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viernes, 12 febrero 2010

Más cara (4)

NV-IMP602.JPGPatricia explicó rápidamente la receta y pasó a contar su último viaje a Panamá pues con lo ocupada que estaba en la cocina no había tenido tiempo de hablar con todos sus invitados que ahora tomaban la espesa sopa en silencio oyendo el relato de su anfitriona. Ella no dejaba de probar una cucharada de su brebaje al terminar cada etapa de su narración.

Contó que la selva del Darién es un bosque húmedo tropical que corta el continente americano en dos, que también lo llaman el tapón del Darién. No hay manera de atravesarlo en carro. Los militares lo usan como lugar de entrenamiento para la supervivencia en los lugares más inhóspitos del mundo, aunque dicen que hay mucho mito y exageración pues podría ser una ventaja para los EE. UU. y México que los productos y la población de Suramérica no pueda pasar tan fácilmente hacia el norte del continente.

El pueblo embera o emberá mantiene su cultura ancestral que tiene sus orígenes en el departamento colombiano del Chocó. Se sabe relativamente poco de él. Una parte de la población ha emigrado a tierras cercanas del canal. Patricia quería visitarlos en la selva más inaccesible buscando los grupos más autóctonos y alejados de las costumbres occidentales. Logró ganarse su confianza con paciencia y dificultad a través de varios viajes. Hasta que no estuvieron seguros de que no tenía malas intenciones, no la dejaron entrar a su zona. Por fin aprendió su idioma y comenzó a entender su filosofía de vida y su relación tan estrecha con la naturaleza. Eran ecologistas por tradición y desde siempre. Le llamó mucho la atención su destreza en la talla de madera, en particular la tagua. Las mujeres trabajan la palma chunga para fabricar cestas de colores naturales lo mismo que adornos artesanales: collares, aretes, brazaletes. Sus danzas son alusivas a los animales salvajes de su entorno y los espíritus que ayudan a los chamanes a curar a los enfermos son impresionantes.

Los invitados comenzaron a sentir sensaciones extrañas a medida que se acercaban al final de sus platos. Aparecieron primero colores de la jungla con sus verdes de todos los tonos, y la variada paleta de las plumas de las guacamayas. Oían gritos de monos, rugidos de jaguar, sonidos extraños de capibaras, manigordos y tapires. La música que había puesto Patricia los envolvía y encerraba en un mundo mágico. Algunos se levantaron y empezaron a bailar, otros a rugir caminando a cuatro patas, sus máscaras los hacían ver como fieras o como pájaros inofensivos. Un ambiente sicodélico reinaba en todo el apartamento. Los hongos alucinógenos que por error había puesto en exceso en la sopa producían efectos extrañísimos. Nadie se escapó de entrar en ese estado de transe y de hipnotismo. Ni siquiera Patricia cayó en la cuenta de lo que estaba sucediendo.

08:00 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ficción, fiestas, disfraz, nieve

miércoles, 10 febrero 2010

Juego literario

NV-IMP601.JPGMe han propuesto participar en un juego literario sin premio ni ganador que consiste en escribir una novela de unas sesenta mil palabras en treinta o treinticinco días. Para que no hagamos trampa, algunas restricciones de lugar, tema, personajes, longitud y regularidad nos deberían forzar a trabajar y enviar dos mil palabras por día.

La idea me gustó, pero con tanta actividad y ocupación que tengo (scrabble, ajedrez, canto, cine, lectura, escritura, familia y trabajo entre otras cosas) decidí pensarlo con calma. Encontré ideas, personajes y una trama que repartí en capítulos. El domingo pasado sacándole tiempo al tiempo (anduve paseando por la montaña en raquetas sobre la nieve) solo pude producir un texto incompleto de 486 palabras. ¡Era entonces irreal aceptar escribir dos mil por día!

Decliné la invitación pero quise probar a ver si en lugar de treinticinco días, podría lanzarme en el juego con una meta de treinticinco semanas, para terminar la obra hacia el 10 de octubre. En la pausa del mediodía completé por fin las dos mil palabras de la primera semana. Con una sola idea principal por capítulo, toca poner a trabajar la imaginación activamente de manera que el contenido se vaya espesando como una salsa en la cocina hasta darle cuerpo. No sé si lograré llegar al final ni si el resultado valdrá la pena, pero estos retos me gustan, divierten y motivan para escribir. Lo malo es que muy probablemente me quede menos tiempo para escribir en este blog y mis notas se vuelvan esporádicas y telegráficas. Ya veremos.

domingo, 07 febrero 2010

Cavilando en paz

NV-IMP600.JPGSi la gente nos oyera los pensamientos,
pocos escaparíamos de estar encerrados por locos.
Jacinto Benavente

No me gusta estar sola en esta cafetería de mi trabajo. Hoy mis amigas con quien siempre vengo no están, pero la sed y las ganas de descansar unos minutos fueron más fuertes y me sacaron de mi despacho. Ahí entra la nueva pasante de mi servicio. Claro, como es joven y bonita, mis compañeros se pelean por estar con ella. A mí ya ni me miran esos imbéciles. ¡Bah! A ver si me consigo un filtro de amor con un morabito africano para ponerle en el café al buen mozo del tercer piso que está tan bueno. Cuando se descuiden me vengaré de mis colegas. Les voy a borrar unos ficheros electrónicos en que estén trabajando o les voy a introducir errores. Si me preguntan algo, me haré la tonta. ¡Ojalá el jefe se decida de una vez por todas a tomar su jubilación anticipada para ver si me ascienden! Me lo merezco. Tantos años de sacrificio en esta empresa y ningún reconocimiento. Lástima que el director que me protegía murió de un infarto hace dos años; si no, a estas alturas se hubiera divorciado y seguro que estaríamos viviendo juntos. Desde su muerte, no he logrado conquistar a nadie y es que los años se me han venido encima. A la bruja de su esposa casi la enveneno en una fiesta, ¡ja, ja! Me arrepentí a última hora. Espero no chiflarme. El otro día no me di cuenta y estaba hablando sola en el pasillo de mi piso. Fue la mujer de la limpieza preguntándome si le hablaba a ella quien me sacó de mis cavilaciones. Bueno... ya es hora de volver a mi despacho y dejar de pendejear aquí sola.