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sábado, 22 agosto 2009

Mesa del comedor en casa del abuelo

NV-IMP486.jpgEn casa del abuelo nos reuníamos los fines de semana. Mi mamá se iba con nosotros los tres pequeños desde temprano para pasar el domingo en familia. Eran días de juegos con los primos y los niños del barrio.
Era una casa moderna, grande y espaciosa pero de techos altos. La cocina y el pequeño comedor aledaño tenían las paredes cubiertas por azulejos verdes. La mesa era de fórmica roja resistente con un borde metálico. Para comer, si éramos más de seis personas, a los niños nos ponían en las esquinas de la mesa; si éramos más de diez, nos tocaba comer por turnos o comer en dos comedores: el que quedaba al lado de la cocina y el grande que quedaba junto a la sala y solo se usaba para ocasiones especiales.
Cada persona tenía su puesto asignado. Cuando vivía mi abuela, ella estaba en una cabecera, a su lado por la izquierda, mi abuelo, en seguida, mi tía Dálila, en la esquina me tocaba a mí, en la otra punta de la mesa, mi tía Elvira, en la esquina siguiente, mi hermano Camilo, luego venía el puesto de la tía Celmira, después la tía Clara y en la esquina mi hermana Clara. Cuando murió mi abuelo, mi tía Clara tomó su puesto.
Esa era la configuración normal. La comida venía de la cocina en bandejas y era mi abuelo quien servía las porciones en cada plato. Además estaba pendiente para volver a servir a quien fuera dejando el plato limpio. Le encantaba cuando iba alguien que comiera bien pues él servía más y más. Mi padre era uno de ellos y mi esposa que alcanzó a conocerlo también fue consentida por tener buen comer. Pero si los niños íbamos dejando algo de lado, él creía que no nos gustaba y nos lo podía quitar del plato para dárselo a otra persona. Así aprendimos que lo que más nos gustaba debíamos comerlo rápidamente para no correr el riesgo de perderlo. El abuelo hablaba mucho y no le gustaba que lo interrumpieran o no le pusieran cuidado. Los niños debíamos guardar silencio. Antes del almuerzo se encontraba con amigos en el centro de la ciudad para tomarse unos aperitivos y en general por ese motivo llegaba alegre a la casa. Después de almuerzo la siesta era obligatoria. El café se tomaba después de ella. El calor lo dormía a uno fácilmente. El tiempo pasaba menos rápido que ahora.

08:30 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: comida, abuelo, niñez

viernes, 07 agosto 2009

La finca de los Camacho

NV-IMP476.jpgQuedaba cerca de Viotá, un pueblo cundinamarqués de tierra caliente. Estaba cerca de Anolaima, Apulo y Tocaima, a unos noventa kilómetros de la capital, con una temperatura promedio agradable de 25 grados. Mis padres tenían allá a unos viejos amigos, los Camacho. El padre era médico y su esposa tenía una farmacia o más bien droguería pues había mucho más que remedios. Eran padrinos de bautizo de uno de mis hermanos. La amistad debió de ser muy vieja; no sé si del tiempo en que vivimos en otro pueblo de la región, La Florida.
Ellos tenían tres hijos, todos hombres, y nosotros éramos seis hijos. En las vacaciones cuando vivíamos en Ibagué o Bogotá, solíamos ir de vacaciones a esa finca que tenían en Viotá y donde vivían todo el tiempo. Muchas veces pasamos las fiestas de fin de año en reuniones de mucha gente con baile y música y, claro está, comida típica.
Son recuerdos agradables de paseos en el campo, montar a caballo, ir a ver ordeñar las vacas, oír las gallinas y gallos sueltos por el patio, ver muchos pavos reales, piscos, gansos, turpiales, perros, gatos, sentir picadas de mosquitos y estar rodeados de muchos árboles frutales tropicales, especialmente de mango. Una vez me pequé una comida tan grande de mangos que estaban súper maduros que terminé con dolor de barriga y enfermo.
A veces había paseos al río donde nos bañábamos y comíamos y hasta se bailaba pues no faltaban los músicos. Como yo era el menor de mi casa, no siempre encontraba con quién jugar, pero me divertía a mi manera. Mis hermanos mayores sí se iban a ayudar en las labores de ganadería. Se levantaban antes del amanecer para participar en el ordeño. Los desayunos eran como almuerzos a eso de las nueve de la mañana cuando regresaban cansados del trabajo de vaqueros.
Con el paso del tiempo las reuniones se hicieron todavía más grandes pues los hijos se fueron casando y teniendo hijos. En una de esas fiestas se oyó el ruido de alguien que se había rodado por las escaleras. «¿Quién se cayó?», gritó el Doctor Camacho. «El hijo de Clara», contestó uno de mis sobrinos. Suponemos que pensó que con tanto niño, si hubiera dicho su nombre, no lo hubieran reconocido.
Un año viejo en que estábamos todos preparándonos para la fiesta, mandaron a los hombres mayores al pueblo a traer no sé qué cosa que faltaba. Tocaba ir en carro pues siempre quedaba lejos. Las horas pasaban y no regresaban. Las mujeres y los niños estábamos listos pero nada de nada. Cómo no existían los teléfonos celulares, no había forma de contactarlos. No sé si fue antes de o justo después de medianoche que volvieron muy entonados los señores explicando que habían parado en casa de unos amigos en el pueblo y que no los habían dejado salir hablando y ofreciéndoles trago. Esa nochebuena las mujeres estuvieron muy furiosas y creo que la fiesta se aguó.
El tiempo, la vida y hasta la muerte nos fue alejando. No hace mucho supe que el doctor murió hará dos años, después de haber cumplido 100 años de edad.
http://viota-cundinamarca.gov.co/nuestromunicipio.shtml?a...

