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domingo, 24 septiembre 2017

Las cosas raras de la vida

NV-IMP991.jpgMi tío, un médico famoso que conoce mucha gente, quedó sorprendido al ver que mi primo escribía ficción que le parecía de buena calidad. Para ayudarlo a que lo publicaran, tomó uno de sus cuentos y lo envió a uno de sus amigos que trabaja en la sección literaria del periódico más leído del país. Celoso con mi primo, pues no me gusta lo que escribe ni por contenido ni por estilo, me desahogué explicándole a mi amiga Adriana el motivo de mi furia, aunque no me atrevía a decirle nada a él para no armar escándalos. Ella me dijo que lo que deberíamos hacer era ir nosotros mismos al periódico y entregarle uno de mis cuentos, que a ella le encantan tanto, al dichoso periodista para que lo juzgue de una vez por todas. Yo ya le había escrito al tipo ese, que a mí me está cayendo muy mal a fuerza de no contestarme nada ni publicar mis cuentos, pero ella insistió en acompañarme. La seguí sin mucha convicción.

Era un día lluvioso de otoño. El edificio queda en el centro de la ciudad y estaban en obras de remodelación. Ella, que es alpinista y había averiguado dónde quedaba la oficina del crítico literario aquel, me dijo que íbamos a atravesar la obra disfrazados de obreros para introducirnos al lugar. No sé cómo acepté esa riesgosa locura.

Allí estábamos con unos impermeables amarillos de caucho en medio de las máquinas y del ir y venir incesante de obreros en ese ruidoso y sucio ambiente. Tocaba subir por andamios resbaladizos, evitar a los guardias de seguridad, pasar por corredores angostos y sin barandas, mientras yo luchaba contra mi fobia a las alturas. Adriana siguió como si fuera un experimentado constructor de rascacielos neoyorquinos sin darse cuenta de mi estado ni de que estaba petrificado sin poder dar un paso más por miedo al vacío. La perdí de vista en medio de ese laberinto.

En ese momento apareció mi amigo Guille. Yo no sabía que él trabajaba en esa obra ni que es jefe de un sector de la empresa constructora. Para mí, Guille no es más que uno de mis amigos del coro. Le conté mi problema. Me propuso llevarme por un camino más seguro, sin peligros para mi fobia.

La lluvia no paraba. Claro que su camino era mucho mejor, pero tampoco pude seguirlo y me perdí otra vez. Decidí regresar y abandonar esa aventura. Ni Adriana ni Guille podrían ayudarme. Además estaba ya convencido de que mis cuentos eran peores que los de mi primo y de que mi tío tenía razón en darle un empujón al mundillo literario a él y no a mí. Para colmo de males saliendo de la obra me caí en un charco lleno de lodo y quedé aterido de frío. Camino de casa me acordé de que tenía reunión con mis amigos. Me aparecí así como venía, les conté mis desgracias y a largos rasgos describí el cuento que en realidad yo quería dejar en el escritorio del periodista en lugar del de mi primo o antes de que llegara el suyo. Les pareció evidente, y también a Guille y Adriana que llegaron poco después, que el periodista no publicaría mis cuentos ya que trataban precisamente de relatos de escritores que querían ser publicados y a quienes él impedía que lo fueran por celos o motivos ocultos. Total, me encontraba más perdido que antes y ellos tampoco me ayudaban.

Ahí me desperté y me dije que valdría la pena sentarme a escribir ese sueño antes de que se me esfumara. Ya se me han olvidado muchos detalles y no sé si estoy dormido o despierto frente a este computador a estas altas horas de la noche. Mejor me vuelvo a acostar y si tengo suerte, me encuentro con el preriodista o mi tío y los convenzo de que me publiquen por fin aunque sea en sueños.

21:35 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: escritura, sueños

domingo, 05 febrero 2017

Les bonnes affaires

NV-IMP974.jpg

Don Teofilo attendait les agronomes qui devaient lui conseiller sur des nouvelles méthodes de culture du café. En fait ce sont deux experts envoyés de la capital qui sont arrivés à la place. Il se méfiait de ces jeunes qui voulaient tout changer sans avoir son expérience, mais cette fois-ci ils avaient des bonnes nouvelles. Ils ont expliqué qu'ils avaient été chargés par la Fédération de caféiers pour aider les agriculteurs à faire des travaux dans leurs maisons. Ils pourraient financer jusqu'à la moitié de la somme nécessaire.

Après réflexion, don Teofilo s'est rappelé de sa cuisine qui avait besoin de rafraîchir la peinture, de réparer le sol ainsi que de changer la cuisinière. Les experts ont annoncé qu'ils ne pourraient payer que les travaux du sol. Don Teofilo a mentionné qu'il connaissait un très bon artisan du village qui pourrait le faire pour seulement deux millions de pesos. Les experts ont refusé puisqu'il faudrait prendre un artisan agréé mandaté par eux qui fixerait le prix selon les barèmes de la capitale, probablement quatre millions au moins. Alors don Teofilo s'est fâché pour de bon et les a chassés sur le champs en leur criant toute sa rage.

À ce moment son voisin est arrivé tout content pour lui raconter la bonne affaire qu'il venait de conclure avec deux experts venus de la capitale. C'était la même arnaque que don Teofilo venait de découvrir ! Don Teofilo était de plus en plus en colère en voyant comment son voisin avait pu tomber dans pareil piège.

Pendant ce temps les faux experts déjà en route calculaient tout ce qu'ils allaient gagner en empochant la plupart de l'allocation que la Fédération de caféiers leur avait confié pour des travaux qu'en fin de compte seraient payés presque entièrement par les propres paysans censés recevoir de l'aide.

 

18:51 Anotado en Cuentos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ficción, trampas

lunes, 26 diciembre 2016

Los sueños de Cristina

NV-IMP971.jpgEstoy en Calabria. Un pueblo o ciudad al que suelo ir de vacaciones pero no es verano y hay mucha más gente. Lo recorro incluso en las zonas más peligrosas, puertas que casi dan al vacio, senderos estrechísimos... llego a la puerta de un tribunal, alguien se acerca por detrás y me pone una capa y capucha para participar en una especie de juicio, no sé exactanente mi función pero me gusta... una guapa encargada de Correos se pasea por la plaza enseñando el culo, nadie se sorprende... empieza a llover fuertemente...
Los testigos del juicio pasan uno detrás del otro sin cesar y sin que deje de llover. Los enanos me acusan de haberlos engañado. La abuela está llorando por el lobo que se la había comido. La guapa de Correos la consuela sentada en un banco demasiado frío para sus nalgas. Los tres cochinitos observan desde la ventana. Con mi caperuza roja y mi minifalda que deja ver unas ligas negras que tiran de mis medias rojas me río de todo el mundo. Por fin el lobo está muerto y eso es lo que importa. Voy a poder salir de aquí sin duda alguna. Mi abogado, el pato Donald, es el mejor de todos y no me dejará hasta que pueda irme a casar con Roger Rabbit.