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lunes, 14 marzo 2016

Averse à la Carrera 15

Childe_Hassam_-_Une_averse.jpgC’était comme un mirage, comme un retour au XIX siècle à Paris. Il pleuvait à cordes, nous roulions sur la Carrera 15 avant la Calle 92 à Bogotá vers 21 heures. La chaussée brillait, sous une très forte pluie, des grosses flaques d'eau se remplissaient des deux côtés de la chaussée pendant que les voitures et les piétons essayions de les éviter. Une ombre justement du côté gauche semblait surgir de nul part. Je m'approche en faisant attention de ne pas renverser un éventuel piéton imprudent qui sauterait tout d'un coup. Les lumières des voitures détachèrent enfin cette présence mystérieuse.

C'était un homme qui tirait en contre-sens sa charrette pleine de cartons, de bouteilles, de cannettes vides et d'autres choses encore toutes à recycler. Il avait mis une sorte de bâche pour protéger son trésor ramassé pendant sa journée de travail. Il portait un imperméable avec capuche ainsi que des bottes en caoutchouc pour percer le rideau de pluie. Il tirait sa carriole entre les flaques et se dirigeait je ne sait pas où. Ma voiture l’a dépassé mais son image est restée gravée dans ma mémoire.

Ce n'est pas la première fois que je voyais quelqu'un en train de pousser ou tirer des déchets, mais cette image m'a rappelé ce fameux tableau impressionniste « Averse rue Bonaparte » de Frederick Childe Hassam, un peintre Étasunien du XIXe-XXe siècles. En rentrant dans son pays il a changé les sujets difficiles, comme celui-ci, pour des images plus commerciales des femmes et enfants bien habillés, au soleil, à la plage ; images d'un monde idéal, joyeux, sans pauvreté ni problèmes. C'était le même type de tableaux qui ont fait la renommée du peintre espagnol Sorolla.

J'aurais voulu photographier ce recycleur Bogotanais, je n'avais pas ma caméra ni le temps, car je conduisais. Peut-être que les gens d'ici ne les voient plus, car ils font partie du paysage, ils sont devenus transparents et pourtant ils font un travail énorme pour nettoyer la ville où des millions d'habitants consomment et jettent pour que d'autres ramassent.

Je rêve d'un monde plus solidaire et écologique où ces métiers inhumains n'existeraient plus, comme ces hommes de la Volga qui halaient les bateaux et que j'espère n'existent plus sur Terre.

https://fr.wikipedia.org/wiki/Childe_Hassam

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Childe_Hassam_-_U...

lunes, 29 febrero 2016

Retour en enfance

NV-IMP945.JPGÇa doit être mon cerveau reptilien qui m'a renvoyé en enfance, lorsque ma fille ma fait goûter aujourd'hui une sucrerie faite à base de miel et de canne à sucre qu'elle a achetée au marché aux puces. Dès que je l'ai croquée, je me suis rappelé que mon grand-père avait toujours dans ses poches ce genre de bonbon. Il nous les donnait quand on était enfant et bien après. Ça faisait plus de 40 ans que je n'en avais pas eu dans ma bouche ! Ma fille ne savait pas ce qui allait m'arriver car elle était trop petite lorsque mon grand-père est décédé. Je suis sûr que mes frères et sœurs auraient eu la même réaction.

21:09 Anotado en Recuerdos, Viajes | Permalink | Comentarios (0)

jueves, 23 julio 2015

Viento caliente

NV-IMP922.jpg

Hoy, con solo 28 grados centígrados, el clima parecía muy fresco dadas las temperaturas que hemos soportado. Antes era como si estuviera visitando en El Cairo las pirámides o en Omán un fuerte preislámico en medio del desierto con 35 grados a la sombra.

Por fortuna, anoche llovió por fin, refrescó el aire. Pude dormir la noche entera sin tener que levantarme a tomar agua o buscar sin éxito aire fresco por la ventana.

Antenoche fuimos a la ciudad vieja para un concierto de piano en el patio interior de la alcaldía de Ginebra. Hacía calor, como no. Eran las ocho de la tarde y teníamos unos 33 grados sobre la cabeza. En estos días lo mejor ha sido quedarse en casa con las persianas exteriores cerradas casi por completo, dormir la siesta y tomando agua, esperar como los vampiros, búhos y murciélagos que llegue la noche.

