lunes, 10 febrero 2020
Cumpleaños
Como todas las mañanas, Pedro comió su desayunó frugal y salió temprano al gimnasio para entrenarse y mantener la forma. Luego regresó a sacar a su mascota Snoop a pasear al parque. Como los otros perros, Snoop fue oliendo las huellas de sus amigos y dejando encima la propia. Era joven, curioso y fuerte. Pedro, que estaba cumpliendo cien años ese 6 de enero de 2115, lo dirigía enérgicamente con su correa.
Camino a casa al ver que el almacén de nuevas tecnologías estaba abierto, entró sin tardar.
- «Buenos días y feliz año nuevo, querida María», saludó a la dueña que de tanto verla ya era casi amiga. "Vengo para ver si reprograma mi roboperro. No estoy contento con la última versión que supuestamente incluye telepatía pues se ha vuelto muy hablador. Me gusta charlar con él de vez en cuando, es buena compañía, pero ahora no me deja tranquilo comentando todo lo que pienso».
- «¡Vaya! Eres el primer cliente que se queja. No tardarán en llegar otros. A veces se pasan con esos inventos. ¿Te interesa un modelo de perro labrador que devolvieron ayer y todavía tiene el sistema antiguo?», propuso la vendedora que a pesar de tener noventa años parecía de sesenta y era más bien coqueta.
- «No, estoy contento con Snoop. Es una buena mascota que tengo desde hace varios años. Me quedo con ella si le pone menos telepatía», insistió Peter.
- «Menos mal que me quieres», dijo Snoop moviendo la cola alegremente.
- «¡Vale! Lo preparo y te lo llevo a casa esta noche. Así podremos charlar tranquilos», contestó la dueña.
- «No, prefiero pasar por él después del trabajo. Tengo un compromiso», se apresuró a explicar Peter temiendo que Snoop hiciera algún comentario desagradable.
- «De acuerdo. Pasa antes de las 7 de la noche. No te demores», dijo ella lamentando el rechazo de Peter.
- «No te demores», repitió Snoop.
18:43 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (2) | Tags: ficción, futuro robots
domingo, 26 enero 2020
Borrachera nocturna
Un policía amigo mío me contó el otro día una extraña historia sobre una mujer que volvió a su hotel por la noche después de beber mucho en un pub de Londres. Había pasado todo el día en una conferencia cerca del Big Ben. No tenía miedo de nada. Quería refrescarse con el aire de la noche. Era noviembre, llovía y había niebla. Su hotel estaba cerca de la estación Victoria. Como las calles eran muy parecidas, se perdió varias veces. Mientras buscaba su destino, escuchó el ruido de caballos y gente hablando. La escena que encontró parecía una fiesta de disfraces. Todos estaban vestidos como a principios del siglo XX. Los hombres llevaban sombreros de copa, abrigos negros y guantes blancos. Los cocheros esperaban con sus caballos la salida de un teatro o una cena cualquiera. En la esquina de una calle oscura, un grupo de prostitutas con colores brillantes trataba de atraer clientes. Todo parecía divertido excepto cuando se dio cuenta de que ella misma iba vestida al estilo victoriano y que no había sido así antes. De repente, un hombre salió de la oscuridad con un largo cuchillo de carnicero. Sintió que era el final de su vida. Cuando se despertó en el hospital, era el siglo XXI otra vez, tenía un fuerte dolor de cabeza y por suerte no tenía heridas. La policía la había encontrado borracha y dormida en un parque a pocos metros de su hotel. Se había prometido a sí misma que no bebería más de la cuenta y que no se lo diría a nadie, especialmente a su marido, que cuidaba a su hijo en París.
domingo, 12 enero 2020
Increíble
Entré a mi bar preferido, me senté en la barra y pedí una cerveza. El mesero estaba muy pensativo y su comportamiento me pareció extraño.
- ¿Qué te pasa?
- Si te lo cuento no me lo vas a creer.
- Cuéntame, cuéntame que yo soy muy crédulo.
- Ahí donde estás, había una pareja que acaba de irse. Llegaron vestidos con atuendos tradicionales árabes y me pidieron dos tazas de té. Ella tenía una pañoleta que apenas dejaba ver los ojos y un vestido muy largo que le cubría brazos y piernas. Él tenía un turbante voluminoso, una barba espesa y también una especie de bata de color oscuro que le cubría hasta los pies. Tenían dos maletines grandes. Me dio miedo de que llevaran una bomba. Me preguntaron dónde quedaban los baños y se ausentaron mientras yo les preparaba sus bebidas. Como se demoraban más de lo normal, fui a ver qué pasaba. En ese momento regresaban vestidos completamente diferente. Ella tenía una minifalda, el cabello suelto y un maquillaje extravagante. Él ya no tenía barba, parecía un miembro de un grupo de rocanrol. Eso sí, llevaban los mismos maletines voluminosos. Quedé atónito. Se sentaron en la barra, tomaron el té y cuando se iban a ir pregunté: ¿Qué les pasa? Me dijeron, "si le contamos no nos lo va a creer". Entonces pagaron y se fueron tan rápido como habían entrado.
- No te lo puedo creer.
- Por eso no te lo quería contar.
11:29 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ficción, vestidos, imbricación, construcción en abismo