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jueves, 20 diciembre 2012

Palenque o… parece que me estoy volviendo viejo

NV-IMP828.JPGDesde hacía varias semanas tenía previsto participar a un torneo de ajedrez de partidas rápidas. Por eso no le había puesto cuidado a otras actividades interesantes para el viernes 14 por la noche. Como el torneo se pospuso, de repente tenía el viernes libre. Seguramente hubiera estado tranquilo y desprogramado en casa.

Cuando llegó el mensaje electrónico de Rosalía proponiendo un concierto de Palenque, una banda papayera colombiana con nombre de pueblo, me pareció estupendo. Abrí el enlace para ver la página web del anuncio. Estaba la foto de un músico con sombrero vueltiao, leí el título que decía Atelier d’ethnomusicologie y de inmediato visualicé el lugar detrás de la estación de tren Cornavin.

Coni me dijo que no tenía nada previsto para esa noche. Aceptamos la invitación. Propuse que comiéramos en el restaurante español Aux cheminots, que es bueno y queda a cincuenta metros del lugar. Nos dimos cita a las ocho de la noche. El concierto comenzaba a las nueve y media.

Llegamos con tiempo para buscar estacionamiento en la calle. Conociendo el sector, sabía que era difícil. Después de un par de vueltas a la manzana, terminamos dejándolo en el estacionamiento del correo de Montbrillant.

Nos habían reservado una mesa redonda para cuatro cerca de la ventana. El dueño es un gallego que nos reconoció aunque no vayamos muy a menudo. La mesera tenía acento peruano. Me di cuenta de que había olvidado mi celular en casa. El de Coni no tenía red. Nuestros amigos no llegaban y el tiempo corría. Por fin nos entró una llamada diciendo que estaban en un embotellamiento, que empezáramos a comer.

La merluza y los calamares llegaron cuando Rosalía y Antonio aparecían pues además del embotellamiento se perdieron buscando el restaurante. Por esperar el postre y el café nos pasamos de diez minutos de la hora indicada, pero supusimos que siendo músicos colombianos no tendrían puntualidad suiza.

En una mesa cercana había una pareja hablando francés; al fondo, ocho comensales hablaban español con acentos variados. Antonio sospechó que fueran los músicos, pero aunque había colombianos, no eran de la fanfarria costeña colombiana.

Caminamos bajo la lluvia hasta la puerta del 10 de la Rue Montrbillant. Estaba cerrada y no se oía ningún ruido. Buscamos en Internet con el teléfono para confirmar la dirección, la fecha y hora. No parecía que estuviéramos equivocados. Ya salíamos del lugar pensando que había sido anulado, cuando una pareja llegó buscando el mismo concierto. Dijeron que la dirección era esa, pero que quizás el lugar sería en la Rue des Alpes en el AMR, una asociación para música improvisada.

No quedaba lejos. Nos fuimos a pie. Atravesamos por dentro la estación de tren para no mojarnos. A eso de las diez y cuarto estábamos entrando al concierto. Los decibeles subieron inmediatamente en nuestros tímpanos. Pagamos un precio reducido por haber llegado tarde.

De la oscuridad surgieron caras conocidas. Guillermo nos contó que su hijo ya tenía tres años. Estaba con una nueva novia. Tara, Bianca y Ana María nos saludaron bailando muy animadamente. Había tanta gente que nos preguntamos si el piso del edificio iba a aguantar tanto brinco y peso. Supusimos que sí y seguimos en lo nuestro.

El grupo Palenque tocaba al fondo de la sala con mucho entusiasmo, pero a nivel del piso, sin tarima. Como el público estaba de pie, solo se veían los sombreros vueltiaos de los músicos.

¡Eso no era un concierto normal sino una fiesta tropical animadísima! No había dónde sentarse y menos dónde dejar abrigos ni carteras. Los pusimos en cualquier lado sin quitarles el ojo y empezamos a bailar. El único que porfiaba en cargar sus cosas era Antonio.

