jueves, 14 marzo 2013
Granada
Hacía más de treinta años que no visitaba Granada. Los recuerdos se me estaban poniendo borrosos. Me gustó revivirlos y renovarlos. Ahora estuve con mi coro ginebrino para un intercambio coral. Treinta coristas ginebrinos viajamos el fin de semana pasado. Un viaje que reforzó los lazos de amistad entre nosotros y creó nuevos vínculos con los integrantes del coro que tan amablemente nos recibió.
El avión aterrizó en Málaga muy zarandeado por el viento. El recorrido en autobús fue cómodo y rápido. Hasta un cielo roto nos saludó con un aguacero muy fuerte apenas pusimos el pie en suelo granadino. En el Instituto de Enseñanza Secundaria Padre Manjón nos tenían una merienda y vaya merienda. Ahí empezaron las charlas y reconocimiento de caras que el correo electrónico ocultaba. Bien comidos nos fuimos a descansar al hotel que quedaba en el centro o a casas de familia que acogían a una parte del grupo.
Por fortuna el viernes amaneció soleado con un bonito día que se mantuvo hasta la noche. Era lo que necesitábamos para el paseo por la Alhambra. El lugar de encuentro fue la Plaza Nueva que a pesar de su nombre tienen varios siglos de existencia. Un profesor de historia nos explicó cantidad de detalles sobre Granada y España, comparando el arte musulmán, el arte occidental, la sensibilidad, las apariencias externas ante lo efímero de la existencia y otros contrastes de los dos mundos. Bajamos justo a tiempo para comer, seguir charlando e ir a dormir una corta siesta al hotel. Cerramos la noche con una velada en un restaurante con espectáculo flamenco que resultó de muy buena calidad. Los más valientes y fiesteros se fueron de bar en bar hasta llegar abajo pasada la medianoche.
El sábado tuvimos un paseo muy encantador a pesar del paraguas abierto de vez en cuando por el barrio árabe del Albayzín desde donde disfrutamos de unas vistas impresionantes de la Alhambra. Almorzamos en un bar bueno, bonito y barato, nos fuimos a cambiar de traje y a ensayar con seriedad y algo de ansiedad en el Instituto. Para culminar, el concierto en la noche salió bien, lleno de aplausos y un público contento. El coro granadino también cantó y su joven directora nos impresionó con su energía.
La canción que más disfruté fue Con el vito pues fue con los dos coros juntos donde me sentí muy bien rodeado por tanta voz segura. Prolongamos la alegría comiendo tapas en la terraza de un bar un poquito menos lleno que los demás. El frío y la humedad nos empujaron al hotel y el descanso nos cayó muy bien.
El regreso del domingo fue madrugador con paseo a pie con maletas y sueños todavía en los ojos hasta llegar al autobús que nos esperaba en la rotonda Neptuno.
Me traje muy buenos recuerdos. La bienvenida y amistad tan calurosa de tanta gente amable como Jesús, Roberto, Irene, Manolo y tantos más. Los niños de algunos cantantes que nos acompañaron y alegraron aún más los recorridos. El reencuentro con Fabiola que vino a cantar con nosotros desde México. Las charlas alrededor de variadas tapas de pulpo, albóndigas, ibérico y otras viandas regadas de buen vino tinto tempranillo, blanco verdejo con sabor afrutado, variedad de jerez que llaman fino o manzanilla, o simplemente una buena caña fría. El acento tan característico que se asemeja al nuestro, por no distinguir la ce de la ese que además a veces se comen. La arquitectura de la ciudad que no reconocí pues me parece que en mi primer viaje solo paseamos por la Alhambra, los parques y plazas, las calles estrechas y empinadas, las naranjas como farolas enormes colgando de los árboles. Sol y lluvia. La escritura árabe en las paredes de los castillos. El desafío de cantar por primera vez sin partituras. La silla de ruedas y las muletas de Julián nuestro director que tuvo la mala suerte de quebrarse una pierna por culpa del suelo helado de este frío y nevado invierno. Muchos recuerdos más se irán decantando hasta dejarme otra imagen limpia o difuminada de la realidad.
El regreso en autobús fue silencioso en medio de las penumbras del amanecer. Las despedidas en el aeropuerto de Málaga fueron emotivas. Adiós a Mareel y Elisa sin saber si volveremos a vernos pero guardando esa esperanza. Ahora toca terminar de preparar la visita del coro Granadino a Ginebra dentro de un corto mes.
domingo, 03 marzo 2013
De picas y de famas (3)
Cuando mi amigo Rodrigo supo que yo estaba escribiendo un programa para jugar Picas y Famas se interesó mucho en el algoritmo y en las bases matemáticas que empleaba. En esa época, él trabajaba en un ministerio, quizás el de hacienda. Se le ocurrió que la fórmula podría servir para encontrar no sé qué similitud entre los números de las cédulas de ciudadanía. Programó una prueba para ver si le funcionaba pero se equivocó en los parámetros pues en lugar de imprimir unas pocas páginas, usó una caja entera o más de papel perforado con copia de carbón que era de los más caros. Me contó que le tocó inventar una excusa para evitar problemas.
