Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

sábado, 07 noviembre 2009

Derrame cerebral

NV-IMP547.jpgHoy estuve en el hospital visitando a un amigo enfermo. Tenía mucha aprehensión en ir a verlo pues mi padre murió de un derrame cerebral a pesar de haber sido operado de urgencia; no tuvo mucha suerte. El recuerdo que me queda de él en la unidad de cuidados intensivos es muy triste. Apenás sobrevivió un mes después de la operación. Otro amigo que vivía aquí en el Pays de Gex, sufrió un ataque similar hace varios años y aunque sobrevivió, tiene medio cuerpo paralizado y tuvo que irse de aquí a su región de origen donde tiene más familia. La vida les cambió completamente. Hace unos años supimos de un caso dramático de un hombre que se había divorciado y vivía por aquí con una mujer más joven cuando sufrió un derrame cerebral. La vida también le cambió drásticamente pues no solo quedó hemipléjico sino que su nueva mujer lo abandonó. También he conocido casos de muertes súbitas por ruptura de aneurisma cerebral que es fatal. Creo que en ese caso uno no tiene tiempo de darse cuenta del ataque.

El amigo enfermo de hoy es en realidad un colega de trabajo muy amable que conozco hace tiempo y que estimo mucho; un traductor muy bueno cuya lengua materna es el inglés y habla francés y español muy bien, además de otros idiomas que conoce. Hace casi dos semanas sufrió un ataque cerebral. Afortunadamente lo operaron a tiempo y ahora se va recuperando poco a poco. Al comienzo no podía hablar ni mover un brazo. Ya puede armar frases sencillas, pero solamente en inglés y con mucha dificultad. Entiende lo que uno le dice, pero sufre mucho tratando de expresar su pensamiento. Me reconoció y me llamó por mi nombre. Es difícil conversar en esas circunstancias. Traté de darle ánimo, pero no pude demorarme mucho tiempo para no cansarlo ni ver su desesperación por no poder decir lo que quiere. Ojalá pueda volver a su trabajo de traductor y que recupere sus capacidades intelectuales sin secuelas.

Así es la vida con sus sorpresas a veces buenas y a veces malas.

miércoles, 04 noviembre 2009

Cómo comer un banano

NV-IMP545.jpgEl banano fue mi fruta preferida de niño, quizás por su facilidad en comerlo, quizás por lo dulce y por las variedades que había. Sigue siendo una fruta que me gusta pero menos que antes; ahora según la estación prefiero una mandarina, un albaricoque, una manzana o cerezas y claro, cuando voy a Colombia prefiero comer frutas que aquí no se consiguen como la curaba, al guama o la pomarrosa.

Si la variedad de banano era la llamada bocadillo, esos muchos más pequeños como miniatura, lo que hacía era comérmelo como una puré haciéndolo salir por la punta como si fuera un tubo de crema dental o de leche condensada. En el colegio nos gustaba llenar de agua la cáscara vacía y ofrecérselo a otro niño fingiendo que estaba intacto y sorprenderlo espichándolo como una pera de caucho y lavándole la cara. Al cabo de un tiempo, nadie caía en la trampa.

Había otra variedad llamada banano manzano que tenía un sabor a manzana o el banano popocho que era más regordete. No recuerdo los nombre de tantas variedades.

A mí gustaba cuando compraban un gran racimo de bananos que se iba madurando y yo iba comiendo diariamente uno o dos, siempre los más maduros. La cáscara se iba poniendo amarilla y cuando ya tenía pecas era que estaba en su punto. Siempre había alguien que se comía el banano quitándole completamente la cáscara de una sola. A mí me gustaba salir de la casa para el colegio a eso de las dos y media de la tarde con un banano que iba pelando poco a poco e iba comiendo con gusto ya fuera solo o acompañado. Al cabo de unas dos cuadras ya era hora de tirar la cáscara vacía. Lo normal era ponerla en algún basurero callejero o en la cuneta, pero de pícaro a veces lo que hacía, si nadie me estaba viendo, era tirarla hacia atrás sin mirar donde caía imaginándome que alguien iba a pisarla y deslizarse. Me gané algunos regaños de algún adulto que me vio efectuando la pilatuna y afortunadamente dejé la costumbre.

Una vez mi abuelo viendo que el racimo de bananos se consumía demasiado rápido para su gusto me dijo que no me los comiera tan rápido. Entonces con mi mentalidad infantil decidí que no comería más bananos y durante varios días no toqué uno solo. El abuelo al darse cuenta que yo estaba sentido por su observación me dijo que comiera de nuevo, que se iban a dañar, que no lo tomara así. Es una anécdota que quedó en la familia. Los niños reaccionan muy raramente a veces, son muy susceptibles o demasiado consentidos.

08:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: infancia, frutas

viernes, 30 octubre 2009

Viejas revistas al viento

NV-IMP540.jpgEstaba sentado en un bar de la playa escribiendo y leyendo en un día soleado de agosto del 2009 pero que gracias al viento parecía menos cálido. Mis hijos estaban bañándose en el mar o bronceándose sobre la arena. Para descansar de la lectura y escritura, me puse a dibujar en un papelito que tenía en la cartera, un Post-It de color verde. (¿Cómo se dirá Post-It en español?) Dibujé el mar al horizonte tratando de indicar los reflejos en el agua, en un plano más cercano dos personas estaban recostadas en sillas reclinables leyendo el periódico o simplemente disfrutando del sol. Dos sombrillas de playa estaban muy bien enterradas en el suelo y se movían con el viento. Unas cercas de madera muy enclenques separaban el espacio para las mesas de la terraza del bar. El techo de paja y las tablas de madera dejaban pasar los rayos del sol. Sobre el borde del bar, en una especie de baranda de balcón, había una lámpara de escritorio que imaginé encendida por la noche pero que a esa hora matutina parecía dormida como una estatua. Su luz inexistente debería de iluminar los papeles de las revistas que estaban abiertas debajo de ella. Tomé conciencia de esas hojas que el viento hacía danzar y levantándome me dirigí hacia ellas. Ya de cerca empecé a ojearlas. Estaban amarillentas por el sol, eran viejas, muchas eran ejemplares de los años cuarenta y cincuenta de la revista Life. Las estuve mirando y recordando épocas y sucesos pasados. Publicidades de productos de otro tiempo. Patrones de belleza y de moda ya pasados de moda. ¡Qué idea dejar esas revistas en un bar de la playa! Me imaginé a los lectores que las descubrieron recién salidas del quiosco de periódicos haciéndolos soñar con un mundo estadounidense de película. Me vi yo mismo hojeando esa revista pero en los años sesenta y setenta en Colombia. Yo había guardado preciosamente la que relataba la llegada del hombre a la luna en 1969. ¿Dónde la habré extraviado? Volví a mi puesto junto a la barra del bar y creo que pedí una cerveza para seguir escribiendo o leyendo o soñando. No me acuerdo.