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domingo, 01 enero 2012

Faltan cinco para las doce

nochevieja2011a.jpgEl año va a terminar. Es una lástima pues ha pasado muy rápido. Hace trece meses decidí dejar de trabajar e irme a dar la vuelta al mundo, ya que los médicos me anunciaron una enfermedad muy rara que va a dejarme paralítico en pocos años. Parece que tiene que ver con los productos que respiré toda la vida. Vendí todo lo que tenía, puse un anuncio en un periódico para buscar acompañante, ya que no me gusta viajar solo. Me presenté así:

No soy muy estudiado por falta de dinero en mi familia. Empecé a trabajar muy joven en carpintería. Soy muy sensible y supersticioso. Nunca me casé, mis familiares más cercanos están muertos o alejados completamente de mi vida. Es decir tengo libertad total.

Recibí muchas ofertas. Escogí a una joven enfermera muy simpática y entusiasta con quien me entendí muy bien.

La primera parte del periplo, que era mi idea original, fue por Europa y Asia, pero no fue la que más me gustó. Preferí el recorrido aconsejado por mi asistente: México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. Me encantó sobre todo conocer Calakmul en México, Copán en Honduras, San Andrés en Salvador, Tikal en Guatemala y Altun Ha en Belice. Todos son sitios arqueológicos importantes en la historia de América. Las regiones de Yucatán, Campeche, Chiapas, Tabasco y Quintana Roo también me cambiaron mi forma de ver el mundo.

Lo que aprendí de los mayas me impactó. Eso de que el mundo se va a acabar en la fecha de hoy, me pone la piel de gallina. Aunque parece los extraterrestres van a salvar a los ciento cuarenta y cuatro mil mejores seres humanos llevándoselos a vivir en otro planeta. No creo que forme parte de ese grupo. Por lo tanto me preparo a lo peor. Por eso estoy en este lujosísimo hotel de siete estrellas en Dubai esperando que lleguen las doce de la noche, hoy 21 de diciembre del 2012. Desde aquí podré admirar el fin del mundo.

Ya me gasté todo el dinero que tenía. Hace un par de semanas le pagué muy generosamente a mi acompañante su trabajo y la envié a Francia. No sé para qué le va a servir en tan poco tiempo que le queda a la humanidad, pero estaba muy contenta. Fue ella la que me contó todo lo que había leído en libros de especialistas del mundo maya como José Argüelles, Erik Thomson o Fernando Malkún. No entendí lo del calendario maya Tzolkin, sin embargo me convenció. Parece que mi signo maya es el alacrán y el de ella, el zorro; por eso somos buenos amigos.

Bueno. Ya quedan pocos segundos para media noche. Alzo esta copa de champán a la salud de los humanos que se salvarán de este cataclismo y podrán iniciar una nueva y mejor vida. Claro que si por casualidad, el mundo no se acaba esta noche como predicen, tengo una pistola en el bolsillo para acabar al menos con mi propio mundo.

domingo, 25 diciembre 2011

Elfo navideño

navidad2011a.jpgTodo el año trabaje que trabaje y solo ahora puedo reposarme un rato. Por eso estoy acostado en el prado descansando. Me di un buen baño caliente en la tina llena de espuma, me afeité y salí a mirar la luna y las estrellas a pesar de que la noche es fría. Dentro de un rato tocará ayudar a preparar el trineo con todos los regalos y los renos que están en el establo los unos, cargando baterías y los otros, comiendo forraje.

Cómo tienen la desfachatez de escribirme cartas pidiendo inspiración. No sé qué busca toda esa gente que quiere escribir, puesto que casi nadie lee. Correos electrónicos, redes sociales, sitios web, libros, revistas, periódicos, hasta los muros de las calles. Si le doy inspiración a todos, habría todavía más bullicio en este mundo de iletrados. Trato de explicar por todos los medios que ya todo está escrito, pero nada de nada. Son amnésicos. Les pasa como a los espectadores del teatro griego que no se cansaban de ir a ver las mismas piezas a pesar de que ya conocían el desenlace. Aquí es igual desde los siglos de los siglos. Yo que soy más viejo que Matusalén me las conozco todas.

