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sábado, 03 enero 2015

Gota a gota

NV-IMP887.jpgUna simple gota de esencias florales de Bach me llevó a los años de infancia cuando con cuatro o cinco años de edad conocí ese artilugio misterioso y antiquísimo compuesto por un tubo hueco de vidrio, cerrado por un lado con una perilla, muy útil para trasvasar líquidos: un gotero o cuentagotas.

Mis hermanos se peleaban por usarlo con un remedio que mi mamá iba a tomar o a darnos. Yo no sabía de qué se trataba. Mi mamá me explicó y me dejó emplearlo en vez de mis hermanos. Como se convirtió en juguete, ella lo guardó para que no lo fuéramos a dañar. Yo estaba contento de haber aprendido algo nuevo aunque en realidad no supiera realmente cómo funcionaba.

Son cosas tan sencillas que parece que uno las supo desde siempre y sin embargo todo lo tenemos que aprender: ponerse de pie, caminar, correr, comer solo, amarrarse los cordones de los zapatos, vestirse usando bien los ojales, botones y cremalleras, bajar y subir escaleras sin ayuda, atravesar la calle, ir de mandado a comprar algo a la tienda de la esquina y volver con las vueltas correctas. Con mis hijos fui más consciente del proceso de aprendizaje y de las dificultades y desafíos que tenemos de niños.

19:33 Anotado en Recuerdos | Permalink | Comentarios (0) | Tags: niñez, aprendizaje

sábado, 22 febrero 2014

Ibagué II

colombia,colegio cisneros,encuentro,ibagué,amistadSiempre he tenido problemas para aprender cosas de memoria. De pequeño me costaban trabajo las tablas de sumar y multiplicar hasta que entendí la lógica del cálculo aritmético y todo me pareció más fácil. Con los nombres propios he tenido el mismo problema. Me es difícil asociar nombres con personas o caras hasta que por fin lo logro, pero si dejo de ver a alguien conocido durante un largo tiempo, me lo puedo encontrar en la calle, caer en la cuenta de que lo conozco, pero no recordar su nombre.

Hace poco me pasó con el nombre del matemático inglés Alan Turing, con el de la modelo y actriz francesa Leticia Casta y con el título de una película de Fernando Solanas, Memoria de un Saqueo. Confundí también a Heráclito con Eratóstenes al adjudicarle al segundo lo que había dicho el primero: «no se puede entrar dos veces en el mismo río». Mientras que Eratóstenes es célebre por la determinación del tamaño de la Tierra.

Google es de gran ayuda en estos casos famosos, pero no sirve (¿todavía?) a reconocer viejos amigos. Ojalá no me pase lo que a ciertos mayores desmemoriados que si les muestran personajes muy conocidos de su tiempo, como el papa Juan Pablo II o Ronald Reagan, no saben quiénes son.

En Ibagué tuve de nuevo esa sensación incomoda cuando me encontré el 18 de enero pasado con amigos del colegio que hacía más de cuarenta años no veía y no reconocí de inmediato. Algunos han cambiado mucho, otros no logro recordar cómo eran en esos viejos tiempos a pesar de que sé que compartimos pupitres en el bachillerato, aunque también hay quienes no han perdido sus rasgos característicos para mi memoria. Por eso propuse que en la próxima reunión cada uno lleve una foto de su juventud, para ver cómo éramos. Para colmo de males, como teníamos esa mala costumbre de ponernos apodos o de llamarnos por el apellido, acordarse de los nombres verdaderos puede ser complicado. Los que siguen mereciendo el apodo son el flaco y el gordo.

Félix fue el anfitrión que nos recibió en su finca y nos distrajo con su canto y sus anécdotas de aviador. Con él me vi hace unos cinco o seis años. No ha cambiado mucho, aunque se ha aplacado con respecto a lo loco que parecía de joven.

Con Gustavo no me veía desde que terminamos bachillerato. Charlando con él caí en la cuenta de que es el amigo más viejo que tengo pues nos conocemos desde el kínder del Liceo Especial por allá cuando teníamos cinco o seis años. Jugábamos en el recreo y los fines de semana también en el barrio Interlaken. Me gustó oírle contar su trayectoria profesional y su dedicación a la ecología.

