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domingo, 02 agosto 2009

Noril Oefrom

Juego090802.jpgIncluso en aquellos angustiosos momentos, el señor Zaisberger creía tenerlo todo bajo control. Había rezado mucho para que su hijo no fuera a heredar esa enfermedad terrible de la familia que es estar perdiendo o refundiéndolo todo, mas el milagro no se produjo.
Esa noche el pequeño había perdido el sueño. Su padre lo regañó y se puso a buscar con él por todas partes para ver si lo encontraban. Debajo de la cama, dentro de las consolas de juego, entre los lápices de colores, en el fondo de las cobijas. Nada de nada; no aparecía.
«Ten más cuidado, Federico. Uno nace con ciertos amigos que debe cuidar toda la vida pues son muy escurridizos. Lo malo es que los Zaisberger somos demasiado distraídos y no nos damos cuenta de dónde ponemos las cosas. Es una enfermedad que además también has heredado del lado de mamá. Tu abuelo Andrea perdió el juicio prematuramente y no hubo manera de encontrarlo. Se habló con la policía, se contrató un detective privado, pero lo perdió para siempre. Murió en un asilo psiquiátrico.
»Tu tía Joaquina, la más famosa cantante de ópera de su tiempo, perdió la voz en una fiesta. Esa noche había estado cantando como nunca en un concierto de beneficencia. No se cubrió bien el cuello, salió desabrigada y la voz se le escapó con el primer ventarrón que la golpeó en la calle. Igualmente la buscaron por todas partes, en las azoteas, en las banderas, en los tendederos de ropa, en los ventiladores, en las plumas de los patos, pero fue imposible conseguir encontrarla. Menos mal que había ganado suficiente dinero para vivir el resto de su vida con una voz chillona y desagradable que consiguió de segunda en el mercado de las pulgas», decía Don Óliver.
Mientras el padre contaba lo mismo de siempre, el pequeño Federico, oía distraído y pensaba dónde había estado todo el día repasando los lugares donde se hubiera podido escapar el sueño. Se había levantado tarde pues eran vacaciones. El sueño lo acompañó a desayunar y poco a poco lo fue dejando durante toda la mañana, sobre todo después de la ducha de agua fría que le quitó los últimos pedacitos de almohada que le quedaban en los ojos. Salió a jugar con los niños de la cuadra. El día estaba soleado, pero menos caluroso que los anteriores. Habían anunciado tormentas refrescantes. Después de almuerzo el sueño volvió de sus andanzas y se acostó con él a dormir siesta. Estuvieron arrunchados en la penumbra de su cuarto y en una casa aletargada por los ronquidos de todos sus moradores. Cuando se despertó al cabo de una hora, el sueño lo acompañó un rato pero ya rápidamente se fue a jugar por su lado. Después no recordó haberlo visto de nuevo hasta que se fue a dormir. Se pusieron las piyamas juntos, rezaron sus oraciones, se lavaron los dientes y se despidieron de toda la familia que estaba viendo una telenovela de moda en la televisión. En la oscuridad, en vez de ponerse a contar ovejas o vacas como siempre hasta quedarse dormido, se puso a pensar en fantasmas y cuentos de miedo que sus primos le habían contado cuando pasaron a verlos antes de comer. Claro, eso le espantó el sueño y desde ese momento no logró dormirse. ¡Quién sabe dónde se habría metido el sueño muerto de miedo!
«Federico, te voy a poner en clases de atención y vigilancia. No puedes seguir perdiéndolo todo. Esa enfermedad se agrava con el tiempo. Hay unos cursillos de verano muy buenos en el Instituto de Asuntos Memoriosos. Fíjate que tus primos que habían perdido el respeto y la cortesía con tus tíos, aprendieron la lección y ahora están curados.
»Claro que hay que ser vigilantes por esto de la tara familiar. Se pueden perder muchas cosas sin importancia, pero el sueño no es lo mismo. No sé si ya te conté lo que le pasó a mi amigo Noril Noefrom. Fue un dormilón muy grande desde niño. Cuando tenía un año de edad seguía durmiendo como un bebé de tres meses, es decir como dieciocho horas diarias. Por eso se desarrolló más lentamente y solo aprendió a caminar a los tres años. Eso sí, era muy inteligente y a pesar de que a los diez años de edad dormía catorce horas diarias ya había alcanzado en los estudios a los niños de su edad. Afortunadamente con solo estar en clase y ponerle cuidado al profesor aprendía todo sin necesidad de revisar. Mientras nosotros estudiábamos en las tardes, él dormía.
