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jueves, 03 septiembre 2009

Frontera y aduaneros

NV-IMP492.jpgCalculo que he pasado la frontera franco-suiza más de nueve mil veces desde que vivo aquí, es decir mínimo dos veces al día para ir y venir del trabajo durante veintiún años y pico.
Al llegar tenía un carro con placa de la región parisina y me paraban los aduaneros casi sistemáticamente. Después cambié la placa por una del departamento del Ain y tomé otras rutas para evitar la aduana principal donde hay tanta cola de autos. Rara vez me han parado. Le preguntan a uno si tiene algo que declarar, a lo sumo le piden que abra la bodega del auto y lo dejan a uno seguir.
Una vez me encontraron un paquete de 25 cigarros colombianos que había traído a unos amigos y después de examinarlo y de decirme que normalmente no tenía derecho, me dejaron seguir. Otra vez había olvidado que tenía unos neumáticos en el cofre pues acabada de comprar unos de invierno y claro me preguntaron dónde los había comprado, me tocó mostrar el recibo y me dejaron seguir. Hoy a las seis de la mañana en una aduana, donde generalmente no hay nadie estaban dos aduaneros suizos escondidos y me sorprendieron, me hicieron parar, me preguntaron para dónde iba (dije que al fitness), que si trabajaba en Suiza y me pidieron el permiso de trabajo. Se los mostré y me dejaron seguir.
Calculo que en total me habrán pedido los papeles de identidad en estas fronteras un máximo de cuatro veces. Por lo tanto la probabilidad de que me los pidan de nuevo mañana es aproximadamente de 4/9000, es decir menos de 0,000444. No es muy grande.

lunes, 31 agosto 2009

Cómo se borran los sueños

NV-IMP489.jpg«¿Qué estabas soñando?», me preguntó al abrir mis ojos. Vi su cara frente a la mía y medio atolondrado le conté lo que acaba de soñar que ahora evidentemente no recuerdo. Creo que yo tenía alrededor de seis años y mi hermana unos diez. No sé si me despertó a propósito o estaba ahí esperando a que yo me despertara. Debió de ser un día de fiesta o de vacaciones. No sé si fue ella o mi hermano quien me hizo caer en la cuenta de que si uno no se acordaba inmediatamente al despertar lo que había soñado, el sueño se perdía o se borraba de la mente como cuando uno borraba un tablero en la clase. La tiza dejaba una huella pero no era siempre fácil de leer lo que antes estaba escrito. Son recuerdos borrosos de la infancia mágica.
Siempre ha sido misterioso para mí ese mundo de los sueños. A veces me despertaba soñando con algo y me esforzaba para dormirme de nuevo y seguir con el mismo sueño, pero no siempre funcionaba. Funcionaba si era una pesadilla, pero en ese caso no quería seguir soñando lo mismo. Lo que también me impresionaba mucho era esas noches que parecían durar un segundo: cerraba los ojos y los abría de nuevo y habían pasado ocho horas de sueño sin darme cuenta y sin dejar recuerdos de lo soñado, seguramente debido a un gran cansancio. De pequeño también me chocaba dormirme en un lugar y despertarme en otro pues me habían cargado y empijamado mientras dormía. ¿Cómo se da un niño cuenta de que sueña, de qué es un sueño? ¿A partir de qué edad uno se acuerda de los sueños? ¿Cuál es el sueño más antiguo que uno puede recordar?

18:21 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (3) | Tags: sueños, infancia

sábado, 22 agosto 2009

Mesa del comedor en casa del abuelo

NV-IMP486.jpgEn casa del abuelo nos reuníamos los fines de semana. Mi mamá se iba con nosotros los tres pequeños desde temprano para pasar el domingo en familia. Eran días de juegos con los primos y los niños del barrio.
Era una casa moderna, grande y espaciosa pero de techos altos. La cocina y el pequeño comedor aledaño tenían las paredes cubiertas por azulejos verdes. La mesa era de fórmica roja resistente con un borde metálico. Para comer, si éramos más de seis personas, a los niños nos ponían en las esquinas de la mesa; si éramos más de diez, nos tocaba comer por turnos o comer en dos comedores: el que quedaba al lado de la cocina y el grande que quedaba junto a la sala y solo se usaba para ocasiones especiales.
Cada persona tenía su puesto asignado. Cuando vivía mi abuela, ella estaba en una cabecera, a su lado por la izquierda, mi abuelo, en seguida, mi tía Dálila, en la esquina me tocaba a mí, en la otra punta de la mesa, mi tía Elvira, en la esquina siguiente, mi hermano Camilo, luego venía el puesto de la tía Celmira, después la tía Clara y en la esquina mi hermana Clara. Cuando murió mi abuelo, mi tía Clara tomó su puesto.
Esa era la configuración normal. La comida venía de la cocina en bandejas y era mi abuelo quien servía las porciones en cada plato. Además estaba pendiente para volver a servir a quien fuera dejando el plato limpio. Le encantaba cuando iba alguien que comiera bien pues él servía más y más. Mi padre era uno de ellos y mi esposa que alcanzó a conocerlo también fue consentida por tener buen comer. Pero si los niños íbamos dejando algo de lado, él creía que no nos gustaba y nos lo podía quitar del plato para dárselo a otra persona. Así aprendimos que lo que más nos gustaba debíamos comerlo rápidamente para no correr el riesgo de perderlo. El abuelo hablaba mucho y no le gustaba que lo interrumpieran o no le pusieran cuidado. Los niños debíamos guardar silencio. Antes del almuerzo se encontraba con amigos en el centro de la ciudad para tomarse unos aperitivos y en general por ese motivo llegaba alegre a la casa. Después de almuerzo la siesta era obligatoria. El café se tomaba después de ella. El calor lo dormía a uno fácilmente. El tiempo pasaba menos rápido que ahora.

08:30 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: comida, abuelo, niñez