Humberto es otro que no ha cambiado tanto. Es el segundo amigo más viejo que tengo. Nos conocemos desde tercero de primaria cuando teníamos como 9 años. Sigue jugando basquetbol y nada menos que a 2600 metros de altitud. Admirable. Tiene una bonita familia que nos recibió en Bogotá. En su casa puede verme con Juan, alias Belisario, de vida multifacética que nos alegró con su música. También estaba Carlos, alias Chiquitín, que nos sorprendió contándonos sus negocios en China, donde vive desde hace años. Su conversión en vegetariano me dejó pensativo, ya que es la primera persona que conozco que ha recuperado la salud gracias a ese régimen sanador de sus problemas de colesterol.

Volviendo al encuentro en Ibagué, Jorge, que ha tenido una vida extraordinaria, me planteó su idea de que escribamos un libro con las anécdotas de nuestros años de secundaria. A ver si lo logramos entre todos.

A Manuel, un magistrado importante en la justicia tolimense, tampoco lo había visto desde la graduación de bachiller. Recuerdo que era un salsero impresionante; él sí recordaba a Heráclito y su filosofía del cambio permanente.

El otro Manuel, el flaco eterno, nos hizo reír con sus ocurrencias y buen humor. Su aventura de aprender a manejar viendo cómo lo hacía su chofer durante un trayecto por Colombia y cómo tomó el volante y terminó el viaje solo es impresionante. La ocurrencia de pedirle a Félix que construya un edificio para que vivamos todos nosotros fue graciosa, pero a Mario le gustó mucho, la tomó en serio y la apoyó con entusiasmo.

De Alfonso tengo recuerdos muy vagos y me gustaría volverlo a ver en una foto de entonces. Charlamos amenamente y me alegró saber que había sobrepasado graves problemas de salud. También me costó reconocer a Francisco Javier después de tanto tiempo sin vernos. Ahora me quedó su imagen cantando en el karaoke.

Jorge, alias el Avispón, apareció en el grupo después de muchos años de ausencia. El drama de Armero le tocó muy de cerca pues en él perdió esposa e hijos. Seguro que le ha dejado una marca indeleble. Me alegré viéndolo cantar con tantas ganas en el karaoke.

Luis Fernando, otro flaco pero menos ahora que entonces, contó sus anécdotas con los hispanohablantes de tantos países que conoció en Estados Unidos. Con Emiliano me he encontrado varias veces en mis últimos viajes. Sus comentarios sobre la experiencia de ayudar a un anciano con Alzheimer fueron graciosos pero a la vez asustadores.

Ver a Orlando camino del altar con sus kilos de más fue sorprendente, ya que después estuvo ayudando al cura a dar la comunión; parece que es diácono. Su hija fotógrafa nos regaló una cantidad increíble de fotos.

Lástima que no pude hablar mucho con cada uno del grupo, por ejemplo con Alirio y Julio Ernesto. Ese día hablé por teléfono con Mauricio y José, aunque la calidad del sonido no nos dejó entendernos bien.

Jairo, lejano pariente, ahora anda muy metido en política. Le va bien y la gente lo quiere pues se ocupa de ellos sin intereses personales. Luis Alberto viajó desde Neiva sin dejar su buen humor. Armando (su hermano Mario sí terminó con nosotros, mientras que él fue de la promoción que nos seguía) estuvo en la reunión como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. Así fue con todos.

Esta es la lista de los 19 presentes: Acosta, Barreto, Bobadilla, Bonilla, Forero, Gallo, García, Gutiérrez, Guzmán, Ibáñez, Kairuz, Medina, Meza, Párraga, Peláez, Serrano, Suárez, Velosa y Verástegui. Nuestra promoción fue de 45 alumnos de los cuales dos ya han muerto. Fue una reunión muy agradable y emotiva, con sancocho, cerveza, whisky, karaoke y mucho cotorreo. Ojalá en otra oportunidad veamos a los demás, en especial a Margarita y Ana Beatriz que fueron las únicas mujeres del grupo y las primeras que se graduaron en el colegio.