No sé quién nos dio la idea de escribir un artículo para una revista especializada. Lo cierto es que nunca lo escribimos y lo único que quedó fue el programa de demostración para cuando los estudiantes de informática fueran a visitar el centro de cálculo. Ni siquiera guardé copia para mí. Cuando cambiaron el computador solo me quedó el recuerdo.
Pasaron más de diez años hasta que tuve otra oportunidad de revivir la fórmula de las picas y famas para una aplicación diferente. Se trataba de un corrector ortográfico que propusiera palabras correctas suficientemente cercanas a la equivocada. Era para una base de datos terminológica. Me acordé del juego y empecé a ver si podía escribir una fórmula que cumpliera con la definición matemática de distancia.
Una función de distancia o métrica debe cumplir tres condiciones:
- La distancia entre dos puntos debe ser cero o positiva.
- Debe ser simétrica, es decir la distancia de A a B debe ser igual a la distancia de B a A y
- Las distancias entre tres puntos A, B y C deben cumplir la desigualdad triangular, es decir la suma de las distancias de A a B y de B a C siempre debe ser mayor a la distancia de A a B cualesquiera que sean los puntos A, B y C.
La función que me inventé calculaba un valor entre 0 y 1 a partir del número de picas y famas que tenían dos palabras entre sí. Mientras más parecidas, el valor era más cercano a cero; mientras más diferentes, el valor era más cercano a uno.
Pasé días tratando de probar matemáticamente que mi fórmula era una distancia. Lo pude demostrar para palabras que tuvieran el mismo número de letras, pero todo se complicaba con longitudes desiguales pues no llegaba a demostrar la desigualdad triangular.
19:22 Anotado en Elucubraciones, Juegos, Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: programación, informática
domingo, 17 febrero 2013
De picas y de famas (2)
Me cuenta mi viejo amigo Emiliano que el juego de los barcos se llamaba Batalla Naval. A mí me parece que ese es el nombre del juego comercializado años después pero no recuerdo si era el mismo nombre que cuando lo jugábamos con papel y lápiz.
Algo que sucedía a veces en esos juegos manuales era que uno se equivocara al dar el puntaje de la jugada. En general era involuntario, pero a veces uno caía con un adversario que no quería perder y trampeaba. En la foto de mi anterior nota, hay un error en el número de picas y famas. Ayer estuve jugando al Mastermind con Coni en un juego viejo que tenemos en casa y de nuevo sin querer nos equivocamos al confundir colores.
Cuando se juega contra el computador, esos errores son imposibles pues él controla el respeto de las reglas.
Tendría yo como 23 años, terminando mi carrera de ingeniero informático, el título exacto era ingeniero de sistemas y computación, cuando se me ocurrió escribir un programa para jugar a Picas y Famas contra el computador. En esa época teníamos en la Universidad de los Andes un IBM 360 con apenas 128K de memoria principal (si no me equivoco). Los programas eran en tarjetas perforadas y solo uno se ejecutaba a la vez, pues se procesaban por tandas.
A los estudiantes de los últimos semestres nos permitían quedarnos por las noches para adelantar nuestras tesis. Fueron muchas noches en blanco tratando de hacer funcionar nuestros proyectos.
Creo que programé el juego de Picas y Famas cuando ya me había graduado y empecé a trabajar en el Centro de Cómputo de la universidad. La idea clave que me permitió programas el juego fue darme cuenta de que en realidad cuando uno juega lo que hace es eliminar los números que no concuerdan con los resultados de cada intento. Es decir de las diez mil posibilidades desde 0000 a 9999 en el primer intento, vamos reduciendo mentalmente el conjunto hasta llegar al único número que tiene cuatro famas. El programa que escribí hacía exactamente eso: de una lista de diez mil números se iba quedando con los que cumplieran con el número de picas y famas del resultado. La relación es simétrica: si A tiene X famas y Y picas con respecto a B, B también las tiene con respecto a A.
Era muy gracioso ver el duelo entre el hombre y la máquina en la consola del computador. Cada uno probaba con un número y daba el resultado al adversario. Al comienzo era el computador el más lento en calcular, pero a medida que el juego avanzaba, el hombre debía pensar mucho más y la máquina aceleraba pues su lista se reducía cada vez más. En esa época también escribí un programa interactivo para simular una calculadora desde la consola del IBM. Usábamos esos juegos cuando presentábamos el Centro de Cómputo a los estudiantes de primeros semestres.
16:10 Anotado en Elucubraciones, Juegos, Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: programación, informática