Si me pidieran más tiempo para leer o menos trabajo por hacer, hasta me apiadaría de algunos, pero no, la mayoría solo pide cosas materiales. Hace meses estamos fabricando aparatos electrónicos último modelo para contentar a tanto loco de tecnología inútil.

Empezaron engatusando a los niños diciéndoles que habría regalos solo para los juiciosos. Después se les ocurrió darse regalos entre adultos. Los comerciantes felices vendiendo cachivaches en esta época del año tan floja para los negocios. Ahora sí que es floreciente. Les toca ahorrar para que la Navidad y el Año Nuevo sean diferentes.

En mi fábrica estamos organizados en equipos según especialidades precisas. A mí me tocó en el de las cosas inmateriales, especialmente la inspiración de artistas y escritores. Creía que iba a ser tranquilo, pero con tanto pedido no damos abasto. Da igual, envolvemos la misma idea en papel regalo y se la enviamos a mucha gente. Como viven alejados unos de otros, no se encuentran y no caen en la cuenta de que no son tan originales como creen. Claro, ahora con ese invento tonto de la Internet, se copian todo entre sí y publican todo como si fuera único, pero a mí no me engañan. Ahora para que no se den cuenta, nos toca disimular muy bien en idiomas diferentes para reducir el plagio.

Da igual, nosotros los duendes, genios, musas, elfos y gnomos existimos mientras crean en nosotros. Por eso tenemos mucho futuro y porvenir, gracias a tanto majadero y cándido que pulula en este mundo. Este año hemos decidido quitar la inspiración a muchos aficionados. Les haremos un gran favor pues dejarán de escribir o de pintar o de actuar tan mediocremente. Será el mejor regalo que les haya llegado. Esperamos que el año entrante tengamos menos pedidos y podamos dedicarnos a los que nos parecen más simpáticos, con más potencial y menos memoria. Ya está bien de consentirlos como niños.

Bueno, el Papá Noel, los Reyes y el Niño Dios están preparados para el viaje. Por lo menos esta noche unos cuantos dejaran de pensar en la crisis económica o existencial comiendo y bebiendo en familia. Que se olviden de los problemas por unas cuantas horas y los que no puedan, pues que se frieguen.

domingo, 18 diciembre 2011

No llora más

NV-IMP789.JPGEra tarde en la noche, Eduardo estaba solo en casa, oyó el timbre y al abrir la puerta se encontró con un bebé que lloraba sin nadie a su alrededor. Salió al pasillo solitario buscando quién le había dejado ese paquete. Miró un rato a ese nene inconsolable, sentado en su silla de automóvil, vestido de invierno y decidió entrarlo. Hacía unos minutos desde la calle un cartero había timbrado para entregarle un paquete recomendado pero se quedó esperándolo sin que apareciera. No podía ser que le hubiera dejado ese nene así, sin decir nada.

Por las escaleras el cartero se cruzó con al conserje del edificio. Le confirmó que el ascensor no funcionaba y preguntó por el apartamento del señor Eduardo Iglesias pues no lo encontraba. La mujer contestó que en ese edificio había mucha gente, que no conocía a nadie con ese nombre y que probara con un inquilino nuevo del piso sexto. El cartero replicó que precisamente venía del piso sexto y no había encontrado a ningún Iglesias. Decidió bajar hasta la puerta de entrada para hablar de nuevo por el citófono con el destinatario para que bajara por el paquete pues no tenía ganas de subir a pie o que le explicara con pelos y señales cuál era el apartamento.

La conserje siguió subiendo hasta el piso séptimo para avisarle al señor Novak que su esposa estaba encerrada en el ascensor, que estaba desesperada pues no podía llamarlo ya que su teléfono celular se le había quedado fuera del ascensor con parte de las compras y no había podido dar la alerta. Por suerte la conserje la oyó y pudo avisar a la empresa de mantenimiento del ascensor que ya estaba en camino para liberarla.

