domingo, 22 agosto 2010
Otro punto de vista
Me encanta sentir que soy yo quien lleva la batuta. ¡Cómo no! Hay música que me encanta, otra que odio y otra que me es indiferente. Me gusta sobre todo durante los festivales de verano al aire libre con un clima agradable, ni frío ni calor, viendo llegar la noche suavemente. Delante de una gran orquesta, con una bonita cantante a mi lado, los violines que bailan ante mí, los instrumentos de cuerda que van de maravilla con la voz humana, los instrumentos de percusión que dan ritmo al conjunto. Lo malo es que dependiendo del director puedo pasarla muy mal. Unos enérgicos me marean con tanto movimiento. A veces creo que voy a salir volando por los aires cuando pinchan desde lejos con fuerza a algún músico que debe entrar en un momento preciso de la pieza. Son verdaderas punzadas a distancia. Me asustan mucho. Otros parece que fueran a partirme los huesos con la fuerza con que me agarran las tripas. Los más suaves me dejan bailando en el aire como si estuviera flotando. Tengo la impresión de que soy yo quien dirige la orquesta que sea una pieza clásica, moderna, de jazz o de cualquier estilo. Estoy muy atenta a las instrucciones del director. Los hay impresionantes de energía y otros suaves y sutiles que dirigen como si tuvieran la orquesta en la punta de los dedos. No sé cómo voy a terminar mis días pues una batuta nueva y de calidad es muy apreciada por los directores, que sin ella no son nada, pero yo ya soy una pobre batuta que comienza a envejecer y un día de estos me van a quebrar o a perder.
viernes, 20 agosto 2010
Ese símbolo del ahorro
Tiene varios nombre: alcancía, hucha, ladronera, cepo, cepillo, cofre y no sé qué otros más. Lo cierto es que sirve para guardar dinero de a poquito y cuando está llena tiene uno para alguna compra importante. Una de mis hermanas compraba unas alcancías de barro grandes en forma de cerdo y las iba llenando con monedas. El día que decidía romperla le ayudábamos a contar la plata recaudada haciendo pilas de a diez o veinte monedas del mismo valor. Ahí aprendí que no debía poner billetes con monedas pues terminan destrozados. A mí, estando pequeño, me regalaron una de madera muy bonita pero nunca llegué a llenarla por sacar las monedas por la rendija a un ritmo más rápido que para meterlas. En un pub de Ferney tienen un botellón de vidrio para poner monedas con el fin de recoger fondos para una asociación que ayuda a minusválidos. Para contribuir a llenarla hacen una rifa que gana quien adivine el total recolectado o quien se acerque más al valor. En una mudanza recuerdo que los empleados que ayudaron a preparar las cajas nos dieron una alcancía de uno de mis hijos pues no quisieron hacerse responsables de llevar dinero. Supongo que estaba en el contrato aunque la alcancía era pequeña y tenía pocas monedas. En Francia hay una asociación que recolecta las monedas amarillas, es decir de menor valor, para ayudar a una obra caritativa; para eso entregan alcancías de papel que uno llena voluntariamente y a su ritmo. Ahora ya no me acuerdo por qué me puse a escribir sobre este tema. ¿Será que estaba pensando en llenar una alcancía de barro para comprarme algo dentro de unos meses? ¡No sería mala idea!
08:00 Anotado en Elucubraciones | Permalink | Comentarios (0) | Tags: ahorro, recuerdos, monedas
martes, 17 agosto 2010
Casos curiosos
Me contaron una anécdota (o más bien un caso insólito) que no sé si será cierta, pero es plausible. Una mujer fue a visitar a su hermana que vive emigrada en EE. UU., allá se enferma y tienen que llevarla al hospital. Como no ha previsto seguro de salud para ese viaje, su hermana decide entregar su propia tarjeta de identidad y documentos del seguro pensando que no es nada grave, que la atenderán rápidamente y pronto estarán de nuevo en casa. En las fotos se parecen, sobre todo si es un gringo el que las compara. Sin embargo, el caso se complica y la mujer muere. Oficialmente es su hermana la muerta pues fueron sus papeles los que sirvieron para identificarla. ¿Qué hace? Decide regresar a su país con el cuerpo de su hermana para enterrarla. Viaja con los documentos de la muerta y ya en su tierra, en lugar de volver a EE. UU. para desenredar el caso y presentarse ante la justicia, se queda a vivir en su país de origen y no regresa nunca. Extraño, ¿no?
11:07 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (2) | Tags: anécdota, identificación personal