El concierto en Ginebra era de una joven virtuosa pianista italiana. Con sus veintidós años, Beatrice Rana es un prodigio que empezó a estudiar este instrumento a los cuatro años de edad. Su talento ha sido reconocido con varios premios internacionales. Disfrutamos obras de Bach, Debussy, Chopin y Ravel. En ese lugar abierto lleno de gente se transpiraba a pesar de los abanicos de verdad o improvisados con periódicos o programas del concierto. Eramos como radiadores eléctricos encendidos que competían con los proyectores sobre el escenario.

Cerré los ojos para disfrutar mejor la música. Creo que por momentos dormité dejando volar mi mente a lugares lejanos. Viajé por un edificio público en el centro de Bogotá en el que estuve hace muchos lustros. No recuerdo si era un ministerio o una biblioteca. Estaba en una sala enorme desde la cual se veía por grandes ventanas el techo cubierto de un patio interior y los corredores que le daban la vuelta completamente. No se veía el cielo pues el edificio subía muchos pisos más.

Abrí los ojos pensando en esos lugares que guardamos en la memoria como esa quesería que hubo en Ibagué en la Carrera 2 cerca de la iglesia de San Roque donde mi mamá compraba queso holandés o español de color amarillo. El vendedor nos daba a probar trocitos que no me gustaban nada. Como cambia el gusto con el tiempo.

Los puestos que ocupábamos en el concierto estaban bien situados para ver a la pianista. Un poco a la izquierda nos hubiera incomodado una columna. La mayoría de los espectadores eran personas mayores, es decir mayores que yo. Uno que otro joven o niño estaban como perdidos en ese lugar. A mi izquierda había una pareja con quien me topé cuando compraba las boletas. Bueno fue el señor quien se topó conmigo, atropellándome sin querer, se excusó y después me di cuenta de que era ciego. A él no le incomodaba la columna que tapaba la vista del escenario.

A fuerza de aplausos logramos sin mucha insistencia que tocara un corto bis que no reconocí. No soy experto en música clásica.

Salimos a la calle entre los primeros buscando el aire que faltaba al interior. Me quedé pensando cómo habría hecho un señor mayor que subió a su puesto ayudado de la mano por la joven acomodadora. No entiendo por qué una persona así no usa bastón.

El concierto duró de ocho y media a diez y media con un intermedio. No habíamos comido, pero tampoco teníamos mucha hambre y menos de platos calientes. Viendo en las terrazas vecinas comensales comiendo fondue de queso, pensé que deberían de ser turistas que cumplían con la lista de cosas por hacer en Suiza: probar esta comida típica. ¡Qué calor de solo verlos!

Caminamos hacia donde habíamos estacionado cerca de la sala del Alhambra en la calle Franck-Martin. La terraza de la pizzeria La Boursière estaba abierta y servían todavía. Nos sentamos cerca de la puerta. Muchas mesas llenas. Se oía hablar inglés, árabe, francés, quizás un idioma del este y en nuestra mesa, español. Un gaspacho y una ensalada italiana acompañados de vino rosado frío. El mesero parecía norteafricano pero por el acento quizás bien de los Balcanes.

Lo oí preguntar a unos jóvenes que terminaban de comer a mi espalda si les había gustado. «Excelente la pizza, sobre todo con la salsa picante», escuché. De reojo noté que terminaban las últimas gotas de una botella de vino rosado; no les vi la cara. Unas jóvenes bulliciosas entraron a preguntar en francés con acento inglés si había puesto para ellas. Salieron contentas a sentarse en otra mesa exterior. Pidieron pizza.

En esas, los jóvenes de la mesa de atrás salieron corriendo de repente como si los estuviera persiguiendo el diablo. ¡Se fueron sin pagar! Nadie los detuvo. Hablaban francés sin acento. ¿Serían suizos? El mesero quedó muy sorprendido cuando se dio cuenta. Dijo que nunca había visto algo parecido en su restaurante. A mediodía con todas las mesas llenas adentro y afuera, la gente suele dejar el dinero sobre las mesas sin problema y nada se pierde.

Serían las 11 y media de la noche. El viento caliente movía las hojas del único árbol plantado frondoso en medio de la plaza, rodeado de altos edificios. Quizás el calor trastornó a los jóvenes y el viento caliente los hizo correr de esa manera. Nosotros sí pagamos.