martes, 29 diciembre 2009
Decenio
Hace diez años estábamos muy ansiosos, excitados y nerviosos porque el año 2000 estaba por caernos encima. Era una fecha mágica para la humanidad. Desde niño siempre soñé con ese año con tres ceros que solo se dan cada diez siglos. Había calculado la edad que tendría en ese momento y me parecía que iba a estar ya viejo. Cuando estudié ingeniería de sistemas nos hablaron del error frecuente de usar dos dígitos para almacenar los años y de los problemas que habría el 1 de enero del 2000 en los computadores pues calcularían mal las fechas, pero parecía tan lejano: faltaban como un cuarto de siglo y se suponía que los programas escritos así ya no funcionarían más. Sin embargo el magnetoscopio que yo tenía en casa en 1999 no podía pasar al 2000 y me tocó comprar uno nuevo. El 2000 llegó sin dolor aparente y nos fuimos habituando poco a poco hasta que el 11 de septiembre del 2001 empezó el nuevo siglo de manera dramática. El 31 de diciembre del 99 estuvimos en casa de viejos amigos en Grenoble. Nos propusieron volver a pasar este año el 31 con ellos, pero ya estábamos comprometidos aquí. Ya es un lugar común decir que el tiempo vuela. En estos diez años han pasado tantas cosas. En el 99 vivía en otra ciudad, mis hijos no habían terminado bachillerato, andaba muy metido en una asociación cultural que me ocupaba demasiado tiempo, no mantenía ningún blog (¿ya existían?), creo que fue el año en que me consentí tener un teléfono celular, pero no tenía televisión por satélite y pasaba menos horas delante del PC, además mi jubilación era algo tan lejano que no conocía la fecha exacta. Varios familiares y amigos han muerto desde entonces, parejas que parecían muy sólidas se han divorciado, varios amigos contemporáneos ya son abuelos. En mis archivos del PC encontré con fecha de ese diciembre, entre otras cosas, unas fotos de la hija mayor de un sobrino que era un bebé de brazos, un cuento corto que escribí el 16 de diciembre de 1999 y que publicaré aquí mañana; la primera foto que tengo del 2000 es una de una pareja de bailarines de tango argentino que venían a Ferney a darnos clases. En fin, ¿qué podré decir dentro de diez años si estoy vivo todavía?
16:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: tiempo, siglo xxi, cambio de siglo
sábado, 07 noviembre 2009
Derrame cerebral
Hoy estuve en el hospital visitando a un amigo enfermo. Tenía mucha aprehensión en ir a verlo pues mi padre murió de un derrame cerebral a pesar de haber sido operado de urgencia; no tuvo mucha suerte. El recuerdo que me queda de él en la unidad de cuidados intensivos es muy triste. Apenás sobrevivió un mes después de la operación. Otro amigo que vivía aquí en el Pays de Gex, sufrió un ataque similar hace varios años y aunque sobrevivió, tiene medio cuerpo paralizado y tuvo que irse de aquí a su región de origen donde tiene más familia. La vida les cambió completamente. Hace unos años supimos de un caso dramático de un hombre que se había divorciado y vivía por aquí con una mujer más joven cuando sufrió un derrame cerebral. La vida también le cambió drásticamente pues no solo quedó hemipléjico sino que su nueva mujer lo abandonó. También he conocido casos de muertes súbitas por ruptura de aneurisma cerebral que es fatal. Creo que en ese caso uno no tiene tiempo de darse cuenta del ataque.
El amigo enfermo de hoy es en realidad un colega de trabajo muy amable que conozco hace tiempo y que estimo mucho; un traductor muy bueno cuya lengua materna es el inglés y habla francés y español muy bien, además de otros idiomas que conoce. Hace casi dos semanas sufrió un ataque cerebral. Afortunadamente lo operaron a tiempo y ahora se va recuperando poco a poco. Al comienzo no podía hablar ni mover un brazo. Ya puede armar frases sencillas, pero solamente en inglés y con mucha dificultad. Entiende lo que uno le dice, pero sufre mucho tratando de expresar su pensamiento. Me reconoció y me llamó por mi nombre. Es difícil conversar en esas circunstancias. Traté de darle ánimo, pero no pude demorarme mucho tiempo para no cansarlo ni ver su desesperación por no poder decir lo que quiere. Ojalá pueda volver a su trabajo de traductor y que recupere sus capacidades intelectuales sin secuelas.
Así es la vida con sus sorpresas a veces buenas y a veces malas.
08:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: enfermedades, cerebro, lenguaje
miércoles, 04 noviembre 2009
Cómo comer un banano
El banano fue mi fruta preferida de niño, quizás por su facilidad en comerlo, quizás por lo dulce y por las variedades que había. Sigue siendo una fruta que me gusta pero menos que antes; ahora según la estación prefiero una mandarina, un albaricoque, una manzana o cerezas y claro, cuando voy a Colombia prefiero comer frutas que aquí no se consiguen como la curaba, al guama o la pomarrosa.
Si la variedad de banano era la llamada bocadillo, esos muchos más pequeños como miniatura, lo que hacía era comérmelo como una puré haciéndolo salir por la punta como si fuera un tubo de crema dental o de leche condensada. En el colegio nos gustaba llenar de agua la cáscara vacía y ofrecérselo a otro niño fingiendo que estaba intacto y sorprenderlo espichándolo como una pera de caucho y lavándole la cara. Al cabo de un tiempo, nadie caía en la trampa.
Había otra variedad llamada banano manzano que tenía un sabor a manzana o el banano popocho que era más regordete. No recuerdo los nombre de tantas variedades.
A mí gustaba cuando compraban un gran racimo de bananos que se iba madurando y yo iba comiendo diariamente uno o dos, siempre los más maduros. La cáscara se iba poniendo amarilla y cuando ya tenía pecas era que estaba en su punto. Siempre había alguien que se comía el banano quitándole completamente la cáscara de una sola. A mí me gustaba salir de la casa para el colegio a eso de las dos y media de la tarde con un banano que iba pelando poco a poco e iba comiendo con gusto ya fuera solo o acompañado. Al cabo de unas dos cuadras ya era hora de tirar la cáscara vacía. Lo normal era ponerla en algún basurero callejero o en la cuneta, pero de pícaro a veces lo que hacía, si nadie me estaba viendo, era tirarla hacia atrás sin mirar donde caía imaginándome que alguien iba a pisarla y deslizarse. Me gané algunos regaños de algún adulto que me vio efectuando la pilatuna y afortunadamente dejé la costumbre.
Una vez mi abuelo viendo que el racimo de bananos se consumía demasiado rápido para su gusto me dijo que no me los comiera tan rápido. Entonces con mi mentalidad infantil decidí que no comería más bananos y durante varios días no toqué uno solo. El abuelo al darse cuenta que yo estaba sentido por su observación me dijo que comiera de nuevo, que se iban a dañar, que no lo tomara así. Es una anécdota que quedó en la familia. Los niños reaccionan muy raramente a veces, son muy susceptibles o demasiado consentidos.
08:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: infancia, frutas