El señor Novak no entendía que su mujer se demorara tanto. La había llamado a su celular y no contestaba. Hacía unos minutos el cartero había timbrado en su puerta preguntando por un señor Iglesias que él no conocía. Lo recibió de mal genio pues creía que era su esposa la que llegaba por fin.

Eduardo no sabía qué hacer. De pronto se le ocurrió que podría tratarse de un mal chiste de su exnovia Juana y que aparecería de un momento a otro. Él no había querido ser padre y ella no había querido abortar. Por eso decidieron separarse. Eduardo estaba convencido de que no sería un buen padre y de que su mujer no estaba preparada ni suficientemente madura para esa responsabilidad. «¿Cómo me pudo encontrar si no sabe dónde vivo?», se preguntó furioso.

La conserje timbró donde los Novak. El marido salió de inmediato pensando otra vez que fuera su mujer. La conserje le contó lo sucedido. El hombre palideció. «¡Hay que pedir ayuda! Ella es claustrofóbica», exclamó el hombre y salió corriendo escaleras abajo.

El cartero timbró desde abajo en el apartamento de Iglesias. Este se demoró en contestar. Volvió a decir que vivía en el sexto piso y que se había cansado de esperar que subiera a traerle ese paquete, que le parecía tarde, que hasta dudaba de que fuera realmente un cartero, que si no le había dejado un nene frente a su puerta. El cartero sorprendido dudó de la cordura del hombre, pero contestó ofuscado que eran solo las cinco de la tarde, que era normal que en diciembre fuera de noche en ese momento, que si no bajaba por el paquete tendría que ir a reclamarlo a la oficina de correos, que no lo había encontrado en el piso sexto como decía. Eduardo se excusó y le pidió que subiera de nuevo pues tenía un nene llorando en casa y no podía dejarlo solo.

Novak casi tumba al cartero de lo rápido que bajaba por las escaleras. Más arriba el cartero se cruzó de nuevo con el conserje. «¡Qué problema con ese ascensor! ¿Se daña a menudo? Logré subir en él antes de que se dañara y ahora me toca subir a pie», dijo el cartero. «¿Usted no ha visto a alguien con un nene en una sillita de auto o con paquetes de compras por aquí?», preguntó la conserje.

Eduardo estaba hablando por teléfono con su exnovia. Esta le reprochaba que se le hubiera ocurrido que el nene llorón fuera de ellos, que esos eran cuentos de él para averiguar por ella, que su hijo estaba con ella y que si quería conocerlo, fuera a verla. Por fin abrió la puerta para recibir el paquete del cartero. Este le preguntó si las compras que había junto a la puerta del ascensor eran de él, que se le iban a dañar o a robar si no las entraba.

La señora Novak estaba sobre todo preocupada por su nene que había dejado frente a la puerta de su apartamento mientras sacaba las compras del ascensor. Apenas había tenido tiempo de timbrar para que su marido le abriera y correr a desocupar el ascensor que por suerte funcionaba ese día. Si no, le hubiera tocado subir siete pisos con nene y paquetes; aunque su esposo la hubiera ayudado, habría sido extenuante.

Todo empezó a aclararse en las escaleras cuando Novak se cruzó con el cartero. «¿Usted no ha visto a alguien con un nene en una sillita de auto o con paquetes de compras por aquí?», preguntó. Este le explicó que el tipo del piso sexto era muy raro pues tenía un nene llorando en su casa y frente al ascensor del mismo piso había unas compras en el piso.

Esa noche la familia Novak recibió en su casa para tomar un aperitivo al señor Iglesias, que tenía un ojo morado por el puñetazo que le propinó el padre del nene, y la conserje del edificio, que fue testigo de las disculpas que le pidieron a Eduardo por el malentendido y la agresión, pues la culpa al fin y al cabo era del ascensor que funcionaba mal y había parado en el piso equivocado antes de atascarse.