jueves, 08 enero 2015
Días grises
Ayer ha sido un día triste por varias razones.
Estuve en el cementerio en una ceremonia para despedir a un amigo que murió de un infarto fulminante el 29 de noviembre. Tenía 52 años de edad y gozaba de buena salud. Jugaba basquetbol, era de temperamento calmado y afable. Según me contaron, apenas tuvo tiempo de decirle a su mujer que sentía algo raro a las cinco de la mañana antes de quedar fulminado. No había tenido ningún síntoma en días anteriores. Un corto discurso de sus hijos y una serie de canciones en español y francés de cantantes conocidos nos acompañaron en la capilla donde se oían sollozos. Mucha gente estuvo ahí, sobre todo colegas del trabajo donde lo conocí.
El segundo hecho fue el cobarde asesinato de la redacción del periódico satírico Charlie Hebdo por extremistas terroristas. ¿Cómo pueden ser tan ignorantes para matar a un caricaturista o a un periodista que no piensa como ellos? ¿Qué mundo nos quieren imponer? El pensamiento único e irracional no va conmigo. Quiero una sociedad variada y tolerante donde se respeten todos los derechos humanos. Hay que evitar volver al oscurantismo y a la Edad Media.
Me quedé pensando en que quizás lo que realmente nos distingue de los demás animales es el hecho de que enterramos a nuestros muertos. La gran incógnita es qué hay después de la muerte: ¿el paraíso como esperan los religiosos o la nada como predican los ateos? Quizás lo mejor es no saber. Me da igual desde mi posición de agnóstico. Estoy seguro de que es un problema que está fuera del alcance de nuestro racionamiento. Es cuestión de fe en un caso como en otro. Es como cuando veo un buen mago, sé que hay un truco, pero mejor no saberlo para que no se rompa el encanto.
Me pregunto si la otra característica de la humanidad no es la violencia de los unos con otros para imponer ideas. Cada cual quiere tener razón a toda costa y que nadie lo contradiga. Una de las cosas que más me gustan de Francia es la libertad de expresión. Se puede debatir cualquier tema sin mayores problemas. Si todos pensáramos igual, sería aburridísimo.
18:31 Anotado en Elucubraciones | Permalink | Comentarios (0) | Tags: fanatismo, vida, muerte, más allá, humanidad
viernes, 19 diciembre 2014
Archivos electrónicos
Debería haber programas inteligentes para ayudar a clasificar y limpiar el correo electrónico. Quizás existen y no los conozco. Solo empleo las herramientas de búsqueda y clasificación del programa de correo con mi experiencia e intuición. Me gustaría, por ejemplo, poder ordenar los mensajes por temas e importancia, borrar automáticamente los que no aportan nada a la discusión como los agradecimientos y saludos cortos. Como con algunas personas entablamos conversaciones laborales y privadas sobre asuntos muy diversos, me gustaría poder separar esos mensajes según el caso. A veces los mensajes vienen con el recapitulativo de todos los anteriores sobre el asunto tratado, otras veces están truncados. Sería muy bueno poder guardar los diferentes elementos de manera separada para evitar repeticiones y reducir espacio.
Por suerte con regularidad limpio mis buzones electrónicos para borrar lo que no necesito y quedarme con lo esencial. Eso toma tiempo y es difícil ser exhaustivo. Por eso, sin querer, se va acumulando información inútil.
Los mensajes más antiguos que tengo son de 1997, pero sé que en CDs tengo guardados de años anteriores. Los ficheros más viejos que tengo en mi PC son de 1988. Tenía cintas magnéticas y disquetes con datos todavía más viejos pero creo que en alguna mudanza terminaron en la basura.
Cuando Alfredo, mi primer jefe en Ginebra, cambió de puesto, dejó durante varias semanas una pila impresionante de documentos, revistas y papeles en su despacho que tocó forzarlo a recoger para que Georges, mi nuevo jefe, pudiera instalarse. Cuando Georges se jubiló y me tocó reemplazarlo, dejó muchos archivos de papel ordenados en los armarios pero también muchos ficheros electrónicos; algunos me fueron útiles pero la mayoría ni siquiera abrí durante los trece años que ejercí el cargo. Durante un mes de verano hace más de diez años cuando yo estaba de vacaciones, Pascale, nuestra secretaria, estuvo organizando mis papeles para poder clasificar y fusionarlos con los de Georges siguiendo las pautas que le dejé.
