potter o El señor de los anillos tienen mucho que ver con esos seres fantásticos.

La vida es una serie de encuentros con monstruos de todo tipo, más o menos espantosos. Hay personas que parecen monstruosas al exceder en mucho las cualidades y aptitudes comunes y por eso los admiramos. Una forma de descubrir lo que nos gustaría ser o hacer es pensar en esos modelos y luego buscar las razones para descubrir o confirmar nuestros gustos y futuros desafíos.

Nos debatimos entre la tendencia de estar en la normalidad y la llamada hacia los extremos: superarnos para ser mejores que los demás en el bien o el mal. Porque hay malos que lo que buscan es ser peores que sus congéneres, ser temidos y respetados por el horror que causan.

Al final la emulación en el sentido del deseo intenso de imitar e incluso superar las acciones ajenas es el motor de nuestras vidas. Es ahí donde encontrar monstruos nos sorprende, ya sean campeones deportivos o de ajedrez o scrabble o pintores o bailarines de tango.

Parece tan sencillo lo que realizan esos maestros, pero cuando intentamos imitarlos comprendemos que nos falta mucho por escalar. Anhelamos lograrlo con trabajo y dedicación, a condición de tener las cualidades necesarias. Uno se mejora pero nunca está satisfecho. Lo peor es perder la inocencia del ignorante por la visión deformada de quien conoce algo del asunto. Admirar un cuadro cuando uno nunca ha intentado pintar con acuarela, acrílico o carboncillo no es lo mismo que después de practicar esas técnicas con sus propias manos.

Recuerdo un documental sobre Paco de Lucía en el que él mismo contaba que una vez, oyendo un guitarrista en la radio, le pareció que era muy bueno. Lo estaba admirando hasta que reconoció que era él mismo quien tocaba. Entonces empezó a notar errores y a perder el gusto de oírse.

Gabriel García Márquez comentaba en una entrevista que muchos escritores colombianos creían que era muy fácil convertirse en famosos y se decepcionaban rápidamente. Él se sentía culpable en cierta medida por haber obtenido el premio Nobel y haber tenido tanto éxito mundial.

Desde su fallecimiento, he estado pensando en ese otro monstruo que fue Gabo. Tenía una facilidad para escribir cosas inverosímiles con tanta naturalidad que creó el realismo mágico. Recuerdo que leí Cien años de soledad en un fin de semana cuando tenía como dieciséis años ya que me cautivó y no podía parar de leer. Hace unos años intenté leerlo otra vez, pero en ruso y me sorprendí viendo el léxico tan rico y difícil de traducir que lo compone.

No todos sus libros me gustaron por igual. Recuerdo especialmente algunos de sus relatos publicados con el título Ojos de perro azul o Doce cuentos peregrinos o El otoño del patriarca que me pareció una descripción genial de los dictadores. La hojarasca es una mezcla genial de puntos de vista del narrador. Crónica de una muerte anunciada empieza contando el asesinato del personaje principal y el resto es la explicación de lo sucedido antes, para explicar las razones del suceso, que además fue un hecho real. Su primera parte de la autobiografía Vivir para contarla explica muy bien su recorrido. Escribió tantos libros interesantes… En fin, me hará falta.

Creo que no hay que perder la esperanza ni la motivación. El solo hecho de divertirse intentándolo es ya para mí satisfactorio. No todos podemos ser famosos. Si así fuera, no existiría la fama. Tampoco hay que dejarse encandelillar por la perfección, pues no existe. Un mundo perfecto es otra quimera que aunque la busquemos no podremos alcanzar.

En fin, documentándome un poco sobre los monstruos, descubrí en la Internet que Borges había coescrito un libro sobre los personajes fantásticos. Tengo en la lista los siguientes que quiero estudiar: Quimera, Arpía, Grifo, Pegaso, Fénix, Basilisco, Cancerbero, Mohán, Patasola, Madreselva, Candelilla, Esfinge, Dragón, Elfo, Fauno, Hidra, Leviatán, Mandrágora, Minotauro, Sirena, Quetzalcóatl, Kukulkán, Centauro, Lamasu, Kirubi, Unicornio, Yeti, Chupacabras, King Kong, hasta llegar a los animales reales como el Leopardo, Ornitorrinco y Okapi que parecen inventados. Algunos provienen de la cultura griega, otros son mexicanos o colombianos. A ver si se me ocurre un relato con todos esos personajes fantásticos.

domingo, 06 abril 2014

El futuro inesperado

futuro,ciencia ficciónEl año 2000, que parecía una barrera infranqueable, empieza a quedar lejos atrás, como el siglo XX. Hoy hubiéramos debido de estar todos viajando en pequeños aviones individuales o teleportados gracias a los artilugios de la ciencia o cocinando con pastillas deshidratadas que se convertirían en platos suculentos en segundos. Los hogares, oficinas, industrias y todo lugar del planeta estarían llenos de robots que como esclavos nos servirían sin cesar. Todo el sistema solar estaría poblado y explorado gracias a nuestras naves espaciales. El mundo sería feliz sin pobreza ni guerras gracias al triunfo del capitalismo o del comunismo. Las únicas amenazas vendrían de los extraterrestres o de asteroides que podrían caer sobre el planeta. La ciencia nos iba a traer la prosperidad. ¡Qué equivocados estábamos!

