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martes, 21 septiembre 2010

Cambio de ruta

NV-IMP683.JPGEl reloj marcaba las siete y treinta de la mañana y por eso me decidí a tomar la ruta principal que pasa por la aduana grande en la frontera franco-suiza atravesando el túnel bajo la pista del aeropuerto. Si hubiera salido cinco o diez minutos más tarde, sin lugar a dudas hubiera tomado mi camino habitual que evita al máximo los semáforos y los embotellamientos matutinos. Aunque la circulación cambia muy rápido a esas horas pico, no me fue tan mal. El recorrido fue irregular con trechos fluidos y otros donde tuve que rodar a menos de cuatro kilómetros por hora. Si no dura mucho, no me preocupa ni me desespera esperar. Aprovecho para oír la radio o mirar alrededor; casi siempre encuentro algo interesante o insólito que hace volar mi imaginación.

Hoy por ejemplo durante un rato me seguía en un carro una pareja que no puede determinar qué relación tenían: podrían ser padre e hija o marido y mujer. En otro tramo era una mujer joven que se reía y sonreía sola, parecía estar cantando; a veces hay niños en la silla de atrás con quienes los padres hablan. Cuando me pasó más adelante en un semáforo, vi que iba sola y seguía sonriente. Ya llegando a mi trabajo en el último semáforo en rojo, cruzó frente a mí por el pasaje peatonal una joven, quizás japonesa o china, tirando de una maleta con ruedas. De pronto la maleta no quiso seguirla y quedó tirada en el suelo. Ella tuvo que volver rápido a recogerla antes de que el semáforo peatonal pasara a rojo. Diez metros después cuando cruzaba la otra calle, de nuevo la maleta se le escapó de las manos, como si no quisiera ir con ella al trabajo o de viaje. Muy gracioso que suceda eso dos veces seguidas. Me imaginé una lucha entre la joven y su maleta hasta llegar a su destino.

lunes, 20 septiembre 2010

Vendimias

NV-IMP682.JPGHacía mucho tiempo no iba a una fiesta de vendimias. Cuando pienso en viñedos recuerdo un dolor de espalda y de todos los músculos del cuerpo al segundo día de unas vendimias en Suiza donde estuve de estudiante años ha. El primer día parecía fácil a pesar de que me acosté cansado, pero el segundo fue un martirio: hay que ir a cortar uvas aunque le duela a uno hasta el pelo y las uñas. A partir del tercer día ya uno se acostumbra y puede pasar varios días en ese oficio sin problema. Por eso cuando veo a los agricultores agachados arreglando sus tierras les tengo respeto y me duele la espalda.

La fiesta de hoy fue en Russin muy cerca de Ginebra. Habíamos pensado ir a pie desde Ginebra bordeando el Ródano, pero al final los amigos que pensaban acompañarnos desistieron y sinceramente, a nosotros nos dio pereza ir solos. Será en otro año. En todo caso el día soleado y cálido estuvo magnífico. Las calles del pueblo estaban llenas de gente. La comida de feria y el vino de la región nos cayeron muy bien. Música en las calles, en restaurantes. Ventas callejeras y mucha alegría. Después vino el desfile tradicional con fanfarrias, carrozas, confetis, disfraces y gentío por todos lados. Una fiesta como la de cualquier pueblo. Aquí uvas y vino, allá café o caña de azúcar o cacao. El ritmo de las estaciones, aunque parece que el otoño no quisiera llegar.

08:00 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (1) | Tags: fiesta, pueblo, cosecha

domingo, 19 septiembre 2010

Monólogo egocéntrico

NV-IMP681.JPGTerminé de leer el libro, lo cerré y me quedé pensando. ¿Cómo había podido cambiar tanto la percepción del universo desde el alba de la humanidad? La Tierra ya no era el centro del universo. Ya los astros no giraban en torno de nuestro planeta. Los planetas sí giraban alrededor del sol que fue el centro del universo durante varios siglos, pero después se descubrió que el sol no estaba en el centro de la galaxia sino que quedaba en una orilla. Como cualquier habitante de una gran ciudad que vive en las afueras y no en el centro histórico. Los avances de la ciencia mostraron que la galaxia, nuestra Vía Láctea, tampoco era el centro del universo. Había cúmulos de galaxias de las cuales la nuestra era solo una más. Vivíamos en una galaxia media, ni demasiado joven, ni demasiado vieja. Igual pasaba con el sol, una estrella media en tamaño y temperatura como millones de millones más en millones de galaxias. La Tierra era un planeta medio: ni el más pequeño ni el más grande, aunque quizás el único con vida humana, al menos en nuestro sistema solar.

La Tierra ya no era plana, Europa ya no era el centro del mundo, vivía en una ciudad mediana, ni rica ni pobre, era de clase media, era medio inteligente sin ser bruto ni genio. Trabajaba en una empresa media. No era desconocido ni reconocido. Ya mis padres no eran el centro del mundo, mis dioses, ni yo su centro de atención. Estaba en medio de la envidia, la admiración, el desprecio y la indiferencia de mis contemporáneos. Tenía los años medios de una vida adulta con una esperanza de vida tan larga como los años que ya había cumplido. Estaba en la edad media. Los demás siempre serían o más jóvenes o más viejos y cada cual seguiría siendo el centro del universo. El universo ya no tenía centro, cada uno de nosotros era el centro, el egocentro del mundo. Así me tranquilicé en mi edad media y mi mediocridad de escritor, de pintor, de músico, de jugador de ajedrez, de bailarín de tango, de amante fiel, de informático de pacotilla, pero el centro inmutable del universo que aunque no quisiera seguiría girando alrededor de cada uno de los millones de egocéntricos que poblamos el mundo. Ese libro me lo había aclarado todo... medio aclarado.