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jueves, 01 octubre 2009

Parques y visitantes

NV-IMP516.jpgEstaba sentado en la terraza de la cafetería de mi trabajo que da a un parque público cuando noté una cantidad de cuervos y cornejas que se posaban en los techos y ramas cercanas o volaban muy bajo y cerca de mi lugar. Pensé en la película Los pájaros de Hitchcock hasta que me di cuenta de que era un señor que se paseaba con su perro y una bolsa llena de pan de la que daba de comer a esos pájaros. Por eso lo seguían, ya que aparentemente estaban acostumbrados a verlo. Ya lo he visto más de dos veces.
Otra persona que viene al mismo parque regularmente es una señora mayor que cojea y se pasea con dos perros: uno grande y uno chico, de razas diferentes. Se instala en un rincón donde los árboles y arbustos la protegen y mientras hace correr a sus compañeros enviándoles una pelota o un palo para que se lo traigan, se pone a practicar gimnasia levantando los brazos o ejercitando el cuerpo. La llevo viendo desde hace más tiempo.
Un señor que solía venir también con su perro y una pelota roja para que corriera detrás de ella hasta que quedaba cansado no ha vuelto o puede que solo ha cambiado sus horarios. El perrito no paraba de ir y venir y pedirle a su amo que volviera a comenzar. Una vez casualmente vi a un policía suizo que se acercó a decirle algo y por lo que vi desde lejos deduje que era para decirle que los perros debían estar amarrados.
Así hay mucha gente que tiene sus costumbres y atraen a los animales generalmente para darles de comer, ya sean pájaros o ardillas. Una vez vi en París a un señor que tenía varios gorriones comiendo en sus manos. Se ponía migajas de pan en la palma de las manos, se quedaba inmóvil y las aves se acercaban a comer recelosas y listas a salir volando al mínimo movimiento que percibieran a su alrededor. En Roma vi mucha gente que iba a parques a dar de comer a los numerosos gatos que se pasean por las calles. Una de las cosas que más me impresionaron cuando estuve en Buenos Aires fueron los paseadores de perros que andan con diez o más animales por las calles para llevarlos a pasear a parques por encargo de los dueños, pues es un trabajo pago.
Esos parques y sus visitantes me hacen recordar lo mucho de animalidad que tenemos los seres humanos.

14:36 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: parques, animales

miércoles, 23 septiembre 2009

No hay humo sin fuego

NV-IMP511.jpgEl fuego es de temer. En principio cuando un incendio comienza se puede apagar fácilmente, pero cuando toma fuerza todo cambia. Recuerdo el incendio de una piscina hace años en el campus de la universidad de Grenoble. Fue culpa de unos obreros que reparaban el techo que era muy alto y con vigas de madera. Dejaron encendido un soplete mientras iban a almorzar. Al regreso ya no pudieron hacer nada. El incendio destruyó caso todo el edificio. Fue durante el invierno. Estuve viendo arder el edificio a unos cien o doscientos metros y desde esa distancia se sentía el calor. Además mucha gente muere en incendios por asfixia y no por las llamas. Hace dos semanas pasé en carro cerca de una casa incendiada de la que quedó hecha escombros. Quién sabe si el seguro les pagará la reparación como a una amiga que tuvo esa mala experiencia una Navidad. Impresionante.
Esta mañana antes de las diez hubo un momento de conmoción en la Place des Nations de Ginebra por un incendio en el estacionamiento subterráneo que tiene una capacidad de mil puestos. Los camiones de los bomberos con sus sirenas se situaron en la avenida principal cerca de las entradas peatonales. El humo empezaba a salir por los conductos de aeración. Muchos colegas que llegaron cuando el incendio acababa de ser detectado no pudieron entrar y tuvieron que estacionarse en la calle. Desde las ventanas del edificio vimos como los bomberos corrían con sus mangueras y equipos especiales.
Una hora después ya todo estaba bajo control; lo supe por un correo electrónico que nos enviaron. Como explicaron que el fuego había sido en el cuarto sótano me tranquilicé un poco, pues el mío estaba en el tercero. Nos advierten que no debemos encender los ventiladores o el aire acondicionado de los vehículos pues podría haber humo al interior. Ojalá me acuerde esta noche cuando vaya por el mío.

sábado, 19 septiembre 2009

Tiendas de campaña

NV-IMP507.jpgEn Colombia debí de acampar un par de veces con mi familia o con amigos. Eran tiendas de campaña, de lona, más o menos grandes y cómodas. Cuando llegué a Francia, de estudiante, conseguí una pequeña de dos puestos con la que viajé por muchas partes. Una tienda pequeña, fácil de armar, de techo plástico para evitar la lluvia, pero por dentro de tela para poder respirar. Era muy práctico llegar en tren a una ciudad con la tienda y una mochila a la espalda para buscar un camping cercano, instalarse y luego pasear como turista. Si el viaje era en carro, podía uno buscar los campamentos más fácilmente. Uno podía pasar un par de días en cada lugar e irse desplazando con la casa al hombro.
Así viajando con amigos en Italia, una vez llegamos tan tarde a la ciudad que nos habíamos fijado como destino que no encontramos el campamento y nos tocó instalar las tiendas en campo abierto; al día siguiente, nos dimos cuenta de que habíamos dormido no muy lejos de un basurero y de una estación de gasolina.
Con mi esposa, que en esa época solamente éramos novios, viajamos una vez en tren hasta Lisboa. (¡Hay anécdotas por contar!) Pasamos una noche en San Sebastián con la mala suerte de sentir debajo de la tienda unos topos que se movían debajo de la tierra y de nuestras espaldas, como si fueran muertos que querían salir a asustarnos. Con una pareja de amigos de la Isla Mauricio recorrimos Francia durante el mes de agosto de 1981. (Ese paseo merece un relato aparte.)
Ya cuando mi hija nació compramos una tienda mucho más grande que tenía campo hasta para ocho personas si fuera necesario. Tenía dos habitaciones que cerraban con cremallera, un espacio interior que servía de sala comedor si llovía afuera y tenía un techo de tela que permitía comer afuera protegidos del sol. Recuerdo que cuando la compramos la armamos con ayuda de unos amigos en el campus de la universidad de Grenoble. Con ella estuvimos en el sur de Francia, en Bélgica y Países Bajos. Ya era obligatorio viajar en carro para transportar tanta cosa. Como era más difícil de armar, nos quedábamos en el mismo camping como mínimo ocho días. (Hoy hay tiendas de campaña mucho más fáciles de armar gracias a un diseño más elaborado.)
A mis hijos les encantaba pasar vacaciones en camping. Nos instalábamos en los más grandes con todas las instalaciones posibles: piscina, restaurante, supermercado, tenis, sala de gimnasia, discoteca, espectáculos y muchos árboles.
Con el tiempo ya dejamos de usar la tienda; alquilábamos un mobilhome o apartamentos amoblados. Era mucho más práctico aunque a veces tuviéramos más calor que al aire libre. Creo que la última vez que la usamos fue hace como quince años por la región de Royan y las Landas.
Hace un mes estaba tratando de arreglar la bodega y me encontré con la famosa tienda que ocupa espacio inútilmente. No pienso que la volvamos a usar a pesar de que está en buen estado. Pienso buscar una familia con niños pequeños o un centro de vacaciones o una asociación que quiera recibirla pues quiero regalarla. Esas cosas ya no se venden, ni de segunda, y yo no me siento capaz de tirarla a la basura con tantos recuerdos dentro.