sábado, 16 octubre 2010
Carné de viaje: inmersión total
Es curiosa esa sensación de estar en medio de una muchedumbre sin conocer a nadie, observando las formas de vestir y de hablar, los gestos, tratar de descifrar actitudes y a través de todo esto de conocerse a sí mismo, de cuestionar su propia existencia. Cuando vivimos en un medio conocido, todo nos parece natural y lo extraño salta a la vista de forma diferente. Aquí casi todo es extraño. Hasta ver a cualquiera sacar un teléfono celular del bolsillo me sorprende sobre todo si el individuo va con vestido tradicional.
Sentado en un bar cairota a mitad de la tarde, estuve tomando una cerveza fría y mirando a los vecinos de mesa. El local no estaba nada lleno, pero parece que por las noches es muy animado. Se llama el bar La Libertad (en árabe claro está). El bar tiene paredes color amarillo pálido, con muchos ventiladores colgando del techo. Mi guía dice que es un lugar donde se reúnen jugadores de ajedrez. Esa tarde no vi ninguno.
Frente a mí se sentaron tres personas: una pareja joven y un hombre mayor. La mujer estaba vestida con un turbante negro pero con la cara descubierta. Tenía una blusa roja y bluyín y hablaba poco. El hombre mayor parecía dar consejos al joven que no paraba de hablar y que me daba la espalda. Traté de escuchar lo que decían pero no alcanzaba a oír nada claramente. La única palabra que detecté varias veces fue «problema» (en árabe). Los gestos que empleaba el señor los he visto en muchas personas por aquí, pero no sabría interpretarlos. Les gusta expresarse con las manos, como si fueran italianos. Es quizás una costumbre mediterránea.
Recordé a un amigo noruego diplomático que conocí hace tiempo y que contaba que había aprendido a hablar árabe en Líbano en los bares diciendo en noruego que no hablaba árabe, ni inglés, ni francés, ni español para obligarlos a dirigirse a él en árabe. Buena táctica.
Las mujeres se visten de maneras diferentes. Algunas con el pelo y la cara descubiertos, otras con pañoletas que les cubren el pelo y más o menos la cara. Claro que las hay que andan con un velo que no les deja ver sino los ojos y hasta con guantes en este calor tan fuerte. Nada les impide mirarlo a uno a los ojos tras un velo negro. La forma de ponerse el velo es muy variada. Hay unos que tiene mucho volumen y que no me imagino cómo son por debajo para dar ese aspecto tan diferente. Eso sí, como en todo el mundo, hay mujeres muy bonitas con o sin velo. Supongo que a unas les favorece esa vestimenta y a otras no.
Los hombres van muy a la occidental. De vez en cuando y dependiendo del barrio se ven hombres con vestido tradicional como uno se los imagina en los cuentos orientales. Yo trato de fundirme en la masa y de no llamar la atención, pero en las avenidas y calles turísticas siempre se me acerca alguien a proponerme comprar algo o a indicarme un lugar interesante. Son pesados y aburridos. Siempre con las mismas preguntas: ¿De dónde es usted? ¿Cuándo llegó? ¿Es su primer viaje a Egipto? ¿Habla árabe?
17:01 Anotado en Viajes | Permalink | Comentarios (0) | Tags: egipto, cairotas
viernes, 15 octubre 2010
Carné de viaje: a barriga llena, indigestión segura
Uno de los cambios más grandes que uno experimenta cuando viaja al extranjero es la alimentación. En el Centro Francés de Cultura y Cooperación donde estoy estudiando hay cafetería y restaurante donde venden platos internacionales sencillos. Ahí he comido varias veces al terminar las clases, si no, en otros restaurantes en la calle. Estuve en uno libanés que aconsejan en la guía que tengo de la ciudad que se llama Taboula y que me pareció muy bueno. Queda en la calle América Latina (otra coincidencia) en una calle tranquila y peatonal pues es al lado de la Embajada de los Estados Unidos. El ambiente y la decoración en el interior son muy agradable y se come bien.
Otro día fui a un restaurante popular en el centro que también está en mi guía y que da la casualidad me aconsejó uno de los profesores de árabe. La especialidad es un plato típico que se llama koshari, un revuelto de arroz, macarrones, lentejas y garbanzos con salsa de tomate, que resultó muy sabroso y económico a la vez. El sitio es curioso pues está en medio de talleres de reparación de automóviles y las calles y aceras aledañas están llenas de carros que los mecánicos arreglan afuera en medio de los peatones. El local tenía además aire acondicionado que me cayó muy bien para descansar del calor tan fuerte que tenemos. Ahora entiendo mucho mejor la necesidad de la siesta.
Pues bien, ayer almorcé de nuevo en el instituto un plato sencillo de pescado con arroz con una salsa a la crema. Todo iba bien hasta mitad de la tarde. Regresé al hotel para dejar pasar el calor y salir a pasear, pero fue ahí que se declaró la indigestión y ya se pueden imaginar lo malo que pasé. Estuve tomando agua y hoy desayuné muy suave con té y pan solamente. A ver si le doy algo más consistente pero liviano dentro de un rato.
17:05 Anotado en Viajes | Permalink | Comentarios (1) | Tags: comida típica
miércoles, 13 octubre 2010
Carné de viaje: a donde fueres haz lo que vieres
Ese proverbio se aplica muy bien al cruce de las calles del Cairo. Si se tiene la suerte de encontrar una esquina donde esté un policía de tránsito, en general, se puede pasar sin problemas teniendo un poco de paciencia. De todas formas la gente atraviesa en medio de la circulación, los pasajes peatonales son de decoración. No se sabe quién le pone cuidado a quién; parecen dos mundos que se ignoran. En la gran plaza de la Independencia (Midan Al-Tahir) me tocó seguir a otros peatones osados para poder atravesar. Después me di cuenta de que se puede pasar por debajo de las avenidas a través de las entradas de la estación del metro. Ahora me pego al primer grupo que se atreve a atravesar y confiando en ellos llego al otro lado sano y salvo. Ayer vi una moto que se estrelló con una bicicleta en una callejuela sin importancia. El de la bicicleta cayó al suelo con todo y compras y el motociclista más un policía y un transeúnte lo ayudaron a ponerse de pie y recoger sus pertenecías.
Estuve visitando el museo egipcio con su increíble tesoro arqueológico del antigüedad. Viendo tantas joyas, ofrendas, sillas y amuletos para el viaje a la eternidad de los faraones me quedé pensando en el Museo del Oro de Bogotá y en las guacas donde enterraban a los indios con sus joyas y pectorales. ¡Qué deseo de inmortalidad, qué miedo a la muerte, qué poderío enterrado con piedras y joyas! Es como si a uno lo enterraran con el PC, el teléfono celular, la televisión plana, la antena parabólica y tantas cosas materiales que para un hombre moderno son ahora tan importantes.