viernes, 05 marzo 2010
De sufijos
¿Qué tienen en común las palabras bibliotecario, campanario, becario, temario y disciplinario? Pues el sufijo de origen latino -ario pero con diferente significado, en nuestro caso, profesión, lugar, persona que recibe, conjunto o pertenencia. Las mismas palabras en francés serían bibliothécaire, clocher, boursier, programme y disciplinaire, que no se han formado todas con el sufijo equivalente -aire.
Por eso una palabra nueva formada a partir de ese sufijo, por ejemplo argumentario, nos puede resultar rara ya que la interpretación podría ser:
- la profesión del que se ocupa de argumentos (raro oficio, ¿existirá?),
- el lugar donde están los argumentos guardados o colgados (sería útil ese lugar para ir a buscar algunos en caso de debate delicado),
- la persona que se beneficia de argumentos (un argumento al mes como pago de servicios diversos),
- el conjunto de argumentos de un caso (es un uso real) o
- el adjetivo que se aplicaría por ejemplo a un discurso o a un texto lleno de argumentos (podría ser un curso sobre el tema).
En un foro de Internet he encontrado la siguiente explicación: «¿Qué es un 'argumentario'? Pues, sobre todo en los centros de atención de llamadas, ('call centers' o también centros de atención al cliente) pero vamos también casi en cualquier entorno en el que tengas una fuerza de ventas, se denomina 'argumentario' a un documento, más o menos formal, en el que se describen, normalmente de mayor a menor importancia, los argumentos concretos, las razones, por las que un producto/servicio es interesante para un cliente dado. Es, digamos, la guía que un vendedor debe seguir para conseguir realizar una venta». http://forum.wordreference.com/showthread.php?t=468459
Las estadísticas de Google me dan 44900 páginas en español para argumentario y 483000 páginas en francés para su equivalente argumentaire. En inglés, sin embargo, la palabra argumentary aparece solamente en 7150 páginas y a primera vista como adjetivo.
Curiosa que es la lengua pues el uso va por un lado y la norma corre detrás como peleándose o aliándose o contradiciéndose. Si la palabra pega, algún día entrará en los diccionarios.
12:30 Anotado en Lengua | Permalink | Comentarios (0) | Tags: morfología, uso, norma, traducción
miércoles, 24 febrero 2010
Tantas variantes para casi lo mismo
Buscando por la web veo que tenemos al menos alubia, caraota, chícharo, faba, faséolo, fásol, fisán, frísol, frisuelo, habichuela, judía, poroto y quizás más nombres para esta planta o fruto o semilla comestible tan difundida entre nosotros. Lo que me llama la atención es que en árabe se use lubia (لوبيا) de la cuál viene el nombre alubia (también usan la palabra fasolia, فاصوليا) y que por ejemplo en Colombia digamos habichuela y frijol que provienen de palabras latinas o griegas. Al menos la palabra poroto es de origen quichua y es normal que se use en América.
En la base de datos CORDE de la Real Academia el documento más antiguo para alubia es de 1786 y es de España; para habichuelas el más antiguo es de 1754 de Filipinas seguido por uno de 1756 de España; para fríjol es de 1519-1526 en las cartas de Hernán Cortés; en fin, poroto aparece por primera vez en un documento anónimo de 1568-1570 del Perú.
Si los conquistadores y colonos llegaron a América mayoritariamente del sur de España donde la influencia árabe fue más importante, ¿por qué no se usa más en América la palabra de origen árabe y no las otras? ¡Curioso!
16:33 Anotado en Lengua | Permalink | Comentarios (1) | Tags: etimología, español, latín, griego, árabe
jueves, 21 enero 2010
¿Qué hora es?
De pequeño no me interesó mucho aprender a leer la hora. La noción del tiempo tomó cierto tiempo en entran en mi cabeza. No sé a qué edad uno es realmente conciente del tiempo. Me gustaban los fines de semana o las vacaciones pues no había hora, solo juego. Claro, había que terminar tareas y estudiar, pero pasar una tarde jugando con los amigos y no darse cuenta del tiempo sino hasta que llegaba el atardecer o cuando a uno le daba hambre y había que ir a comer algo me encantaba.
Creo que fue uno de mis hermanos o alguna tía quien insistió en enseñarme a leer la hora. Lo bueno fue descubrir que con la tabla de multiplicar del cinco todo se simplificaba. Si hubiera sido la tabla del nueve, la del tres o la del siete, hubiera sido más complicado para mí.
Llegó el cumpleaños (octavo o noveno) en que me regalaron un reloj de pulsera y con él la responsabilidad de dar la hora en la calle cuando un desconocido me lo pedía. Era un reloj de cuerda con todos los números escritos y sus tres manecillas. Los relojes digitales no habían aparecido en esa época; en todo caso, no en Colombia.
Allá se usa la hora a la moda estadounidense con a.m. y p.m. No creo que sea así en todos los países hispanohablantes. Lo de cinco para las dos y no las dos menos cinco era lo que se usaba. (Ahora no estoy tan seguro, pues el uso mayoritario de una u otra forma cambia según el país.) Cuando alguien me decía las tres y treinta y cinco o cuarenta, me desestabilizaba un poco. No se usaba tampoco lo de las trece o las dieciocho horas. El día en el trópico está muy bien definido con doce horas de día y doce de noche. Decir las ocho de la tarde por lo tanto suena raro.
La hora en inglés fue mi primer contacto con otras costumbres. Eso de o'clock me sonaba muy raro. De por sí, llamar al reloj clock era muy onomatopéyico. La hora en francés fue un aprendizaje del bachillerato. Yo tendría como quince años cuando la estudié. Que los minutos fueran femeninos en francés y masculinos en español es una trampa, que al reloj se le llame «muestra» es sorprendente. Me tocó aprender ya aquí la puntualidad de los trenes y las horas contadas de cero a veinticuatro. Todavía me equivoco a veces al oír diecisiete horas y pensar en las siete. Lo de horas punta, tan español y tan ajeno a mis horas pico tan gringas, me tocó aprenderlo aquí. La hora en punto convertida en hora pila es otra curiosidad. Lo más fácil en caso de que a uno le pregunten la hora en un idioma que uno no domina bien es mostrar el reloj y dejar que la otra persona la lea.
El aprendizaje del ruso me trajo una manera de contar particular, pues en ese idioma cuando una hora está empezada ya uno está en ella. Así la una y veinte es ya parte de las dos y eso se nota en ciertas expresiones. En ruso también se llama igual a la hora y al reloj.
¡Pero nada tan complejo como las horas en árabe que estoy aprendiendo! Primero que todo las horas no son la una, las dos sino la primera, la segunda. Los minutos sí son cardinales: veinticinco minutos. Es decir sería la hora octava y veinte minutos. Nosotros tenemos cuarto y media hora, pero en árabe hay además la hora y tercio. Los números tienen género y número. Para complicar las cosas, existe el dual. De tres a diez si el sustantivo es masculino el cardinal es femenino y viceversa. Es como si uno dijera cuatra relojes y cuatro palabras. Los minutos se declinan y hay que ponerlos en acusativo singular o genitivo plural según que el número sea entre tres y diez o superior a este. Automatizar todo este sistema es un verdadero lío, pero me divierto tratando de aprenderlo.
22:21 Anotado en Lengua | Permalink | Comentarios (1) | Tags: tiempo, expresiones, idioma