viernes, 15 julio 2011
La toma de la Bastilla
Por segunda vez los fuegos artificiales del 14 de julio fueron lanzados en el palacete de Voltaire en Ferney. El año pasado nos quedamos demasiado tiempo hablando en las mesas y cuando fuimos a buscar puesto en los jardines, no encontramos sitio; tocó irnos a casa un poco frustrados. Esta vez llegamos temprano, comimos y nos fuimos antes de que oscureciera a los jardines. Lo malo es que hacía frío y no estábamos bien cubiertos, pero encontramos un lugar bien situado y protegido del viento. Poco a poco se fue llenando el lugar hasta que no se veía el césped. La luna llena apareció y llegó el momento de apagar las luces.
Sabiendo que el filósofo Voltaire estuvo dos veces prisionero en la Bastilla, la celebración tenía un sentido adicional más concreto. El tema musical fue la música de la opera Sémiramide de Rossini que está basada en un texto de Voltaire. Todo salió muy bien. Comimos platos marroquíes, escuchamos el concierto de jazz manouche, charlamos con varios amigos y disfrutamos del espectáculo al aire libre. Solo faltó quedarnos al baile popular que seguía, pero como tocaba trabajar hoy, no se pudo.
Lo que realmente me llamó la atención por primera vez fue ver en la oscuridad, antes de que empezara el espectáculo, una cantidad impresionante de teléfonos celulares y cámaras electrónicas encendidos esperando para tomar fotos. ¡Parecían luciérnagas! Años atrás eran cámaras clásicas de película de celuloide las que más se veían. En ese entonces algunos encendían el flash por la oscuridad. Anoche algunas también relampaguearon pero como la mayoría tienen programadas para fotografiar fuegos artificiales, hay menos flashes. ¡Cómo cambian las cosas con el tiempo! Recuerdo las cámaras de fotografías completamente mecánicas y parece que fue ayer.
18:11 Anotado en Espectáculos, Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: fiesta nacional, fuegos artificiales, cámaras fotográficas
martes, 14 junio 2011
Las máquinas de escribir
El teclado del computador se me ha vuelto tan familiar que ahora siento que fue otro quien aprendió a escribir a máquina hace tantos años. En ese tiempo veía a mis tías escribir con destreza mientras yo a duras penas escribía una palabra con solo los dedos índices buscando las letras en ese teclado que parecía caótico. «¿Por qué no haberlas puesto por orden alfabético?», me preguntaba.
Eran máquinas mecánicas que le podían hacer doler a uno los dedos si los metía entre las teclas por descuido, si escribía demasiado rápido, podía enredar los martillos, tenía que vigilar el carrete de la cinta llena de tinta para no manchar el papel o para no ir a sacarla de sus guías y escribir sin tinta. Tocaba limpiar las letras de los martillos para que las oes no quedaran llenas como un círculo negro. Había cintas bicolores, negro y rojo, con las que se podía escribir en uno de los dos colores, a su gusto. Al llegar al final de la línea una campanita indicaba que era hora de llevar el carro al otro extremo para empezar una nueva línea. Había que calcular el espacio que faltaba antes de terminar la última palabra de cada línea para así poner el guión si era necesario cortándola por la sílaba adecuada. Para escribir los unos se usaba la i mayúscula. Se podía poner la o mayúscula con el cero.
Eran máquinas pesadas, negras y misteriosas para mí. Ni hablar del papel carbón tan mágico con el que se podía escribir varias copias a la vez. En mi casa no recuerdo que hubiera máquina o quizás la tenían guardada en lugar seguro. En casa de mi abuelo sí había. Años después un tío que vivía en Estados Unidos trajo de regalo una portátil, liviana, de color verde claro que tenía un tipo de letra diferente, como manuscrita.
Recuerdo también cuando aprendí a escribir. Fue con lápiz negro y con dolor en los dedos de tanto apretarlo. Hacer palotes y bucles y de pronto empezar a escribir palabras sencillas. Ni hablar de la escritura con pluma y tintero.
Ya casi no escribo a mano. Tengo cuadernos de estudiante en la universidad donde veo una escritura más o menos clara, redonda y que reconozco como mía, pero no es igual a la de hoy. Hasta mi propia firma ha cambiado con el tiempo. Tiene los mismos rasgos y características pero de tanto repetirla mi mano la ha amaestrado y ya sale automática y estilizada. No es más escritura sino un dibujo automático.
En uno de esos cuadernos he encontrado un examen de historia sobre la formación del pueblo ruso. Saqué 4,6 sobre 5, una buena nota, pero si tuviera que contestarlo hoy, seguro que sacaría un cero redondo. Me parece estar viendo todo como si estuviera aquí pero siento que ha pasado demasiado tiempo. Así va la vida.
08:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: aprendizaje, escritura, tiempo
miércoles, 08 junio 2011
De sueños raros
Estaba en una ciudad extraña de viaje quizás con mi esposa pero no era muy claro quién más estaba con nosotros. Salimos de un lugar (un bar o una estación de metro) y a mí me tocaba cargar un morral (o mochila) enorme y pesadísimo. Era de color rosado como en lana. Nada elegante por cierto. Ellos tomaron a la derecha por una gran avenida y yo me fui por la izquierda hacia el hotel para dejar mi equipaje y poder pasear sin problemas. Sentía que mis piernas no podían cargar tantos kilos. La gente me miraba raro. (¿Tendrá que ver con un cuento de Chejov que leí hace poco?) Llegué al hotel a duras penas y entré a un garaje. Puse en el suelo mi carga rosada y metí las manos a los bolsillos. En el izquierdo estaba el monedero pero en el derecho ya no estaba la billetera ni los documentos de identidad. ¿Dónde los habría dejado? ¿Los había perdido? Angustiado de no poder encontrar la respuesta, me desperté. Menos mal era un sueño.
08:04 Anotado en Elucubraciones, Recuerdos | Permalink | Comentarios (3) | Tags: sueños