miércoles, 05 agosto 2009

Fuegos artificiales

NV-IMP474.jpgEl sábado pasado fue la fiesta nacional suiza que conmemora la creación de la Confederación Helvética hace setecientos y pico de años. Estuve en el Grand Saconnex una comuna del cantón de Ginebra que queda al lado de mi casa. Como el año pasado, estuvimos comiendo salchichas con papa frita acompañadas con cerveza. De casualidad nos encontramos con varios amigos. No creía que fuera a ver mucha gente conocida pues no es el lugar donde vivo ni suelo pasearme. Esta vez estuvimos comiendo y compartiendo la mesa con una pareja franco-suiza que conocemos hace tiempo y que casualmente encontramos ahí. Son simpáticos y llenos de energía. Estaban pendientes de que comenzara el baile popular para ir a bailar en el tablado. Nos invitaron y ni cortos ni perezosos estuvimos moviendo el esqueleto y recordando pasos de tango, chachachá y otras danzas de siempre.
El amigo suizo insistió en explicarnos la historia de su país con el juramento de Rütli de los tres cantones originales y nos instó a que aprendiéramos el himno para que cantemos con él el año entrante. En la web encontré lo siguiente: Los orígenes de la Confederación Helvética se remontan al año 1291, año en el que los «cantones fundacionales» –las Tres Comarcas: Schwyz, Uri y Unterwald (hoy dividido en dos semicantones: Bajo y Alto Unterwald)– prestaron el famoso juramento de ayuda mutua, constituyendo la primitiva alianza (en realidad un renuevo de un pacto anterior). Las tres comunidades fundadoras decidieron que en el futuro se adoptasen las decisiones por unanimidad y que las discordias internas se resolviesen mediante arbitraje.
Otro amigo suizo con quien me crucé ese día me contó que había estado con su familia en un pueblo cercano en un brunch campestre muy copioso que se acostumbra organizar para la fecha.
Antes de los fuegos artificiales, la banda de músicos fue a dar una vuelta seguida de niños que llevaban faroles de papel con velas encendidas. El espectáculo pirotécnico estuvo muy bien aunque quizás por la distancia a la que estábamos resultó muy ruidoso.
Me quedé con al curiosidad de saber a qué altura alcanzan a llegar esos voladores en un espectáculo de estos. A primera vista parecen subir mucho en el cielo, pero como uno no tiene puntos de comparación, creo que la mente se engaña y exagera el cálculo. Hubiera dicho cien metros, pero cuando pienso que un edificio de veinte pisos tiene ya como cincuenta metros de altura, no creo que lleguen tan alto.
Uno de los primeros fuegos artificiales que vi en Europa fue en Mónaco desde los jardines que dominan desde lo alto el puerto. Se veía muy bien. Fue impresionante. Era durante un viaje de fin de semana organizado para los estudiantes de francés que estábamos en curso de verano.
Con el tiempo uno termina acostumbrándose a todo y hoy los fuegos artificiales rara vez me sorprenden. El próximo fin de semana será el gran espectáculo «piromelódico» anual de Ginebra. Ojalá no llueva.
http://www.fetes-de-geneve.ch/