De la sombra salió otra cara conocida. Era Elena que nos esperaba adelante pero que decidió venir cerca de la entrada para estar con nosotros. De todas formas, donde estaba no se veía nada.

Por suerte una mesa de las más alejadas del escenario se desocupó. Ahí nos instalamos. Llegó la pausa musical, encendieron las luces y casi todos se fueron al bar a comprar bebidas. Intenté acercarme, pero la cola no avanzaba. Mejor esperar a que volvieran a tocar para comprar lo nuestro. Charlando pasó el tiempo.

El concierto volvió a empezar y yo me fui a comprar de beber. Hubo cola pero menos que antes. Volví a la mesa con una botella de vino Gamay de la región y cinco copas.

De nuevo a bailar con ganas. Antonio estaba que se caía del sueño pues había pasado dos horas por la mañana apaleando nieve para poder salir a trabajar. El día había sido largo.

Se notaba quiénes eran latinoamericanos o asimilados y quién no; los unos porque bailaban con mucho ritmo, los otros porque o estaban sentados o bailaban sin seguir la música. Al menos se divertían.

Cada uno de nosotros, por turnos, se abrió paso hasta llegar cerca del escenario para sentir el ambiente viendo a los músicos y cantantes en vivo. ¡Qué calor y qué bailoteo! Tocaban muy bien. No había forma de quedarse quieto.

Reconocí a un amigo cineasta que bailaba junto al escenario como si estuviera en trance; no me vio. Volví a la mesa y me senté a degustar el vino tinto. Todos bailaban como locos. A duras penas nos oíamos, pues el volumen del sonido estaba muy alto.

Cuando los músicos anunciaron que iban a terminar y empezaron a nombrar a los integrantes del grupo, la gente pidió un bis.

Sin mucha resistencia empezaron a tocar el bis que fue larguísimo. No sé cómo tuvieron energía para tocar tanto tiempo. Yo ya estaba cansado.

Creo que para ir a esas fiestas uno tiene que haber dormido una siesta muy larga y si se puede, tener menos años de edad. Los jóvenes parece que no se cansan. Esa noche nos acostamos muy tarde y dormimos como piedras. Nada que ver con el concierto de Navidad del domingo anterior con obras de Ravel, Debussy, Duruflé y Saint-Saëns, pero ese es otro cuento.

domingo, 07 octubre 2012

Sobrecarga

NV-IMP821.JPG¡Vaya dos semanas que he pasado! Hacía tiempo que no tenía tanto qué hacer en tan poco tiempo. Primero, problemas informáticos en el trabajo con un sistema que estamos actualizando y que se niega a funcionar correctamente. Segundo, preparativos para una misión a una conferencia sobre tecnología y traducción organizada por la Organización Árabe para la Traducción. Cuarto, viaje a Fuengirola (Málaga, España) para participar en el VI Campeonato Europeo de Scrabble en Español. Quinto, regreso precipitado en avión con cuatro vuelos desde Málaga hasta Mascate pasando por Madrid y Ginebra. Sexto, vuelta al trabajo para terminar la semana tratando de absorber el trabajo acumulado durante mi ausencia. Séptimo, escritura del último capítulo del cadáver exquisito (véase nota del 16 de septiembre) con el que me tocó cerrar el juego literario. Además de todas las cosas habituales que hay que hacer en casa, en el trabajo y en actividades asociativas.

De la prisa no queda sino el cansancio. Espero tener más tranquilidad a partir de hoy.

El sistema informático funciona mejor que antes. Falta corregir algunos programas para no tener que estar pendiente de reparaciones a distancia los fines de semana.

El Europeo resultó divertido. Fue un buen entrenamiento para el Mundial que tendrá lugar a final de mes en Barcelona. Terminé 28 sobre 36. Había muy buenos jugadores. La suerte no estuvo siempre de mi lado. Cometí errores estratégicos en algunas partidas clásicas. En las dos partidas duplicadas cometí errores de transcripción al llenar la papeleta además de un par de palabras inventadas; ellos son muy estrictos con las coordenadas. Menos mal ya había clasificado en el Nacional francés.

