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domingo, 30 agosto 2009

Una semana sin Internet (o casi)

NV-IMP488.jpgLectura, escritura, paseos, playa, sol, gastronomía, enología, desconexión, familia, amigos, calor, turismo, deporte, arte y otras distracciones apenas suficientes para olvidar el trabajo y recargar baterías. Ahora ya en casa es tiempo de prepararse para el nuevo año escolar.

jueves, 20 agosto 2009

Le Bistrot d’Olivier

NV-IMP485.jpgComo quedaba en la galería del mercado principal, nos pareció que el restaurante tendría una buena relación calidad/precio. Nos nos equivocamos. El menú costaba doce euros y tenía mucha escogencia tanto en entradas como en paltos principales. El local estaba lleno de gente en un ambiente sencillo y animado. Solamente dos mujeres atendían tantas mesas llenas de convives y una más estaba en la cocina abierta sobre el salón. En un extremo estaba el bar con un solo hombre encargado de las bebidas y la caja. El calor estaba insoportable. La comida estuvo buena. Mientras comíamos tuvimos cuatro personas diferentes al lado nuestro. Primero una pareja muy mayor que estaba por terminar y luego otra pareja con quien terminamos entablando conversación. Resultó que el señor había estado en Colombia muchos años atrás pues adoptó un niño colombiano que ahora tiene diecisiete años. Coincidencias de la vida. He conocido tantos casos de niños adoptados por franceses durante todo el tiempo que llevo viviendo aquí. Me parece muy buena solución tanto para las parejas que no pueden o no quieren tener hijos, como para esos huérfanos que no tienen la culpa de estar solos. No es tan fácil como parece; los trámites son largos y fastidiosos y las exigencias grandes, además de que es una lotería, ya que no se sabe cómo va a evolucionar el niño a la adolescencia. Cuando dejamos el local vimos que en la puerta decía que estaba aconsejado por un periodista gastrónomo que tiene un programa de televisión que se llama Les escapades de Petitrenaud.

18:38 Anotado en Viajes | Permalink | Comentarios (0) | Tags: restaurantes, adopciones

martes, 18 agosto 2009

Otra ciudad

NV-IMP483.jpgSi acabara de llegar a Francia, seguro que encontraría muchas cosas típicas en esta ciudad. Me imagino que estaría extasiado delante de tantos edificios viejos, de tantos avisos en francés, de tanto calor, de los precios de las cosas, de lo que dice la gente y no sé de qué más. Estaría comparando con las ciudades colombianas y encontrando cosas en común y cosas diferentes. Pero como llevo tanto tiempo viviendo aquí, no es que nada me impresione, sino que no puede ser como antes. Al fin y al cabo las ciudades francesas tienen muchas cosas en común entre sí, empezando por el idioma ya que en todas partes donde he estado se habla francés. Hay cierta unidad en este país gracias a la historia. Pensar que hace siglos esta parte de Europa estaba dividida en reinos que luchaban por tener la supremacía sobre los demás parece mentira. Es una suerte que desde la Segunda Guerra Mundial Europa occidental haya escapado a la guerra. Por aquí se puede viajar tranquilamente. En mi país no me sentiría tan tranquilo según la zona donde anduviera. Lo más interesante de los viajes para mí es el encuentro con gente diferente, pero realmente diferente. Los monumentos pueden sorprender, pero más me impresiona ver que otras personas tienen una existencia diferente a la mía y aunque todo es relativo, que tienen una vida relativamente feliz. Por lo pronto lo que más he notado en Limoges es que hay muchos almacenes cerrados por vacaciones y que no somos muchos los turistas por estos lares. Me alegra en todo caso no estar en alguno de los departamentos franceses donde las temperaturas están bordeando los cuarenta grados centígrados.