Adivinar el futuro es más difícil que las previsiones meteorológicas a más de ocho días. Es como describir matemáticamente el recorrido preciso de un papel que uno tira por la ventana; lo único que se puede calcular es la probabilidad de que se encuentre en el piso al cabo de cierto tiempo. ¿Quién hubiera podido predecir, hace más de cuarenta años, que yo estaría hoy aquí escribiendo desde Francia?

Se le atribuye al intelectual francés André Malraux la frase «Le siècle prochain sera religieux ou ne sera pas» (el próximo siglo será religioso o no lo habrá) que es una paráfrasis de esta otra «Creo que la tarea del próximo siglo, frente a la amenaza más terrible que ha conocido la humanidad, será la de reintegrar a los dioses» que está documentada en L'Express del 21 de mayo de 1955. Ni siquiera esa posibilidad parece hoy clara, viendo los resultados de los fanatismos religiosos, sobre todo desde que Al Qaida empezó sus ataques terroristas. Ni el mundo feliz de Aldos Huxley, ni el 1984 de George Orwell han llegado a nosotros.

Se me antoja ponerme un instante en el papel de Casandra y predecir el mundo dentro de veinte o cincuenta años. ¿Catástrofes ecológicas o un nuevo mundo de protección de la naturaleza y armonía entre los hombres? ¿Explosión demográfica incontrolable o decrecimiento económico? ¿Gobiernos dictatoriales, demócratas, monárquicos, oligárquicos, aristocráticos, anárquicos, comunitaristas, globalizados, localizados o tribales? 

Mi optimismo y confianza en el ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor, y en los recursos de nuestra especie me hacen creer que el mundo será mejor para todos, menos pobreza, menos consumismo, menos materialismo, mejor comunicación, más tiempo libre, mejores condiciones de trabajo, menos desempleo. Los jóvenes de hoy serán los responsables del mundo que nos espera. Cuando veo la actitud de muchos de ellos, siento que lucharán por un mundo más solidario y menos superficial, por un planeta que no sea simplemente un gran basurero, sino el frágil universo donde vivimos y tenemos que proteger. Lo que nos presentan los medios de comunicación me parece exagerado: la crisis, las guerras, las catástrofes. En conclusión, mejor dejar volar la imaginación para escribir relatos futuristas o de ciencia ficción que tratar de adivinar el porvenir.

sábado, 22 febrero 2014

Ibagué II

colombia,colegio cisneros,encuentro,ibagué,amistadSiempre he tenido problemas para aprender cosas de memoria. De pequeño me costaban trabajo las tablas de sumar y multiplicar hasta que entendí la lógica del cálculo aritmético y todo me pareció más fácil. Con los nombres propios he tenido el mismo problema. Me es difícil asociar nombres con personas o caras hasta que por fin lo logro, pero si dejo de ver a alguien conocido durante un largo tiempo, me lo puedo encontrar en la calle, caer en la cuenta de que lo conozco, pero no recordar su nombre.

Hace poco me pasó con el nombre del matemático inglés Alan Turing, con el de la modelo y actriz francesa Leticia Casta y con el título de una película de Fernando Solanas, Memoria de un Saqueo. Confundí también a Heráclito con Eratóstenes al adjudicarle al segundo lo que había dicho el primero: «no se puede entrar dos veces en el mismo río». Mientras que Eratóstenes es célebre por la determinación del tamaño de la Tierra.

Google es de gran ayuda en estos casos famosos, pero no sirve (¿todavía?) a reconocer viejos amigos. Ojalá no me pase lo que a ciertos mayores desmemoriados que si les muestran personajes muy conocidos de su tiempo, como el papa Juan Pablo II o Ronald Reagan, no saben quiénes son.

En Ibagué tuve de nuevo esa sensación incomoda cuando me encontré el 18 de enero pasado con amigos del colegio que hacía más de cuarenta años no veía y no reconocí de inmediato. Algunos han cambiado mucho, otros no logro recordar cómo eran en esos viejos tiempos a pesar de que sé que compartimos pupitres en el bachillerato, aunque también hay quienes no han perdido sus rasgos característicos para mi memoria. Por eso propuse que en la próxima reunión cada uno lleve una foto de su juventud, para ver cómo éramos. Para colmo de males, como teníamos esa mala costumbre de ponernos apodos o de llamarnos por el apellido, acordarse de los nombres verdaderos puede ser complicado. Los que siguen mereciendo el apodo son el flaco y el gordo.

Félix fue el anfitrión que nos recibió en su finca y nos distrajo con su canto y sus anécdotas de aviador. Con él me vi hace unos cinco o seis años. No ha cambiado mucho, aunque se ha aplacado con respecto a lo loco que parecía de joven.