El artículo para la conferencia lo terminé durante el verano con tiempo, pero la presentación estaba por hacer. La preparé con Powerpoint. Cuando llegué a Omán (a las cuatro de la mañana) solo pude dormir dos horas en el hotel y luego a prepararme para ir a la conferencia. Me tocaba hablar de segundo. No funcionaba el WIFI. La interfaz del PC en el podio estaba en árabe. Quise conectar mi portable en lugar del otro pero tampoco funcionaba Internet a pesar de tener conexión por cable a la red. Copié el fichero a una memoria USB, pero al enchufarla en el PC, que supuestamente sí estaba conectado pero no funcionaba bien, apareció un virus que impedía trabajar. Sospecho que el malvado virus estaba escondido en el PC del podio. En fin, me tocó hablar sin transparencias. Al menos pude mostrar unas pocas páginas web de terminología y memorias de traducción con el otro PC que al final se conectó.

NV-IMP820.JPGEstuve solo dos días en ese país. Hacía un calor tremendo, alrededor de 39 grados centígrados, aunque decían que eso no es nada en comparación con el verano. Se nota la riqueza en la ciudad. Visitamos un fuerte muy antiguo a dos o tres horas de la capital por autopistas en medio del desierto. Cuando uno piensa que los portugueses lo ocuparon hace siglos, que los franceses e ingleses estuvieron también allí, parece mentira. En Las mil y una noches, Simbad el Marino zarpa de Mascate hacia la India. El gran viajero marroquí del siglo XIV, Ibn Battuta, describe este país en sus relatos. Interesante viaje a pesar de lo corto.

Del cadáver exquisito espero hablar más dentro de poco.

domingo, 02 septiembre 2012

Bodas de coral (carta para iniciados)

NV-IMP817.JPGUstedes que recuerdan lo que era un galponazo, un café en la Mandrágora, un brownie con gaseosa en la plazoleta de ingeniería, broncearse en los jardines cerca de la estatua del bobo y de la facultad de economía bajo la protección de los enormes eucaliptos.

Ustedes que conocieron los teléfonos de disco, los computadores IBM 360, las tarjetas perforadas, el concierto de Piero en medio de una huelga de estudiantes, la biblioteca central con su hemeroteca y el silencio de sus cubículos del último piso en épocas anteinterneteras.

Ustedes que frecuentaron las clases de química con Matamala y que durmieron siesta en ellas después de almuerzo escuchando entre sueños el método de igualación del ion-electrón.

Ustedes que madrugaron en maxirruana a clase de geometría descriptiva a las siete de la mañana para adivinar desde lejos lo que la profe dibujaba en un tablero invisible.

Ustedes que casi se electrocutan en laboratorio de física probando tubos de rayos catódicos o esquivaron la mirada del profesor Navas para no contestar a sus preguntas o disfrutaron de las clases magistrales de Abelardo Forero Benavides sobre Alejandro Magno o Rasputín o lucharon contra la lógica calculando matrices de AND, OR y NOT o escucharon la famosa fórmula mágica el CAR del CONS con el APPEND del CDR o algo por el estilo.

Ustedes que comieron las primeras pizzas hawaianas de Pizza O? recalentadas por el computador o las hamburguesas con fríjoles del Colombo-Americano o los tacos de la 19.

Ustedes que se burlaron de mi acento ibaguereño en primer semestre siendo que yo NO tenía acento y eran todos ustedes los que hablaban con acento bogotano, costeño o de otros lares.

Ustedes que conocieron el programa Yo y Tú o los primeros Sábados Felices o las primeras tiras cómicas de Mafalda.

Ustedes que montaron conmigo en la ciudad de hierro del parque nacional al final de un semestre o que recorrieron conmigo la carretera de Bogotá a Venezuela una semana de revisión.

