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lunes, 25 enero 2010

Tango

TangoDivonne100123.jpgEstuve viendo este espectáculo el sábado pasado. Casi se me pasa ir pues no lo había anotado. Menos mal había puestos a pesar de que la sala que tiene como cuatrocientas butacas estaba casi llena. No es el mejor espectáculo de tango que haya visto, sobre todo porque no son profesionales, pero me pareció correcto. Hubo una orquesta de unos veinte músicos, un coro, un cantante solista y varios bailarines. La presentación mezcló actuación, con historia del tango, baile, música y canto. Escuchamos tangos viejos y tangos modernos. Fue animado y el público estuvo contento. Quizás como conozco más de esto que el promedio de los espectadores de esa noche, fui demasiado exigente, pero en realidad no estuvo nada mal. De todas formas sale uno con ganas de escuchar tango y de bailar.

Du 22 au 26 janvier (20h30) Tango ! Spectacle musical et théâtral en 2 actes
Avec 6 Concertistes, 25 Choristes, 8 Danseurs et l'Orchestre à Cordes EVIR !
Ad. l'Esplanade du Lac 181, avenue de la Plage 01220 Divonne les Bains
Rens. 04 50 99 17 70

domingo, 24 enero 2010

Muerto de furia

NV-IMP595.JPGEl que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto,
tendrá muchos disgustos,
Francisco de Quevedo

Siempre fue difícil complacerlo. Desde pequeño fue un tirano con sus hermanos: celoso, egoísta, dominante y peleador. En el colegio, igual: quería mandar en los juegos, era pesadísimo con los profesores, exigía buenas notas, pero no estudiaba suficientemente. Hasta con el profesor de historia se peleaba, ya que si hubiera sido Julio César, Napoleón o Bolívar, él hubiera hecho todo diferente. Estudió derecho para cambiar el país y fue de izquierda para cambiar el mundo. Se casó varias veces pues era tan exigente con sus mujeres que terminaba enamorado de otras aparentemente más perfectas, pero al fin y al cabo llenas de defectos según él. El hombre nuevo no surgía según las teorías comunistas, el gobierno no acababa con la pobreza, el marxismo no era lo que pensaba. Decepcionado, se convirtió en capitalista para invertir sus riquezas en el bien común, pero evidentemente mucho después de haber llenado sus bolsillos. Sus hijos nunca llegaron a la altura de sus esperanzas. Creía formarlos a la imagen de sus ideales, pero resultaron más burgueses y conformistas a sus ojos que toda su familia. Invirtió millones en fábricas de jabón para limpiar la suciedad del país y hacer a la gente más blanca, sacándolos de la cochambre. Esclavizó a empleados y no ganó nada. Sus exigencias le trajeron cada vez más enemigos. Andaba de mal genio insatisfecho con el mundo que le había tocado vivir sin haber logrado cambiarlo ni pizca.

Lo peor sucedió cuando murió por primera vez. Los médicos le aconsejaban calma, distanciamiento, tolerancia, distracciones y pasatiempos; él continuaba su exceso de trabajo y actividades. Un día lo encontraron pálido, tirado en el piso, tieso como piedra, con la boca llena de espuma y los ojos abiertos mirando el cielo raso. No pudieron reanimarlo. Los médicos decretaron que estaba muerto. Fue un descanso para todos. Nadie lo lloró. La gente se desahogaba contando lo malo que había sido, recordando sus berrinches y pataletas cuando nada salía como quería. ¡Por fin nos dejará descansar en paz! En medio del velorio de repente se oyó un grito, la tapa del ataúd se abrió de un solo golpe, el muerto se levantó y bramando trató a todos de imbéciles e inútiles pues lo que tenía era un ataque de catalepsia que nadie había sido capaz de diagnosticar. ¡Casi lo entierran vivo! Se escandalizó por la mala calidad del ataúd que tuvo que soportar varios días incómodamente. Echó a todos a gritos a la calle. Demandó a sus médicos, despidió a los inconcientes empleados que lo criticaron mientras él luchaba por revivir y desheredó a su familia.