A pesar de nuestras trayectorias heterogéneas con sus altos y bajos y haber evolucionado hacia diversos destinos, seguimos unidos por esos años que compartimos en secundaria. Somos como los cuatro elementos de la antigüedad, aire, tierra, fuego y agua, discordantes, pero inseparables en este planeta.

Durante varios días después de esa tarde me acompañó en la mente una de las canciones que cantamos pero que no logré identificar completamente. La tarareaba sin recordad el título ni la letra completa. Me puse a buscarla en Youtube a ver si aparecía entre las que cantaban Alci Acosta, Felipe Pirela, Nino Bravo, Daniel Santos y otros famosos, pero, qué pesar, en vez de reconocerla, se esfumó de mi cabeza.

miércoles, 22 enero 2014

Ibagué I

colombia,biblioteca,dario echandia,velada,presentación,firma,ibagué«Caminante, son tus huellas/ el camino, y nada más;/ caminante, no hay camino,/ se hace camino al andar», dijo el poeta Machado y con qué elegancia plasmó esta verdad que muchos ignoran. Por eso hay que disfrutar de los viajes desde antes de la partida y al regreso es bueno analizar y guardar los recuerdos para preparar las siguientes andanzas. Ahora, por ejemplo, repaso la presentación de mis libros el pasado 17 de enero en Ibagué, la ciudad en donde nació mi madre, donde viví de los 3 a los 17 años y que me dio las bases de lo que soy.

Planeé esta presentación desde hace varios meses. Sería la cuarta en la serie después de Ginebra, Ferney-Voltaire y Bogotá. En Madrid, cuando se lanzó el libro de relatos Las seis y una noches, mi editor organizó una serie de entrevistas con la prensa y la radio. Todos esos encuentros tan diferentes por presentadores, entrevistadores y público, fueron interesantes, emotivos y enriquecedores para alguien más bien introvertido como yo.

Después de ver en la Internet que la biblioteca Darío Echandía había sido el teatro de lanzamiento de varios libros, contacté con su director quien muy amablemente me ayudó a contactar con Jairo Orlando Polanco Bolaños, un escritor miembro de la Academia de la Lengua del Tolima y director de la revista Imágenes II de arte y literatura, a quien solo conocí en persona el 16 de enero ya que aceptó leer los libros y animar la velada.

Resultó ser un contemporáneo pues somos del mismo año de nacimiento y apenas un mes separa nuestros cumpleaños. La vida nos llevó por caminos que hasta ahora no se habían cruzado, no obstante compartimos muchos puntos de vista que descubrí en la amena charla preparatoria en la que conversamos sobre libros, literatura en general, edición, tecnología, sociedad, política e historia, entre otros temas. Él escribe más poesía que relato, al contrario de mí. Ya más tranquilos por haber roto el hielo, nos dimos cita para la presentación del día siguiente.

El 17 de junio estuve paseando por las calles calurosas, bulliciosas, multicolores y abarrotadas de la Ciudad Musical comprando los componentes del coctel que ofrecí al final de la tertulia. ¡Qué lejos están los años en que las recorría mimetizado, trasparente y tranquilo! A las 6 de la tarde empezamos a preparar las mesas para exponer los libros y para servir el vino de honor. Pronto llegó el público y tocó empezar.

Calculo que hubo unas treinta personas en la sala. Fue una buena sorpresa dada la poca publicidad que se le dio al evento y que los estudiantes y profesores estaban todavía de vacaciones. Una tercera parte eran amigos y conocidos; los demás, curiosos o amantes de la literatura. A la mesa de los oradores se añadió el señor José A. Vergel, presidente de la Academia de la Lengua del Tolima, quien también había leído mis libros. En seguida se instaló un ambiente de confianza y abrimos un debate interesante.

Además de las preguntas más frecuentes de por qué y para qué se escribe, si me gustaría dedicarme tiempo completo a la escritura o si mezclaba realidad y ficción en mis escritos, me llamó la atención la pregunta de si escribía pensando en cómo hacer que los jóvenes me leyeran o en todo caso si los tenía presentes, ya que se dice que los jóvenes no leen casi nada. No lo había pensado antes. Creo que no hago ningún esfuerzo particular de escritura hacia los jóvenes. A lo sumo pienso en mis hijos como lectores de vez en cuando. Los jóvenes leen más de lo que uno cree pero en sus teléfonos celulares, en un lenguaje nada ortodoxo y un contenido superficial por lo general, pero de ellos saldrán los buenos escritores del siglo XXI.

