jueves, 21 abril 2011
Otro juego literario
Ya está casi terminado un nuevo juego de escritura que comencé con varios amigos en diciembre. Es la tercera vez que participo en este tipo de ejercicios y siempre ha resultado divertido, sobre todo ahora que las telecomunicaciones lo facilitan. Se trataba de que cada jugador escribiera cada dos o tres semanas un texto de entre trescientas y tres mil palabras como continuación de dos textos de la ronda anterior que uno no hubiera escrito. Así se fue entretejiendo la trama con la ayuda de la imaginación de todos. La primera ronda era independiente y no había tema ni estilo obligatorio. Al final completamos seis capítulos con cuatro desenlaces distintos en un total de ciento treinta y cinco páginas. Tocará esperar para releerlo todo con un poco de distancia y perspectiva para juzgar el resultado. La principal dificultad fue que todos participaran regularmente, ya que a medida que avanzábamos unos fueron abandonando por varios motivos, en especial la falta de tiempo. A primera vista parece que no salió mal y que también podría interesar al lector que no ha jugado pero que conociendo las reglas hasta podría ir imaginando sus propias continuaciones e interactuando con el texto. Ya veremos el destino de la obra.
14:36 Anotado en Juego de escritura, Ocio | Permalink | Comentarios (1) | Tags: cadáver exquisito, ficción, escritura colectiva
miércoles, 06 enero 2010
Salsa ruidosa
El sábado pasado durante el mercado callejero de Ferney entramos al bar Café du Soleil en las calles peatonales a tomar un café. Encontramos gente conocida a quien saludamos y deseamos feliz año. Ahí supimos que esa misma noche habría una velada bailable como, según parece, cada primer sábado de mes. El dueño del bar cambió hace como ocho meses por una señora que tenía una farmacia en Ornex y que ahora anima este lugar con ayuda de sus hijos. La decoración es nueva y acogedora y el ambiente, agradable. Los tonos verde claro reinan. Al fondo hay un rincón para los músicos y mesas altas para los clientes. Decidimos que iríamos en la noche a ver qué pasaba.
El frío nos hizo ir en carro que quedó estacionado a una cuadra de distancia. Llegamos antes de las 21.30. Había gente pero menos que en la mañana. De nuevo caras conocidas y conversaciones improvisadas. Nos sentamos en la mesa más cercana a la puerta de entrada en un lugar poco estratégico pero era el único disponible. Una pareja de amigos había quedado en ir también a tomar una copa con nosotros. La música no estaba mala. Solo dos bailarines, supongo que del Caribe, estaban dando paso en la restringida pista de baile. Nos animamos a bailar también dos o tres salsas en una ida y vuelta al fondo del bar mientras nos servían una caipiriña y una cerveza.
Cerca de la puerta una gran mesa se fue llenando de gente joven. Al cabo de un rato los puestos libres escaseaban en todas las mesas, al igual que las sillas. En esta ciudad no hay mucha actividad, especialmente en esta época del año. Había dos altavoces en el local: uno al fondo y otro en la entrada. El sonido estaba demasiado duro para mi gusto, no se podía hablar sin gritar. No sé si será por los años que mis oídos se han vuelto más sensibles que antes. No nos demoramos mucho. Al salir, un grupo de jóvenes fumadores estaba dándole al vicio en pleno frío. El cambio de ambiente y el programa medio improvisado estuvo agradable. La próxima vez habrá que buscar un puesto más cercano al centro del local para soportar los decibeles.
sábado, 31 octubre 2009
Director de orquesta
Me gustaría ser músico en una orquesta dirigida por Gustavo Dudamel. Me da la impresión de que se divierten mucho. Me encanta la alegría y energía con la que las dirige. Parece que la orquesta fuera un solo cuerpo de un gigante que respira animado por la batuta. Además las obras que escoge son muy agradables. Pero claro, como no soy músico, es un sueño imposible.
Me gustaría ser miembro de un equipo de programación de un sistema enorme y original en el que participaran los mejores informáticos del mundo. Poder encontrar soluciones geniales e ir construyendo poco a poco un sistema que parezca respirar al ritmo del teclado o de los mensajes electrónicos. Pero claro, como no estoy trabajando en una gran empresa de ingeniería de software, ese sueño no lograré realizarlo.
Me gustaría tener mucho tiempo libre, dormir poco, soñar mucho despierto y dormido, trabajar sin sueldo en empresas culturales de creación literaria, teatral, cinematográfica o de juegos de mente para que la gente se encuentre, hable, se divierta y olvide sus problemas. Pero claro, como el día tiene solo veinticuatro horas de las cuales paso la tercera parte dormido, otra tercera parte trabajando y de tiempo verdaderamente libre no me queda mucho, tocará dejarlo en veremos.
Me gustaría tener el don de la ubiquidad y poder compartir la vida con todas las personas que he conocido y querido en esta vida y que ahora están lejos de mí y yo de ellas, pues el correo electrónico aunque reduce la distancia no reemplaza al encuentro real. Pero este cuerpo limitado de sesenta y pico kilos de peso no tiene sino dos ojos y un corazón que miran y palpita solamente aquí y ahora.
En fin, me gustaría que este instante, en el que escucho la orquesta filarmónica de Berlín dirigida por Dudamel tocando el tango A fuego lento de Horacio Salgán, tengo en la cabeza dos días fresquitos de programación informática por digerir, tengo un poco de tiempo libre que estoy consumiendo y saboreando, tengo un teclado a mi alcance para escribir estas bobadas y una web disponible para colgar el resultado y tocar con los pixeles a una ínfima parte de los ojos y cerebros y corazones de la gente que va a leerlo y que ya por ese simple motivo aunque estén lejos los siento cerca, fuera eterno.