»Lo conocí en la universidad. Lo veía dormir en los buses, se dormía en clase. Una vez el profesor nos hizo señas de que no hiciéramos ruido y nos hizo salir discretamente dejándolo profundamente dormido en medio de un aula vacía. Nos reímos mucho. Él se despertó asustado cuando en la clase siguiente se despertó en medio de un curso de educación sexual para niñas, siendo que se había dormido en uno de topología algebraica y cálculo diferencial. Aún así estando dormido aprendía lo que el profesor iba explicando como por ósmosis.
»En el trabajo fue más difícil pues sus jefes al comienzo no aceptaban encontrarlo dormido sobre una pila de expedientes del escritorio que no avanzaban o que se pusiera a roncar en medio de reuniones importantes, pero como él se quedaba por las noches hasta que todo estaba terminado, cerraron los ojos y le guardaban el sueño, ya que lo que les importaba era el resultado que siempre era perfecto.
»Noril estaba aburrido de tener siempre el sueño sobre sus párpados. Decidió que ya era hora de cambiar de vida, el día (o más bien la noche) que se quedó leyendo una novela muy interesante sobre la interpretación de los sueños de San Antonio a partir del famoso cuadro tríptico de El Bosco, oyendo música clásica y fumando pipa. El sueño lo venció estando sentado y la pipa encendida cayó sobre el escritorio que prendió fuego así como toda su biblioteca. Tuvo la suerte de despertarse antes de morir asfixiado o quemado. Por ese peligro decidió ir al médico.
»Fue a ver un doctor muy conocido por el tratamiento de la catalepsia, narcolepsia y otras lepsias. Lo examinó con electroencefalogramas, ecografía y escáneres electromagnéticos sofisticados. Le dijo que en efecto su problema era que no había aprendido a dejar ir el sueño poco a poco, a desprenderse de él, pero educándolo para que volviera todas las noches a la misma hora, que cada persona tiene un cierto número de años por vivir que se prolongan según uno logra combinarlos con períodos de sueño profundo y reparador, que dormir demasiado o dormir poco consume el crédito de días de vida que uno tiene y por eso era importante dosificar las horas de sueño para encontrar el equilibrio perfecto que prolongue la existencia al máximo de las capacidades hasta consumir la última gota el potencial de vida y de sueño que se trae al nacer.
»Le ordenó una serie de remedios y ejercicios para controlar el sueño e irlo dejando pasear durante el día (no muy lejos al comienzo), mientras él estaba despierto en su trajín cotidiano. Por las noches se encontrarían con mucho gusto de nuevo antes de ir a la cama.
»Noril muy contento empezó a aplicar estrictamente las consignas del médico, pues era muy disciplinado y obediente. El problema fue que un día el sueño no quiso volver creyendo que mi amigo ya no lo quería; se fue de viaje para siempre y mi amigo quedó completamente desvelado. Lo buscó por todas partes, dejó de trabajar, aprendió a manejar y se fue en su busca por todos los caminos que llevan a Roma, que son muchos, sin éxito. Regresó después de un par de años muy triste. Se dedico a leer sin parar a ver si así volvía el sueño. Llevaba un año sin dormir leyendo libros, cuando el pobre murió de repente como un juguete al que se le acaban las pilas, completamente cansado por no dormir. Por eso querido Federico, es muy importante que encontremos tu sueño esta misma noche», le dijo Don Óliver Zaisberger, su padre.
Esos cuentos de gente distraída y de familiares raros lo tenían sin cuidado. Federico estaba ya cansado de oír lo que le pasó a su abuela paterna cuando perdió los estribos o lo que es más grave, cuando su propia madre perdió el tiempo y no pudo casarse con el hombre más rico del mundo por estar distraída mirando una vitrina en la calle ociosamente, mientras que el magnate buscaba en la misma ciudad una joven que pudiera ponerse una zapatilla de cristal que se había encontrado en un baile.
DXV090802.jpgNada de eso lo perturbaba. El sueño no se podía haber perdido tan fácil como le sucedió al pobre Noril. Fue en ese momento que recordó que cuando él tenía miedo, se iba a buscar libros de historias alegres, de mundos ideales llenos de gente buena, de utopías geniales, de seres fantásticos, de caballeros mágicos; esos que estaban en el estante más bajo de su biblioteca. ¡Eureka! Ahí estaba el sueño leyendo los cuentos de Grim muy concentrado. Federico lo sacó de ahí y se lo llevó a la cama. Durmieron abrazados como si cada uno fuera un muñeco de felpa para el otro. El señor Zaisberger esa noche también perdió el sueño pero lo encontró al día siguiente en la tarde en medio de una reunión de trabajo importante.