Ustedes con quien pasé unas fiestas del bambuco en Neiva muy parranderas e inolvidables.

Pues bien, antes de que el alzhéimer nos ataque por sorpresa, ustedes deberían ayudarme a entender y aclarar unas cuantas dudas que me quedaron desde hace treinta y cinco años largos. Veamos:

  • ¿Cómo es eso de que en programación Fortran era obligatorio escribir todas las palabras clave en inglés (IF, GO TO, FUNCTION, INTEGER, DO, etcétera) pero sí era permitido darles nombres en cristiano a las variables (CASA, PERRO, GATO, INGENIERO = INGENIERO + 1, etcétera) y hasta poner frases completas entre comillas (‘Error: división por cero’)?
  • ¿Por qué un profesor me puso cero en un examen en el que preguntaba cómo se medía la altura de un edificio muy alto por medio de un barómetro y yo contesté que tirando el barómetro desde el último piso y calculando el tiempo de su caída?
  • ¿Alguien entendió esa aritmética loca de que 1+1=10?
  • ¿Quién puede contarme lo que había en la magdalena que Proust metió en el chocolate y le salió En busca del tiempo perdido en varios volúmenes?
  • ¿Quién logró subir las escaleras siguiendo las instrucciones de Cortázar?
  • ¿Alguien logró atravesar la calle sano y salvo con el primer algoritmo de tarea?
  • ¿Por qué cuando somos niños queremos ser adultos y cuando llegamos a adultos queremos volver a la niñez?
  • ¿Por qué cuando estoy aquí, ustedes me dicen: «estás allá», pero cuando llego allá ustedes me dicen: «ya estás aquí»?
  • ¿Por qué después de tanto tiempo los años universitarios parecen tan fáciles pero cuando los sufrimos no lo eran tanto?
  • ¿Cómo hicieron los astrónomos para averiguar que la estrella Arturo se llama así? ¡Es mucho más fácil calcular que está a 36,7 años-luz de la Tierra, es una gigante roja o que su temperatura superficial es de 4290 K!
  • ¿Y el inglés? ¿Cómo es eso de que amarillo es yellow, pero hielo es ice y eyes son ojos?
  • ¿Por qué a pesar de haber estudiado el algoritmo de los matrimonios estables de Knuth ha habido tantos divorcios en el grupo?
  • ¿Cómo es posible que hoy en día sigan buscándose programadores Cobol cuando se suponía que era un lenguaje de programación anticuado?
  • ¿Alguien entendió el teorema del punto fijo rebullendo el café al desayuno?
  • ¿Quién me explica que un taxi en Bogotá cueste hoy en pesos lo que uno ganaba de sueldo en un mes hace tres lustros?
  • ¿Sigue cantando el sapo cancionero durante las reuniones?
  • ¿De qué color es el guayabo negro?
  • ¿Qué hace que después de tantos años sigamos en contacto y con ganas de vernos a sabiendas de que hemos tomado caminos distintos y a veces tenemos opiniones radicalmente opuestas? Los unos ateos, otros agnósticos, otros religiosos, otros de izquierda, otros de derecha… pero siempre amigos.
  • ¿Por qué la primera vez en todo, cuando uno es novato, es tan difícil pero con la práctica todo parece fácil? El primer beso, el primer amor, el primer baile, el primer hijo. Visto desde lejos parece una bobada no haberse atrevido a decir a tiempo un «te quiero» o al contrario haberlo dicho demasiado rápido. ¡Qué vaina!

Y eso que me quedan más preguntas. Mejor haber nacido aprendidos, ¿no?

En fin, como le decía a María Cristina, a las siete de la noche de allá serán las dos de la mañana por aquí (otra cosa inexplicable); de manera que los acompañaré en sueños. Espero que se diviertan mucho y no hablen muy mal de los ausentes pues se nos pondrían las orejas coloradas y es incómodo.

Un fuerte abrazo para todos.