Además, cada vez dejamos menos huellas escritas en papel. Ahora casi todo es electrónico. Con todo, el 30 de septiembre de 2014, me llevé a casa unas cinco bolsas muy grandes de papeles, documentos y libros que tendré que poner en algún sitio accesible cuando haga campo. Por lo pronto están aguantando el frío de la bodega.
Hace más de un año, pensando precisamente en mi jubilación, comencé a ordenar mensajes y ficheros para separar lo laboral de lo privado. Traté de enviar a mi correo personal todo lo que no tuviera que ver con mi trabajo dejando solo los privados que tenía que contestar con rapidez. Eso me facilitó la tarea pues en los últimos meses eran muy pocos los privados que todavía recibía en la oficina.
En estos últimos dos meses me puse manos a la obra para clasificar y archivar, de una vez por todas, esos datos. ¡Uf! Luego de la limpieza, ahora me quedan en mi PC «únicamente» un total de 37551 ficheros privados y 34904 del trabajo. En mensajes electrónicos son 21070 privados y 35989 del trabajo. ¡Son varios gigas! En teoría estos son documentos activos y útiles, aunque tengo archivados en CDs y en el mismo PC muchos datos más. Solo yo sé cómo están organizados y cómo buscar algo que me interesa. Además están en varios idiomas, lo que complica la búsqueda. He dado copia de los de mi trabajo a Pascale, por si acaso mi Sección necesita alguna información.
A mí me han servido mucho, por ejemplo, para demostrar que se había decidido algo hace años o que yo había informado a mis colegas de algún procedimiento o nuevo programa o para preparar informes o simplemente como recapitulativo histórico.
Lo que tendría que hacer, siguiendo el ejemplo de Bruce, uno de mis excolegas (difícil poner ese ex), es «desmaterializar» los documentos escaneándolos para convertirlos en ficheros PDF. Igual tendría que hacer con las diapositivas, los casetes VHS, los CDs y casetes audio, los discos, las películas super-8 y los vídeos en minicasetes en formato electrónico para guardarlos «en la nube» y en algún servidor multimedia en casa.
¿Pero para qué? ¿De qué servirá tener toda esa memoria almacenada? ¿Algún ciberarqueólogo o ciberrobot los analizará en el futuro?
19:18 Anotado en Elucubraciones | Permalink | Comentarios (0) | Tags: información, archivos, datos
domingo, 02 noviembre 2014
Mongolia y Mozart
Una bonita misa breve compuesta por Mozart a la edad de 12 años interpretada en Morges me dejó pensando en la vida corta e intensa que tuvo ese genio de la música. Después de tanto tiempo solo nos queda su recuerdo. Para un primero de noviembre y un día de todos los santos, es interesante relativizar la muerte. El concierto también rendía homenaje a tres compositores más de la época de Amadeus, aunque mayores que él: Caldata, Marcello y Graupner. Son menos conocidos del común de los mortales y sin embargo parece que influenciaron al famoso compositor austriaco. ¡Cuántos humanos han pasado por la Tierra sin que ahora nadie los piense!
Julián dirigió muy bien el concierto. Los solistas estuvieron muy bien. Me impresionó el contratenor. Hoy a las 5 es la última presentación que será en el templo de Rolle. Vale la pena.
¿Y qué tiene que ver Mongolia con este asunto?
Antes de ir al concierto paseamos por Morges. El atardecer soleado estaba magnífico aunque un poco frío. Habíamos llegado muy temprano para el concierto. Los colores del lago y las montañas daban la sensación de hacer flotar los veleros en el aire. Entramos a un bar para matar el tiempo tomando té.
Cuando llegó la hora de cerrar ese bar, salimos a buscar un restaurante. No había muchos abiertos. Encontramos uno indio que parecía bueno. Tuvimos el tiempo justo de comer el menú de degustación vegetariano, que resultó delicioso pero que no pudimos terminar. Salimos corriendo hacia al concierto.
La joven que nos atendió no era india. No sabíamos si era china, vietnamita o coreana. Nos dijo que era de Mongolia. Parecía muy joven. Dijo que tenía 27 años y un niño de 6. El resto de su familia estaba en su país de origen. Hablaba francés con dificultad. Solo ayudaba esa noche que faltaba un mesero.
¡Qué lejos estamos de Mongolia! Seguro que Mozart ya llegó allá hace años o siglos. Me quedé pensando en lo que hace que una persona de Mongolia se venga desde tan lejos a vivir por aquí. Supongo que muchos dirán lo mismo de mí, pero eso no lo pensé ni lo imaginé cuando crucé el Atlántico por primera vez.
11:00 Anotado en Elucubraciones, Música | Permalink | Comentarios (0) | Tags: concierto, coro, otoño, emigración