Me gustó el comentario de José A. Vergel sobre la juventud que él veía en la curiosidad de la gente independientemente de la edad. Es decir, mientras nuestro espíritu esté joven el cuerpo se conserva mejor y la vida es mejor. Lástima que no tuve tiempo de hablar con él ni antes ni después de la tertulia. Será en otro viaje.

Me preguntó un amigo si yo tocaba en mis escritos el tema de la ecología en un lugar preponderante. Tampoco lo había pensado. Creo que el tema aparece de manera secundaria pues es muy actual y está en algunos de los textos, por ejemplo cuando describo los problemas de los pueblos inundados por represas.

Llamó la atención que siendo ingeniero informático me dedique a escribir. Es que cuando empecé en los años noventa me gustó y me fui metiendo cada vez en este mundo. Tuve que explicar cómo hice para coordinar la escritura de un cadáver exquisito entre catorce escritores. Un ejercicio muy enriquecedor.

Me pareció curioso que los presentadores hubieran encontrado dequeísmos, que consideran galicismos, en mis textos. Sabiendo lo que me costó revisarlos con ayuda de un corrector profesional, no creo que hayan quedado muchos errores, aunque siempre se escapan. Lo que pasa es que si escribiera solo para los colombianos hubiera tenido que tener un corrector colombiano que borrara toda la influencia que he tenido con el contacto de hispanohablantes de un mundo más vasto.

De manera general me parece que los colombianos no somos conscientes de los particularismos de nuestro hablar que hacen que no nos demos cuenta de que nuestra lengua tiene muchas variedades tan válidas las unas como las otras. Algunos piensan que el mejor español se habla aquí y que por lo tanto nuestros particularismos deberían de ser la regla. En eso no estoy de acuerdo.

Si queremos tocar un público que pase las fronteras de una región o país, tenemos que evitar demasiados localismos que despistan a los hispanohablantes de otros contextos.

Tomemos un ejemplo concreto: ¿Se dice «se dio cuenta que» o «se dio cuenta de que»? El sistema Diatopix permite analizar el uso de palabras y expresiones en Google. «Se dio cuenta que» gana contra «se dio cuenta de que» en las páginas en español indizadas por Google con dominio México, Colombia y Chile pero NO en los otros países hispanohablantes. Sin embargo la pregunta correspondiente es «¿De qué se dio cuenta?».

El sistema Ngrams de Google Books permite estudiar la evolución del uso de palabras y expresiones en libros. Los resultados son diferentes pues la expresión «se dio cuenta de que» es mayoritaria y en aumento a partir de los años sesenta. En último lugar, en el sitio web de la Real Academia Española, el Corpus Diacrónico del Español (CORDE) nos da más datos. Para «se dio cuenta de que» hay 200 casos en 82 documentos: 88 en España, 24 en Colombia, 22 en Perú y 17 en México, los más antiguos de 1941. «Se dio cuenta que» está en 43 casos de 22 documentos: 19 de Perú, 5 de Cuba y los demás países aparecen con menos de 5 casos, los más antiguos de 1922. Gana la norma.

La variedad de nuestra lengua y las lenguas en general me encantan. Disfruto oyendo acentos y formas de hablar. Hasta el lenguaje de los niños y jóvenes me llama la atención. Eso no quita que hay diferentes niveles del idioma desde el vulgar al culto. Tampoco se puede decir que un hispanohablante de nacimiento hable mal, es su lengua materna forjada con la experiencia viva y la inmersión en su medio. Cuando millones y millones de personas usan una expresión que en otros países suena raro, no se puede decir que no exista o esté mal. Son regionalismos tan válidos como otros.

Pero ya me estoy saliendo del tema. Hay que dejar material par otras notas empezando por el encuentro con amigos del bachillerato el 18 de enero.

Dejé libros para la venta en la librería de la Universidad del Tolima en la esquina de la Calle 10 con Carrera 5; todos son de Ediciones Irreverentes para que los encuentren más fácil. En Bogotá se pueden comprar en la Librería Lerner del norte.