Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

viernes, 19 agosto 2011

Catedral rusa

NV-IMP767.JPGLa memoria es misteriosa: me sorprende recordando cosas y detalles durante años y otros detalles que borra sin remedio. Las encrucijadas de la vida son incomprensibles: una decisión o un accidente del destino nos pueden llevar por caminos tan opuestos.

Desde 1978 no había vuelto a esta catedral ortodoxa rusa. Fue durante una excursión de estudiantes organizada por la Facultad de Letras de la Universidad de Grenoble durante los cursos de verano. Tengo una foto del mismo edificio. Esta semana quise tomarme una foto ahí mismo pero no sé por qué la cámara no me funcionó (se hubiera notado que la iglesia está más vieja, ¡ja, ja!). Me pareció enorme en ese entonces y me extrañó que hubiera una en Niza.

Ese año estuve dos veces en el sur de Francia. Los viajes fueron en autobús de línea para unas cincuenta personas. La mayoría éramos jóvenes de menos de 26 años aunque algunos profesores de francés mayores viajaban también (de todas formas cualquiera de más de 35 años ya me parecía viejo). Ya no recuerdo exactamente por dónde paseamos. Uno fue por estos lados, es decir Cannes, Niza, Mónaco; el otro por Marsella, Aviñón y Orange. Nos alojábamos en Albergues de Juventud. Resultaba económico para los estudiantes de idiomas. En un fin de semana largo que coincidía con algún día feriado se visitaba una cantidad increíble de lugares con transporte, alojamiento, desayuno y comida incluidos.

En el viaje por la Provenza no supe administrar bien mi dinero y al final me costó trabajo almorzar bien. En ese, conocí a una joven alemana con quien simpaticé mucho, pero el verano pasó volando, ella se ennovió con un afgano y no supe más de su vida. En el de la Costa Azul vi el espectáculo pirotécnico que más me ha impresionado en la vida. Fue en el puerto de Mónaco visto desde los jardines. Quizás por ser el primero de ese calibre al que asistí, me impresionó mucho.

Volviendo a la iglesia rusa, se me había olvidado que su construcción empezó en el siglo XIX por la comunidad rusa de Niza, numerosa en ese entonces, en el lugar donde murió en 1865 a los 21 años Nicolás, el príncipe heredero, hijo del zar Alejandro II. Su hermano se convirtió en zar años después y se casó con la novia de su hermano muerto. La iglesia casi no tiene sillas en el interior. Las ceremonias religiosas se celebran de pié. Supongo que el bus nos llevó directamente hasta el lugar ya que no reconocí las calles.

Si el príncipe no hubiera muerto, la historia de Rusia hubiera cambiado, pero ¿la revolución se hubiera evitado? Si me hubiera ennoviado con la alemana, mi historia personal sería distinta, pero ¿sería mejor o peor? Claro que esas conjeturas no sirven más que para dejar volar la imaginación.

viernes, 15 julio 2011

La toma de la Bastilla

NV-IMP758.JPGPor segunda vez los fuegos artificiales del 14 de julio fueron lanzados en el palacete de Voltaire en Ferney. El año pasado nos quedamos demasiado tiempo hablando en las mesas y cuando fuimos a buscar puesto en los jardines, no encontramos sitio; tocó irnos a casa un poco frustrados. Esta vez llegamos temprano, comimos y nos fuimos antes de que oscureciera a los jardines. Lo malo es que hacía frío y no estábamos bien cubiertos, pero encontramos un lugar bien situado y protegido del viento. Poco a poco se fue llenando el lugar hasta que no se veía el césped. La luna llena apareció y llegó el momento de apagar las luces.

Sabiendo que el filósofo Voltaire estuvo dos veces prisionero en la Bastilla, la celebración tenía un sentido adicional más concreto. El tema musical fue la música de la opera Sémiramide de Rossini que está basada en un texto de Voltaire. Todo salió muy bien. Comimos platos marroquíes, escuchamos el concierto de jazz manouche, charlamos con varios amigos y disfrutamos del espectáculo al aire libre. Solo faltó quedarnos al baile popular que seguía, pero como tocaba trabajar hoy, no se pudo.

Lo que realmente me llamó la atención por primera vez fue ver en la oscuridad, antes de que empezara el espectáculo, una cantidad impresionante de teléfonos celulares y cámaras electrónicas encendidos esperando para tomar fotos. ¡Parecían luciérnagas! Años atrás eran cámaras clásicas de película de celuloide las que más se veían. En ese entonces algunos encendían el flash por la oscuridad. Anoche algunas también relampaguearon pero como la mayoría tienen programadas para fotografiar fuegos artificiales, hay menos flashes. ¡Cómo cambian las cosas con el tiempo! Recuerdo las cámaras de fotografías completamente mecánicas y parece que fue ayer.

martes, 14 junio 2011

Las máquinas de escribir

aprendizaje, escritura, tiempoEl teclado del computador se me ha vuelto tan familiar que ahora siento que fue otro quien aprendió a escribir a máquina hace tantos años. En ese tiempo veía a mis tías escribir con destreza mientras yo a duras penas escribía una palabra con solo los dedos índices buscando las letras en ese teclado que parecía caótico. «¿Por qué no haberlas puesto por orden alfabético?», me preguntaba.

Eran máquinas mecánicas que le podían hacer doler a uno los dedos si los metía entre las teclas por descuido, si escribía demasiado rápido, podía enredar los martillos, tenía que vigilar el carrete de la cinta llena de tinta para no manchar el papel o para no ir a sacarla de sus guías y escribir sin tinta. Tocaba limpiar las letras de los martillos para que las oes no quedaran llenas como un círculo negro. Había cintas bicolores, negro y rojo, con las que se podía escribir en uno de los dos colores, a su gusto. Al llegar al final de la línea una campanita indicaba que era hora de llevar el carro al otro extremo para empezar una nueva línea. Había que calcular el espacio que faltaba antes de terminar la última palabra de cada línea para así poner el guión si era necesario cortándola por la sílaba adecuada. Para escribir los unos se usaba la i mayúscula. Se podía poner la o mayúscula con el cero.

Eran máquinas pesadas, negras y misteriosas para mí. Ni hablar del papel carbón tan mágico con el que se podía escribir varias copias a la vez. En mi casa no recuerdo que hubiera máquina o quizás la tenían guardada en lugar seguro. En casa de mi abuelo sí había. Años después un tío que vivía en Estados Unidos trajo de regalo una portátil, liviana, de color verde claro que tenía un tipo de letra diferente, como manuscrita.

Recuerdo también cuando aprendí a escribir. Fue con lápiz negro y con dolor en los dedos de tanto apretarlo. Hacer palotes y bucles y de pronto empezar a escribir palabras sencillas. Ni hablar de la escritura con pluma y tintero.

Ya casi no escribo a mano. Tengo cuadernos de estudiante en la universidad donde veo una escritura más o menos clara, redonda y que reconozco como mía, pero no es igual a la de hoy. Hasta mi propia firma ha cambiado con el tiempo. Tiene los mismos rasgos y características pero de tanto repetirla mi mano la ha amaestrado y ya sale automática y estilizada. No es más escritura sino un dibujo automático.

En uno de esos cuadernos he encontrado un examen de historia sobre la formación del pueblo ruso. Saqué 4,6 sobre 5, una buena nota, pero si tuviera que contestarlo hoy, seguro que sacaría un cero redondo. Me parece estar viendo todo como si estuviera aquí pero siento que ha pasado demasiado tiempo. Así va la vida.