domingo, 09 agosto 2009
Olor de mis amores
Valeria entró en la boutique atraída por el perfume de canela y sándalo que sintió al pasar. Se había prometido no volver y ni siquiera pasar por esa acera o esa calle, pero una fuerza irresistible guiaba sus pasos hacia el centro comercial tan práctico y céntrico en el camino de su trabajo a la casa.
La atmósfera de la boutique Taj Majal tan bien decorada, con esos colores cálidos rojos, naranja y café, con esa variedad tan grande de té, artesanía de la India, Nepal y Asia, platería y fantasía, vestidos y accesorios de moda, artículos de decoración, textiles, pequeños muebles, papelería, perfumes con aromas de ámbar, roble, cedro, bergamota, azahar, rosa y sus preferidos canela y sándalo la hacían viajar por mundos lejanos. Se imaginaba montando un elefante detrás de un apuesto indio con su turbante por un bosque lleno de tigres de bengala que se alejaban asustados a su paso.
Lo único que le molestaba era la estrechez de los pasillos que por su culpa la primera vez le hizo romper un servicio de cristal y que le tocó pagar muy apenada; su aseguradora le pagó el daño por el riesgo responsabilidad civil, pero no podía hacerlo muy a menudo. Lo bueno es que a esa hora había pocos clientes y podía circular tranquila soñando con su mundo exótico.
Había pocos vendedores. Una joven de aspecto oriental, un señor mayor de cabello blanco que en general estaba sentado en un escritorio al fondo del almacén y que era seguramente el dueño, y Abishek, un joven y apuesto de piel morena y ojos color de miel, con unos dientes blancos relucientes, el pelo liso muy bien peinado como salido de una película de Bolywood. Cuando Valeria lo veía se sentía petrificada y le daba la impresión de que la sangre le subía a la cabeza. El joven no parecía darse cuenta de la atracción que ejercía sobre su asidua clienta. Cuando Valeria lo veía, buscaba cualquier excusa para preguntarle algo y terminaba siempre comprando cosas que en otras circunstancias no hubiera llevado.
Ese día la sorprendió oliendo los perfumes que la hacían sonar tanto. El joven le explicó que la canela y el sándalo eran afrodisíacos y le aconsejó una marca en particular. La joven sintió que su corazón se aceleraba. Cuando iban caminando tan cerca hacia la caja para pagar vio sus figuras reflejadas en un espejo de cuerpo entero con un marco de madera recargadamente decorado con diosas y elefantes. Se vio tan gorda y deformada con sus ciento veinte kilos y sus ciento sesenta centímetros de estatura que volteó la vista a otro lado. Normalmente se sentía y se veía hermosa con su sobrepeso, pero la imagen de su príncipe de Bolywood caminando con ella le pareció grotesca.
Pagó rápido y se despidió anhelando que su vendedor se convirtiera en un Shahrukh Khan obeso o ella en una sílfide Aishwarya Rai para que su sueño de colorín colorado pudiera ser realidad. Se dijo una vez más que no volvería por ahí hasta que hubiera perdido peso, pero se fue directo a casa para comer su menú preferido de kilo de papas fritas con medio kilo de costillas de cerdo acompañadas de un litro de gaseosa que iba a preparar en la soledad de su cocina, pero esta vez con su cuerpo perfumado de canela y sándalo.
12:43 Anotado en Juego de escritura | Permalink | Comentarios (1) | Tags: ficción, cuento, perfumes, india, bolywood
sábado, 08 agosto 2009
Piscos y turpiales
¡Ah!, qué bueno. Al fin unas semanas de vacaciones. Estos últimos días, especialmente ayer viernes, fueron de mucho trajín pues no solo yo quería dejar muchas cosas terminadas sino que mis colegas y mi jefe querían que yo resolviera no sé cuantas cosas, como si no fuera a volver.
Volviendo a los animales de ayer, caigo en la cuenta, después del comentario de Ernesto, que hay nombres muy comunes en Colombia o en alguna región, pero desconocidos en otras partes. No pensé que el turpial fuera uno de esos. Es un pájaro de color amarillo y negro que canta una tonada parecida a «chu chu chu chu chu chuí chuí» sin cansarse. A veces se les ve en jaulas donde comen frutas como el banano. En la web encontré esta foto donde dice que es el ave nacional de Venezuela.