Con Gustavo no me veía desde que terminamos bachillerato. Charlando con él caí en la cuenta de que es el amigo más viejo que tengo pues nos conocemos desde el kínder del Liceo Especial por allá cuando teníamos cinco o seis años. Jugábamos en el recreo y los fines de semana también en el barrio Interlaken. Me gustó oírle contar su trayectoria profesional y su dedicación a la ecología.

Humberto es otro que no ha cambiado tanto. Es el segundo amigo más viejo que tengo. Nos conocemos desde tercero de primaria cuando teníamos como 9 años. Sigue jugando basquetbol y nada menos que a 2600 metros de altitud. Admirable. Tiene una bonita familia que nos recibió en Bogotá. En su casa puede verme con Juan, alias Belisario, de vida multifacética que nos alegró con su música. También estaba Carlos, alias Chiquitín, que nos sorprendió contándonos sus negocios en China, donde vive desde hace años. Su conversión en vegetariano me dejó pensativo, ya que es la primera persona que conozco que ha recuperado la salud gracias a ese régimen sanador de sus problemas de colesterol.

Volviendo al encuentro en Ibagué, Jorge, que ha tenido una vida extraordinaria, me planteó su idea de que escribamos un libro con las anécdotas de nuestros años de secundaria. A ver si lo logramos entre todos.

A Manuel, un magistrado importante en la justicia tolimense, tampoco lo había visto desde la graduación de bachiller. Recuerdo que era un salsero impresionante; él sí recordaba a Heráclito y su filosofía del cambio permanente.

El otro Manuel, el flaco eterno, nos hizo reír con sus ocurrencias y buen humor. Su aventura de aprender a manejar viendo cómo lo hacía su chofer durante un trayecto por Colombia y cómo tomó el volante y terminó el viaje solo es impresionante. La ocurrencia de pedirle a Félix que construya un edificio para que vivamos todos nosotros fue graciosa, pero a Mario le gustó mucho, la tomó en serio y la apoyó con entusiasmo.

De Alfonso tengo recuerdos muy vagos y me gustaría volverlo a ver en una foto de entonces. Charlamos amenamente y me alegró saber que había sobrepasado graves problemas de salud. También me costó reconocer a Francisco Javier después de tanto tiempo sin vernos. Ahora me quedó su imagen cantando en el karaoke.

Jorge, alias el Avispón, apareció en el grupo después de muchos años de ausencia. El drama de Armero le tocó muy de cerca pues en él perdió esposa e hijos. Seguro que le ha dejado una marca indeleble. Me alegré viéndolo cantar con tantas ganas en el karaoke.

Luis Fernando, otro flaco pero menos ahora que entonces, contó sus anécdotas con los hispanohablantes de tantos países que conoció en Estados Unidos. Con Emiliano me he encontrado varias veces en mis últimos viajes. Sus comentarios sobre la experiencia de ayudar a un anciano con Alzheimer fueron graciosos pero a la vez asustadores.

Ver a Orlando camino del altar con sus kilos de más fue sorprendente, ya que después estuvo ayudando al cura a dar la comunión; parece que es diácono. Su hija fotógrafa nos regaló una cantidad increíble de fotos.

Lástima que no pude hablar mucho con cada uno del grupo, por ejemplo con Alirio y Julio Ernesto. Ese día hablé por teléfono con Mauricio y José, aunque la calidad del sonido no nos dejó entendernos bien.

Jairo, lejano pariente, ahora anda muy metido en política. Le va bien y la gente lo quiere pues se ocupa de ellos sin intereses personales. Luis Alberto viajó desde Neiva sin dejar su buen humor. Armando (su hermano Mario sí terminó con nosotros, mientras que él fue de la promoción que nos seguía) estuvo en la reunión como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. Así fue con todos.

Esta es la lista de los 19 presentes: Acosta, Barreto, Bobadilla, Bonilla, Forero, Gallo, García, Gutiérrez, Guzmán, Ibáñez, Kairuz, Medina, Meza, Párraga, Peláez, Serrano, Suárez, Velosa y Verástegui. Nuestra promoción fue de 45 alumnos de los cuales dos ya han muerto. Fue una reunión muy agradable y emotiva, con sancocho, cerveza, whisky, karaoke y mucho cotorreo. Ojalá en otra oportunidad veamos a los demás, en especial a Margarita y Ana Beatriz que fueron las únicas mujeres del grupo y las primeras que se graduaron en el colegio.

A pesar de nuestras trayectorias heterogéneas con sus altos y bajos y haber evolucionado hacia diversos destinos, seguimos unidos por esos años que compartimos en secundaria. Somos como los cuatro elementos de la antigüedad, aire, tierra, fuego y agua, discordantes, pero inseparables en este planeta.

Durante varios días después de esa tarde me acompañó en la mente una de las canciones que cantamos pero que no logré identificar completamente. La tarareaba sin recordad el título ni la letra completa. Me puse a buscarla en Youtube a ver si aparecía entre las que cantaban Alci Acosta, Felipe Pirela, Nino Bravo, Daniel Santos y otros famosos, pero, qué pesar, en vez de reconocerla, se esfumó de mi cabeza.