sábado, 01 agosto 2009

La semilla

LaSemillaBesada.jpgTerminé la lectura del segundo tomo del libro de Jorge Besada, un cubano, jubilado de mi trabajo y amigo del mundo ginebrino del ajedrez. El primer tomo trata de la historia de la isla desde la independencia de España hasta la toma del poder por Castro. El segundo de la época que va de 1959 a nuestros días.
Me ha gustado leer el punto de vista de este hombre que ha tenido una vida tan particular. Se graduó de abogado, aprendió idiomas y los enseñó, para poder estar tranquilo en Cuba, estudió ingeniería eléctrica especializándose en telecomunicaciones. Le había creído al régimen que a los técnicos no los molestarían pues eran importantes para el país, mientras que con su carrera de abogado hubiera tenido que renunciar a sus ideas pues el sistema comunista no aceptaba oposición. A pesar de todo no pudo soportar la situación que lo estaba enloqueciendo y logró salir del país, vivió en Alemania donde trabajó como traductor y luego en Ginebra en el mismo oficio.
Explica muy bien lo sucedido en su país desde su punto de vista y pone en evidencia las contradicciones del régimen dictatorial. Como fue amigo de los Castro por ser de la misma generación y haber estudiado juntos, incluye anécdotas personales que le dan un toque especial a la narración. Al mismo tiempo cuenta su vida y la de su familia y amigos.
No me sorprende que termine pidiendo que EE. UU. invada a Cuba para liberarla de la dictadura castrista. Es en realidad una injusticia para los cubanos que se hayan sacrificado tanto durante tanto tiempo y no poder mejorar su situación. Hoy se encuentran casi en el mismo punto de partida abriéndoles las puertas a inversionistas extranjeros, a turistas inescrupulosos que aprovechan de la juventud cubana prostituyéndola por un puñado de dólares. Es lamentable.
Viendo las cosas desde lejos, uno puede entender que el comunismo pareciera una solución a los problemas de la sociedad capitalista. Hoy sabemos que el ser humano no es un ángel y esas utopías no tienen cabida en la realidad. Sin embargo, la pobreza extrema, la explotación del mundo por los ricos y poderosos tiene que tener un límite pues si no, vamos a terminar con este planeta en un cataclismo universal. No es justo que la gente no tenga oportunidades, que solo los que pertenecen a ciertas familias y a cierto medio puedan salir adelante. Mi utopía es un mundo sin guerras, sin pobreza, sin hambre, pero con diferencias y variedad ya que no somos iguales. Que unos triunfen y otros no, me parece natural. Que unos se aprovechen de los demás para explotarlos o que en la indiferencia total unos se enriquezcan a expensas del desprecio de los débiles, no me parece justo. Un sistema que evite los extremos sería lo ideal.
Un amigo me contaba (quizás ya lo escribí en el blog) que en una isla del Pacífico hubo un sistema de gobierno que cuando alguien se enriquecía en demasía, la sociedad le quitaba todos los bienes para que comenzara desde cero. Es que los ricos que nunca están satisfechos se parecen a los que siguen comiendo de gula cuando ya no pueden más. Deberían tener como castigo natural una buena indigestión económica.
http://besada.com/

viernes, 31 julio 2009

Huitzilopochtli, Dios de La Guerra

Huitzilopochtli.jpgMe escribe una amiga mexicana preguntando que cuándo iremos nuevamente por allá y que recordáramos que si pasamos muchos años sin visitar suelo azteca, nos puede caer la maldición de Huitzilopochtli y que nos tocaría ir planeando una visita pronto, para evitarnos problemas.
Le contesté que nos gustaría volver antes de que nos caiga la terrible maldición y ojalá sea pronto, pero que ellos también tienen que venir a Francia antes de que la maldición de Asterix, Obelix y su banda les caiga sin piedad. ¡Tengo que defenderme de supersticiones de alguna manera aunque sea chiste y no crea en ello!
Según leo en la Web, es un nombre náhuatl, que quiere decir «colibrí zurdo» o «colibrí del sur». Es el dios de la guerra y guía principal de los mexicas o aztecas desde el inicio de su peregrinación hasta su establecimiento en Tenochtitlan. Tiene dos aspectos: como «Colibrí del Sur» es uno de los guerreros muertos en el campo de batalla que, transformados en colibríes, van al Paraíso del Sol en el oriente y así liban la miel -la sangre- de las flores preciosas, que son corazones humanos obtenidos en la Guerra Florida, y el de autosacrificio procedente de la lengua y las orejas puncionadas con espinas de maguey. La palabra opochtli, en el final de su nombre, se usaba para referirse al alter ego, al «otro yo», que en la mitología mexica era lo que llamaban el nahual. En este caso el colibrí era el nahual del dios de la guerra.
Tantas mitologías que han existido en este mundo y no conozco casi nada.
Lo de maldiciones es otro cuento. Un amigo me contó que hace tiempo una gitana le quería leer la suerte en la mano y él no quiso a pesar de que ella insistió mucho. Al final, la mujer se puso brava y le predijo que iba a tener la muerte de la sartén. Entonces ni corto ni perezoso le pidió que no se fuera sin explicarse cómo era eso. La respuesta fue pues morirá colgado por el mango y con el culo quemado. Como este amigo es muy tomador de pelo, no sé si fue chiste o verdad.
A una jefa de dactilografía en mi trabajo le pasó hace mucho tiempo que tuvo que despedir a un empleado (en realidad no le quiso renovar el contrato) pues era demasiado proselitista en religión (o sectas) y no se podía aguantar ese comportamiento. El tipo insistió mucho para que lo contratara sin lograrlo. Furioso parece que se arrodilló en el despacho y le dio una maldición terrible deseándole todos los males habidos y por haber. Ella no le puso cuidado, pero quedó muy impresionada. Cuando a un familiar muy cercano a ella le dio un cáncer y estuvo a punto de morir, se quedó pensando si no sería el resultado de la maldita maldición. ¡Cosas raras de la vida!