El pisco es otra ave, que tiene muchos nombres: guajolote en México, pavo en otros países, dinde en francés, turkey en inglés. Me ha parecido curioso que el nombre francés venga de la evolución del nombre inicial que era «poule d’Inde», es decir pollo de la India, que con el tiempo quedó solo «de la India» contraído en dinde. No hay que olvidar que el pisco es también una bebida alcohólica peruana y chilena. En Colombia en algunas regiones en lugar de decir tipo o persona, se dice pisco: este pisco es muy buena gente.
http://www.flickr.com/photos/12694900@N08/2258639351/
http://www.flickr.com/photos/voght/2441818832/
12:23 Anotado en Naturaleza | Permalink | Comentarios (2) | Tags: animales, idioma, nombres
viernes, 07 agosto 2009
La finca de los Camacho
Quedaba cerca de Viotá, un pueblo cundinamarqués de tierra caliente. Estaba cerca de Anolaima, Apulo y Tocaima, a unos noventa kilómetros de la capital, con una temperatura promedio agradable de 25 grados. Mis padres tenían allá a unos viejos amigos, los Camacho. El padre era médico y su esposa tenía una farmacia o más bien droguería pues había mucho más que remedios. Eran padrinos de bautizo de uno de mis hermanos. La amistad debió de ser muy vieja; no sé si del tiempo en que vivimos en otro pueblo de la región, La Florida.
Ellos tenían tres hijos, todos hombres, y nosotros éramos seis hijos. En las vacaciones cuando vivíamos en Ibagué o Bogotá, solíamos ir de vacaciones a esa finca que tenían en Viotá y donde vivían todo el tiempo. Muchas veces pasamos las fiestas de fin de año en reuniones de mucha gente con baile y música y, claro está, comida típica.
Son recuerdos agradables de paseos en el campo, montar a caballo, ir a ver ordeñar las vacas, oír las gallinas y gallos sueltos por el patio, ver muchos pavos reales, piscos, gansos, turpiales, perros, gatos, sentir picadas de mosquitos y estar rodeados de muchos árboles frutales tropicales, especialmente de mango. Una vez me pequé una comida tan grande de mangos que estaban súper maduros que terminé con dolor de barriga y enfermo.
A veces había paseos al río donde nos bañábamos y comíamos y hasta se bailaba pues no faltaban los músicos. Como yo era el menor de mi casa, no siempre encontraba con quién jugar, pero me divertía a mi manera. Mis hermanos mayores sí se iban a ayudar en las labores de ganadería. Se levantaban antes del amanecer para participar en el ordeño. Los desayunos eran como almuerzos a eso de las nueve de la mañana cuando regresaban cansados del trabajo de vaqueros.
Con el paso del tiempo las reuniones se hicieron todavía más grandes pues los hijos se fueron casando y teniendo hijos. En una de esas fiestas se oyó el ruido de alguien que se había rodado por las escaleras. «¿Quién se cayó?», gritó el Doctor Camacho. «El hijo de Clara», contestó uno de mis sobrinos. Suponemos que pensó que con tanto niño, si hubiera dicho su nombre, no lo hubieran reconocido.
Un año viejo en que estábamos todos preparándonos para la fiesta, mandaron a los hombres mayores al pueblo a traer no sé qué cosa que faltaba. Tocaba ir en carro pues siempre quedaba lejos. Las horas pasaban y no regresaban. Las mujeres y los niños estábamos listos pero nada de nada. Cómo no existían los teléfonos celulares, no había forma de contactarlos. No sé si fue antes de o justo después de medianoche que volvieron muy entonados los señores explicando que habían parado en casa de unos amigos en el pueblo y que no los habían dejado salir hablando y ofreciéndoles trago. Esa nochebuena las mujeres estuvieron muy furiosas y creo que la fiesta se aguó.
El tiempo, la vida y hasta la muerte nos fue alejando. No hace mucho supe que el doctor murió hará dos años, después de haber cumplido 100 años de edad.
http://viota-cundinamarca.gov.co/nuestromunicipio.shtml?a...
14:34 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (3) | Tags: vacaciones, fiestas, campo, vacas, familia, amigos