Hasta su segunda y verdadera muerte, años después, no cesó de criticar, martirizar y explotar a su entorno. La verdadera muerte le llegó de un infarto fulminante. Ningún médico se atrevía a certificar que estaba muerto por miedo a las consecuencias de una segunda catalepsia mal diagnosticada. Solo cuando el cuerpo empezó a descomponerse, los galenos firmaron el acta de defunción. ¡Qué alivio para todos incluyendo al muerto!

jueves, 21 enero 2010

¿Qué hora es?

NV-IMP594.JPGDe pequeño no me interesó mucho aprender a leer la hora. La noción del tiempo tomó cierto tiempo en entran en mi cabeza. No sé a qué edad uno es realmente conciente del tiempo. Me gustaban los fines de semana o las vacaciones pues no había hora, solo juego. Claro, había que terminar tareas y estudiar, pero pasar una tarde jugando con los amigos y no darse cuenta del tiempo sino hasta que llegaba el atardecer o cuando a uno le daba hambre y había que ir a comer algo me encantaba.

Creo que fue uno de mis hermanos o alguna tía quien insistió en enseñarme a leer la hora. Lo bueno fue descubrir que con la tabla de multiplicar del cinco todo se simplificaba. Si hubiera sido la tabla del nueve, la del tres o la del siete, hubiera sido más complicado para mí.

Llegó el cumpleaños (octavo o noveno) en que me regalaron un reloj de pulsera y con él la responsabilidad de dar la hora en la calle cuando un desconocido me lo pedía. Era un reloj de cuerda con todos los números escritos y sus tres manecillas. Los relojes digitales no habían aparecido en esa época; en todo caso, no en Colombia.

Allá se usa la hora a la moda estadounidense con a.m. y p.m. No creo que sea así en todos los países hispanohablantes. Lo de cinco para las dos y no las dos menos cinco era lo que se usaba. (Ahora no estoy tan seguro, pues el uso mayoritario de una u otra forma cambia según el país.) Cuando alguien me decía las tres y treinta y cinco o cuarenta, me desestabilizaba un poco. No se usaba tampoco lo de las trece o las dieciocho horas. El día en el trópico está muy bien definido con doce horas de día y doce de noche. Decir las ocho de la tarde por lo tanto suena raro.

La hora en inglés fue mi primer contacto con otras costumbres. Eso de o'clock me sonaba muy raro. De por sí, llamar al reloj clock era muy onomatopéyico. La hora en francés fue un aprendizaje del bachillerato. Yo tendría como quince años cuando la estudié. Que los minutos fueran femeninos en francés y masculinos en español es una trampa, que al reloj se le llame «muestra» es sorprendente. Me tocó aprender ya aquí la puntualidad de los trenes y las horas contadas de cero a veinticuatro. Todavía me equivoco a veces al oír diecisiete horas y pensar en las siete. Lo de horas punta, tan español y tan ajeno a mis horas pico tan gringas, me tocó aprenderlo aquí. La hora en punto convertida en hora pila es otra curiosidad. Lo más fácil en caso de que a uno le pregunten la hora en un idioma que uno no domina bien es mostrar el reloj y dejar que la otra persona la lea.

El aprendizaje del ruso me trajo una manera de contar particular, pues en ese idioma cuando una hora está empezada ya uno está en ella. Así la una y veinte es ya parte de las dos y eso se nota en ciertas expresiones. En ruso también se llama igual a la hora y al reloj.

¡Pero nada tan complejo como las horas en árabe que estoy aprendiendo! Primero que todo las horas no son la una, las dos sino la primera, la segunda. Los minutos sí son cardinales: veinticinco minutos. Es decir sería la hora octava y veinte minutos. Nosotros tenemos cuarto y media hora, pero en árabe hay además la hora y tercio. Los números tienen género y número. Para complicar las cosas, existe el dual. De tres a diez si el sustantivo es masculino el cardinal es femenino y viceversa. Es como si uno dijera cuatra relojes y cuatro palabras. Los minutos se declinan y hay que ponerlos en acusativo singular o genitivo plural según que el número sea entre tres y diez o superior a este. Automatizar todo este sistema es un verdadero lío, pero me divierto tratando de aprenderlo.

22:21 Anotado en Lengua | Permalink | Comentarios (1) | Tags: tiempo, expresiones, idioma